Los habitantes de El Patrocinio y del caserío San José el Rodeo, unas pequeñas localidades de Guatemala, despiertan cada día pensando si la lava del volcán Pacaya llegará a sus casas mientras el magma avanza y amenaza con tragarse parte de una comunidad.
El Pacaya está ubicado entre los departamentos de Guatemala y Escuintla, es uno de los tres volcanes activos en el país y con sus 2.552 metros de altura es una de las fuentes del turismo local. Sobre sus faldas se ubican unas 21 comunidades.
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El río de lava que desde hace días desciende del coloso ha hecho una especie de curva que amenaza a El Patrocinio y que ya ha llegado a sólo dos cuadras y media de las primeras casas de San José el Rodeo.
A principios de febrero una grieta en la falda del volcán empezó a supurar lava mientras desde el cráter emanaban grandes columnas de ceniza y humo. Desde entonces un río de piedra liquida e incandescente de al menos cinco kilómetros se abre paso hacia las comunidades.
Emma Quezada, un ama de casa de 38 años que vive en una de las primeras casas de San José el Rodeo, dijo que está acostumbrada a la actividad del volcán porque vive en el lugar desde que nació. Sin embargo, este vez siente miedo.
“Estos últimos tres días la lava se detuvo, esperamos que se quede allí”, dijo con un aire de esperanza, pero consiente de que la situación puede empeorar.
Quesada contó que las autoridades locales les han hablado sobre la posibilidad de trasladarlos a un lote ubicado a unos 100 kilómetros de donde viven, pero en diferentes condiciones.
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“¡Qué se va a ir uno de aquí a un terreno pequeño! Quizás aquí no tenemos una gran cosa pero vivimos en santa paz, no corremos otro peligro, ni ladrones. El lugar que ofrecen es demasiado pequeño”, dijo la mujer. “Las posibilidades que le dan a uno no se comparan con lo que tenemos aquí”.
La comunidad vive de la siembra de maíz y la cría de ganado, actividades que se han visto afectadas por la caída de ceniza.
En El Rodeo habitan 57 familias -unas 350 personas-, dijo Juventino Pineda, presidente del Consejo Comunitario de Desarrollo Urbano y Rural.
Pineda, de 67 años, recordó que desde niño ha vivido varias erupciones. “Una de las peores fue en 1962, yo estaba niño y también salió lava de otra fisura del volcán, esa vez fueron 20 kilómetros de lava”, relató.
“Creemos que por lo menos el 50% de las casas de la comunidad quedarían destruidas porque están en el camino de la lava”, agregó Pineda, quien explicó que han elaborado planes de evacuación en caso de que las condiciones se agraven.
“Por las noches, cuando el volcán hace erupción, todo se tiñe rojo, todo brilla, parece como que fuera de día”, sostuvo el presidente de la organización local.
Cuando la lava se acerca a los ríos de roca negra se eleva la temperatura, se percibe un leve olor a azufre y se escucha como el crujir del carbón.
“Es importante que se sepa que necesitamos ayuda, quizás alguien pueda ayudarnos a nivel internacional”, dijo Pineda.
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