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Familias lloran a víctimas del accidente en metro de México

La ira y la frustración bullían entre los familiares de las víctimas

José Luis Hernández Martínez cruzaba Ciudad de México todos los días en la Línea 12 del metro, entre su casa en el sur de la ciudad y el taller de carrocería donde trabajaba reparando vehículos estrellados.

El hombre, de 61 años, viajaba el lunes por la noche en un tren que había salido del subsuelo de la ciudad y circulaba por un tramo elevado lejos del centro, cuando dos de sus vagones naranjas cayeron de pronto al vacío.

Hernández Martínez murió en el acto, indicó su hijo, Luis Adrián Hernández Juárez. Era uno de los 24 muertos de uno de los peores accidentes de metro del mundo. Más de 70 personas resultaron heridas.

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“Mi papá fue rescatado sin signos vitales. Con traumas en el tórax, en el cerebro, en los pies, en las rodillas, hematomas”, dijo Hernández Juárez, que aferraba el certificado de defunción. El personal de emergencias le dijo que su padre había quedado aplastado por otros pasajeros. “Es algo muy feo ver a tu padre así por última vez”.

Tenia previsto enterrar a su padre el miércoles, mientras comenzaban los funerales por toda la ciudad.

La ira y la frustración bullían entre los familiares de las víctimas y los que utilizan cada día la amplia red del suburbano.

“Nadie me va a devolverme a mi papá aunque me den 10 millones de pesos”, dijo Hernández Juárez, que expresó su preocupación porque su madre se había quedado sin fuente de ingresos.

Un estudio preliminar apuntaba a un fallo en las vigas de apoyo como causa del siniestro, según las autoridades.

La alcaldesa, Claudia Sheinbaum, instó a la población a evitar especulaciones y prometió una investigación profunda e independiente. Las autoridades esperaban presentar un reporte del accidente el viernes.

La Línea 12 es la más larga y más nueva de Ciudad de México, pero ha tenido una sucesión de problemas desde que empezó a operar en 2012. Su recorrido llega hasta la zona más rural al sur de la ciudad, donde suben trabajadores para llegar a sus puestos por toda la ciudad. Unos 220.000 pasajeros utilizan a diario la Línea 12.

La indignación de la gente ya había encontrado varios blancos, como la directora del metro, Florencia Serranía. Sheinbaum dijo que no había recibido reportes de problemas en la Línea 12 que sugirieran la posibilidad de un fallo como el del lunes por la noche.

Serranía dijo el martes que la línea recibía una inspección diaria “muy rigurosa”. También se revisó en junio de 2020 tras un sismo fuerte pero que no dejó daños significativos en la ciudad, añadió. Un reporte municipal de 2017 identificó daños importantes en un tramo de la línea, tras el terremoto de magnitud 7,1 de ese año.

El secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, que fue alcalde de Ciudad de México entre 2006 y 2012, cuando se construyó la línea, también recibía críticas. Ampliamente considerado como el posible sucesor del presidente, Andrés Manuel López Obrador, Ebrard dijo que los responsables debían ser identificados, y añadió que colaboraría con las autoridades.

Aunque podría tomar meses determinar qué provocó el accidente, y más aún identificar a un responsable, las familias de muchas víctimas afrontaban necesidades inmediatas provocadas por la pérdida de sus cabezas de familia.

Gisela Rioja pasó el lunes por la noche y el martes por la mañana recorriendo los hospitales de la ciudad en busca de información sobre su marido, Miguel Ángel Espinosa Flores, que trabajaba en unos grandes almacenes a unas pocas paradas del lugar del accidente.

Rioja le encontró por fin el martes en una morgue en el barrio de Iztapalapa. Ella le describió como trabajador, responsable y feliz. Ella y sus dos hijos dependían de sus ingresos.

“Yo quiero justicia para mi esposo porque no con un simple perdón va a regresar con nosotros”,dijo. “Para mí era un amor, para mí era todo. Me duele mucho, mucho, mucho porque cómo terminó.”

Luisa Martínez esperaba sentada el martes por la tarde ante las oficinas municipales de Iztapalapa, a que se entregara el cadáver del esposo de su sobrina, Carlos Pineda, un dentista de 38 años. Pineda deja una esposa y dos hijos, de 7 y 13 años.

“Él era el que mantenía a su familia. Ahora ellos quedaron sin sustento”, dijo Martínez. “Nos tienen que indemnizar ahora. No lo quiero en un año ni en dos años como todo trámite burocrático”.

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