Gran Bretaña lloró el viernes la muerte del príncipe Felipe, el esposo de la reina Isabel II, desde el momento en que la BBC interrumpió su programación para transmitir el himno nacional, “God Save the Queen” (“Dios salve a la reina”).
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Poco después del anuncio, la gente comenzó a hacer fila frente al Palacio de Buckingham para ver el aviso oficial del deceso que se había colocado en la reja. La bandera del palacio, la residencia de la reina en Londres, se bajó a media asta.
El primer ministro británico, Boris Johnson, dijo que Felipe “se ganó el afecto de generaciones aquí en Gran Bretaña, en la Commonwealth y en todo el mundo”.
“Como el conductor de carruajes experto que era, ayudó a dirigir a la familia real y la monarquía para que siguiera siendo una institución indiscutiblemente vital para el equilibrio y la felicidad de nuestra vida nacional”, dijo Johnson.
Keir Starmer, líder del opositor Partido Laborista, fue uno de los primeros en extender sus condolencias, destacando el largo historial de servicio público de Felipe, primero como oficial naval durante la Segunda Guerra Mundial y luego durante más de 70 años de matrimonio con la reina.
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“Será recordado sobre todo por su extraordinario compromiso y devoción a la Reina”, dijo Starmer en un comunicado.
“Durante más de siete décadas, ha estado a su lado. Su matrimonio ha sido un símbolo de fuerza, estabilidad y esperanza, incluso cuando el mundo a su alrededor cambió, más recientemente durante la pandemia. Fue una sociedad que inspiró a millones en Gran Bretaña y más allá”.
Los líderes mundiales también expresaron su pesar. El expresidente de Estados Unidos George Bush y su esposa Laura ofrecieron sus condolencias a la monarca y toda la familia real.
“Representó al Reino Unido con dignidad y aportó una fuerza y apoyo inagotables a la soberana”, dijo Bush en un comunicado. “Laura y yo tenemos la suerte de haber disfrutado del encanto e ingenio de su compañía, y sabemos cuánto lo echarán de menos”.