Después de escuchar un alegato acusador acompañado por imágenes violentas del ataque al Congreso, la defensa de Donald Trump toma la palabra el viernes, dispuesta a hacer una concesión fundamental: la violencia fue tan traumática, inaceptable e ilegal como dicen los demócratas. Sin embargo, dirán, Trump no tuvo nada que ver con ella.
Reconocer los horrores de la jornada tiene por objeto mellar el impacto visceral de los argumentos demócratas y virar rápidamente a lo que consideran el asunto medular del juicio, y con más posibilidades de ganar: si es que se puede considerar al entonces presidente Trump responsable de incitar el ataque del 6 de enero. Cinco personas murieron a causa del asalto al Capitolio y sus secuelas.
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Es un argumento dirigido a los senadores republicanos, que quieren aparecer condenando la violencia, pero sin llegar a condenar al ahora exmandatario.
“No lo han vinculado en absoluto con Trump”, dijo David Schoen, uno de los abogados del expresidente, hacia el final de los dos días que se tomaron los demócratas para tratar de demostrar precisamente eso.
Anticipó la esencia de su alegato el martes al decir al jurado integrado por los senadores: “No es necesario mostrar películas para demostrar que los disturbios sucedieron aquí. Reconoceremos que sucedió y que ustedes lo conocen bien”.
El proceso podría culminar con una votación este fin de semana por parte de los senadores, que fungen como jurado.
En documentos legales y alegatos al inicio de la semana, los abogados de Trump dejaron en claro su posición, de que los responsables de los disturbios fueron los revoltosos que asaltaron el edificio y que están siendo juzgados por la justicia.
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Anticipándose a la táctica de la defensa, los acusadores buscaron unir la retórica del presidente a las acciones de la turba mediante una reconstrucción de videos hasta ahora inéditos, con declaraciones de Trump en las que exhorta a sus seguidores a anular los resultados de la elección.
Al finalizar su presentación el jueves, los demócratas utilizaron videos y palabras de la turba el 6 de enero para incriminar a Trump. “Nos invitaron a venir”, dijo uno. “Trump nos envió”, dijo otro. “Él va a estar feliz. Estamos luchando por Trump”.
“Realmente creyeron que toda esta invasión fue por órdenes del presidente”, dijo la representante Diana DeGette. “El presidente les dijo que vinieran”.
El objetivo de los fiscales fue retratar a Trump no como un espectador sino como el “incitador en jefe” que durante meses difundió mentiras y acicateó a sus seguidores a no reconocer la elección.
Además de la condena, piden que sea vetado de cualquier función pública federal en el futuro.
Trump está acusado de incitar la insurrección, y los fiscales señalaron que era el asalto era predecible dadas las múltiples instrucciones públicas y detalladas que les dio a sus simpatizantes mucho antes de su discurso en la Casa Blanca que desató el asalto del 6 de enero.
“Si pretendemos que esto no sucedió, o peor, si permitimos que no tenga consecuencias, ¿quién dice que no sucederá de nuevo?”, argumentó el jueves el representante demócrata Joe Neguse, en su calidad de fiscal. Los demócratas advirtieron que, incluso fuera del gobierno, Trump podría incitar a una turba de simpatizantes a causar daños similares.
Los demócratas, que tienen pocas esperanzas de lograr una condena de parte de las dos terceras partes de un Senado dividido exactamente por la mitad, también están presentando sus argumentos ante el pueblo estadounidense, mientras que los abogados de Trump y los republicanos se enfocan más en lo legal que en las cuestiones emotivas o histórica, con la esperanza de dejar todo esto en el pasado lo más rápido posible.
El segundo juicio político a Trump, bajo el cargo de incitar a una insurrección, es similar al proceso que enfrentó el año pasado en torno a sus relaciones con Ucrania, y los fiscales advierten al Senado que Trump ha demostrado que no tiene límites y representa un peligro constante al orden público a menos que sea condenado. Incluso fuera de la Casa Blanca, el exmandatario tiene una gran influencia sobre una enorme cantidad de votantes.
Los representantes demócratas que fungen como fiscales trazaron una línea recta entre los reiterados comentarios de Trump en los que condonaba e incluso celebraba la violencia —elogiando “a ambas partes” después una marcha de supremacistas blancos en Charlottesville, Virginia, en 2017— y los comentarios con que exhortó a sus simpatizantes el mes pasado a dirigirse hacia el Capitolio y luchar por su presidencia. Propagó afirmaciones falsas de fraude electoral y pidió a sus seguidores que “detuvieran el robo” de su presidencia.