Haití no tiene una sola vacuna que ofrecer a sus más de 11 millones de habitantes un año después del inicio de la pandemia del coronavirus y los expertos temen que se esté sacrificando el bienestar de los haitianos en medio de la violencia y la inestabilidad política que estremecen el país.
Por ahora Haití puede esperar solo 756.000 vacunas de AstraZeneca distribuidas por un programa de las Naciones Unidas que hace llegar dosis a los países más necesitados. Estas dosis gratis debían llegar a más tardar en mayo, pero es previsible que se demoren porque Haití no cumplió un plazo y un productor indio está dando prioridad a la demanda interna.
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“Haití completó hace poco la documentación requerida para los envíos”, declaró Gavi, la Alianza de Vacunas, con base en Ginebra, que administra en parte el programa de la ONU, llamado COVAX.
Haití tampoco se apuntó para un programa piloto que distribuyó vacunas, según la Organización Panamericana para la Salud. Una portavoz, no obstante, elogió otros esfuerzos de los haitianos relacionados con la pandemia, como una mejoría en la preparación de los hospitales.
Un centro de investigación del estado de los derechos humanos citado por un informe del Departamento de Estado de Estados Unidos, mientras tanto, dijo que el gobierno haitiano malversó más de un millón de dólares en ayuda para combatir el coronavirus. El informe acusó asimismo a funcionarios del gobierno de gastar 34 millones de dólares “de la forma más turbia”, ignorando un organismo que debe aprobar los contratos del estado.
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Lauré Adrien, director general del Ministerio de Salud de Haití, atribuyó la demora en la llegada de vacunas a las suspicacias en torno a la vacuna de AstraZeneca y al temor de que el país no tenga la infraestructura necesaria para almacenar las vacunas. Agregó que su dependencia prefiere una vacuna de una sola dosis. AstraZeneca requiere dos.
“No es ningún secreto que no tenemos buena capacidad para almacenar” las vacunas, expresó. “Queremos asegurarnos de que tenemos todo bajo control antes de recibir las vacunas”.
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Adrien sostuvo que el dinero que recibió su dependencia fue bien usado, pero que no respondía por otros organismos del gobierno. Un portavoz de la presidencia no respondió a llamados para hablar del tema.
Las naciones pobres deben esperar mucho tiempo por las vacunas de COVAX ya que los países ricos acaparan las existencias. La mayoría, no obstante, recibieron al menos un cargamento inicial. Algunas se procuran vacunas a través de donaciones o de acuerdos privados.
Haití reporta 12.700 contagios y 250 muertes, cifras que los expertos creen distan mucho de la realidad.
Si bien en las empresas sigue siendo obligatorio el uso de barbijos, hace rato que se suspendieron los cierres de aeropuertos y los toques de queda, y no hay muchas precauciones adicionales.
“La gente no cree realmente en el coronavirus”, expresó Esther Racine, de 26 años y quien tiene dos hijos cuyo padre falleció en el catastrófico terremoto del 2010.
Racine trabajó alguna vez como empleada doméstica, pero empezó a vender tapabocas al principio de la pandemia. Llegó a vender 800 barbijos al mes y ahora apenas si vende 200.
“Mire alrededor suyo”, comentó, señalando hacia una multitud de personas sin tapabocas en el centro de Puerto Príncipe. Sus únicos clientes hoy son personas que necesitan tapabocas para entrar a una tienda.
Dice que los haitianos tienen otras preocupaciones. “A la gente le preocupa más la violencia que el virus”, afirmó.
Manifestaciones de protesta y un aumento en los secuestros y en las matanzas perpetradas por pandillas hacen que muchos se pregunten cómo se hará para vacunar a la gente dada la inestabilidad y el miedo a salir de la casa.
Hay además quienes tienen temor de vacunarse a pesar de las campañas educativas. Por otro lado, algunos funcionarios expresaron preocupación por la vacuna AstraZeneca, que está siendo cuestionada en Europa porque algunas personas que la recibieron sufrieron coágulos sanguíneos.
“No podemos recibir la vacuna y después descubrir que expiran porque nadie quiere vacunarse”, sostuvo Adrien.
Entre quienes dicen que no piensan vacunarse figura Dorcelus Perkin, propietario de una fábrica de ladrillos. Una mañana reciente este hombre de 60 años supervisó a más de una docena de empleados que trabajaban al aire libre. Nadie tenía equipo de protección personal.
“No podemos usar tapabocas bajo el sol. Te sofocarías”, expresó. Acotó que el sol mata el virus, algo que los científicos no han comprobado.
Perkin atribuye su buena salud a que todos los días bebe té verde con sal. “Creo más en estos remedios que en las vacunas. No sé qué hay adentro de las vacunas”.
Organizaciones internacionales están detrás de la mayoría de los recursos y de las campañas educativas relacionadas con el COVID-19 en Haití. La Organización Panamericana de la Salud suministró al gobierno 500 kits de pruebas, junto con instrucciones sobre las diagnosis de los laboratorios y la detección del virus. También aportó termómetros, equipo de protección personal y otros insumos, incluidos megáfonos y baterías para los trabajadores que van a zonas rurales.
La OPS entrenó asimismo a 2.800 trabajadores del campo de la salud de Haití y mantuvo reuniones con líderes comunitarios, incluidos sacerdotes vudú y parteras tradicionales para compartir información acerca de las medidas preventivas y los centros de tratamiento.
En mayo del 2020, la directora de la organización dijo que le preocupaba sobremanera los efectos de un potencial brote en gran escala dada la fragilidad de los servicios sanitarios de Haití y el hecho de que mucha gente vive en casas atestadas y no tiene acceso a agua limpia.
Varios expertos, no obstante, dicen perplejos que el temido brote no se produjo.
“Es sorprendente para mucho”, comentó Aline Serin, directora de una misión de la organización de ayuda Médicos Sin Fronteras. “Por el momento, no hay suficientes investigaciones ni documentación que explique por qué algunos países son menos afectados por casos severos de COVID-19”.
No está claro cuándo llegarán las primeras vacunas de COVAX.
Haití es una de 92 naciones de bajos ingresos que esperan esas vacunas. Es asimismo uno de los países afectados por el anuncio de la semana pasada de que se suspendían las entregas de marzo y abril de las órdenes hechas por el programa al Instituto Serum de la India —el productor de vacunas más grande del mundo— en medio de un aumento en los contagios en la India.
Cuando haya dosis disponibles, los expertos pronostican que será complicado hacer que lleguen a los brazos de los haitianos.
Primero habrá que convencer a gente como Duperval Germain, un carpintero de 55 años que dice que ni él ni sus hijos se vacunarán. Teme enfermarse si se vacuna y no recibir tratamiento adecuado.
“Todos estos jefes de estado que hemos tenido, si se enferman, se van de aquí”, expresó. “Si yo me enfermo, adónde me voy? Que se guarden sus vacunas. Que las usen donde las necesitan. Haití no necesita vacunas”.