Los manifestantes que protestan contra el golpe de Estado militar del mes pasado en Myanmar regresaron a las calles el jueves, impasibles tras la muerte de al menos 38 personas a manos de las fuerzas de seguridad en la víspera.
Las protestas se repitieron en al menos tres zonas de la principal ciudad del país, Yangón, que fueron escenario de violencia durante los últimos días. La policía recurrió una vez más a la fuerza para dispersar a los inconformes, según reportes en redes sociales.
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Las movilizaciones continuaron también en Mandalay, la segunda ciudad más grande, donde se desplegó una formación de cinco aviones de combate en lo que parecía ser una amenazante demostración de fuerza.
La enviada especial de Naciones Unidas para Myanmar, Christine Schraner Burgener, dijo que 38 personas fueron asesinadas el miércoles, una cifra consistente con otros reportes. Es el peor dato desde la sublevación militar del 1 de febrero que derrocó al gobeirno electo de Aung San Suu Kyi.
Desde entonces se ha confirmado la muerte de más de 50 civiles, en su mayoría pacíficos, a manos de policías y soldados.
El Consejo de Seguridad de la ONU tiene previsto reunirse a puerta cerrada el viernes para abordar los llamados a responder al golpe — entre ellos el del secretario general, António Guterres — y a la creciente represión militar. Es difícil que se concierte una acción coordinada de algún tipo ya que dos de los miembros permanentes del Consejo, Rusia y China, probablemente la vetarían. Algunas naciones han impuesto o están considerando imponer sus propias sanciones.
Schraner Burgener dijo que advirtió al Ejército que la comunidad internacional y el Consejo “podrían tomar importantes y enérgicas medidas (…) Y la respuesta fue ‘Estamos acostumbrados a las sanciones y sobrevivimos a esas sanciones en el pasado’”.
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En su aviso, la enviada de la ONU apuntó ademas que el país quedaría aislado, a lo que sus interlocutores respondieron “Tenemos que aprender a caminar con solo unos pocos amigos”.
La sublevación revirtió años de lento avance hacia la democracia en Myanmar, que durante cinco décadas languideció bajo un estricto régimen militar que derivó en aislamiento y sanciones internacionales. A medida que los generales suavizaron su control, que culminó con el ascenso de Suu Kyi al poder tras las elecciones de 2015, la comunidad internacional respondió levantando la mayoría de las sanciones e invirtiendo.
Según Schraner Burgener, la junta militar está sorprendida por la firme oposición al golpe, que está liderada por jóvenes.
“Creo que el Ejército está muy sorprendido de que no funcione porque en el pasado, en 1988 y en 2007 y en 2008, funcionó”, señaló refiriéndose a otras violentas represiones de movimientos populares contra la junta.