La reapertura gradual en Italia, que comenzaba el lunes tras seis meses de sucesivas cuarentenas, no convencía nadie: demasiado prudente para algunos, prematura para otros.
El regreso de los servicios de restaurante al aire libre era demasiado poco y demasiado tarde para los propietarios, que veían amenaza su supervivencia tras más de un año de cierres intermitentes.
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El país mantuvo el toque de queda a las 22:00, lo que empañaba el regreso de los cines y se consideraba como una traba para la crucial industria turística italiana, que comenzaba que los visitantes extranjeros pudieran regresar por fin en el segundo verano de pandemia. El gobierno también afrontaba una fuerte presión para reabrir de los partidos conservadores italianos.
Sin embargo, los agotados virólogos y trabajadores sanitarios del país temían que incluso la prudente reapertura del gobierno del primer ministro, Mario Draghi, provoque una sensación de barra libre que pueda traer un repunte antes de que la ola de contagios actual haya remitido del todo.
“Por desgracia, como he tenido que repetir a menudo: El virus no negocia. El virus, es más, ha tenido éxito en adaptarse, haciéndose más agresivo y más extendido”, dijo el profesor Massimo Galli del Hospital Sacco de Milán.
En un adelanto de lo que muchos temen, el domingo -un día antes de que se levantaran las restricciones- los italianos llenaron las calles, plazas y parques de ciudades desde Roma a Turín, Milán o Nápoles, con la llegada del buen tiempo tras una primavera más fría de lo normal.
En un reconocimiento del riesgo, el Ministerio italiano del Interior dio instrucciones el domingo a las fuerzas de seguridad de que se asegurasen de que se cumplían el distanciamiento social y el empleo de mascarillas para que el levantamiento de las restricciones no conllevara un auge de los contagios.
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Italia es el país europeo con más muertos por la pandemia, por detrás de Gran Bretaña, con más de 119.000 muertes confirmadas. Y los expertos dicen que la cifra es baja porque se sospecha que en la primavera de 2020 murieron más italianos de COVID-19 antes de que se les pudieran hacer pruebas diagnósticas.
Para el lunes, 15 de las 21 regiones y provincias italianas estarán en el nivel más bajo de restricciones contra el coronavirus. Se permitirá el viaje entre regiones por primera vez desde otoño. El número de personas que puede visitar a amigos y familiares en un momento dado pasará de dos a cuatro. Restaurantes y bares podrán atender gente y servir comida al aire libre. Los deportes de contacto pueden reanudarse al aire libre.
Sin embargo, el plan de reabrir por completo las escuelas secundarias italianas para las últimas seis semanas del curso chocaron con las insuficiencias del transporte público y tuvieron que reducirse a un mínimo de 70% de aforo en las clases superiores.
Cuatro regiones sureñas -Basilicata, Calabria, Puglia y Sicilia-, así como la pequeña Aosta, en la frontera con Francia, siguen bajo medidas más fuertes.
La isla italiana de Sardinia, la única región que se mantuvo libre de restricciones este invierno, volvió a verse en el nivel rojo de alerta a mediado de abril después de que la reapertura derivara en una serie de nuevos contagios. Sardinia se ha convertido en el ejemplo de advertencia que citan los virólogos italianos.
Las Unidades de Cuidados Intensivos siguen por encima del umbral del 30% para el nivel de alarma. La campaña italiana de vacunación aún está muy por debajo de su objetivo de 500.000 inyecciones diarias y acaba de empezar con el tramo de personas entre 70 y 79 años. La inmensa mayoría de los muertos de COVID-19 en Europa eran personas mayores de 65 años, según la Organización Mundial de la Salud.
“Hay dos palabras que deberían guiarnos en los próximos días”, dijo el domingo ministro de Salud, Roberto Speranza. “Confianza, porque las medidas han funcionado, y la prudencia. Debemos ir paso a paso, ser graduales y evaluar la evolución día a día”.