Investigadores del gobierno estadounidense concluyeron que usar dos mascarillas es mejor que una para frenar la propagación del COVID-19, pero las autoridades de salud no recomendaron su uso generalizado.
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) informaron el miércoles los resultados de un experimento de laboratorio que separó dos cabezas artificiales a casi 2 metros (6 pies) entre sí para verificar cuántas partículas del tamaño del coronavirus, arrojadas por una, fueron inhaladas por la otra.
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Los investigadores encontraron que usar un cubrebocas quirúrgico o de tela bloqueaba un 40% de las partículas que se dirigían hacia la cabeza que estaba inhalando. Cuando se usaba una mascarilla de tela encima de una quirúrgica, se bloqueaba hasta un 80% de las partículas.
Si ambas cabezas tenían doble mascarilla, se bloqueaba más del 95% de las partículas, dijo el doctor John Brooks de los CDC.
“El primer reto es conseguir que la mayor cantidad de gente posible use cubrebocas y para quienes los usan, es ayudarlos a obtener el mejor beneficio”, dijo Brooks.
El estudio tuvo muchas limitaciones: los investigadores utilizaron una marca de mascarilla quirúrgica y un tipo de mascarilla de tela, y no está claro si los resultados serían los mismos con todos los productos, pero el estudio hace eco de investigaciones anteriores que indican que dos mascarillas son mejores que una o que ninguna.
Algunos estadounidenses ya han comenzado a usar doble cubrebocas. Los expertos creen que eso se debe, al menos en parte, a la preocupación por las nuevas cepas que se han descubierto y que se propagan con más facilidad.
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Las recomendaciones de las autoridades de salud han evolucionado a lo largo de la pandemia.
Cuando comenzó la crisis del COVID-19 y las mascarillas desaparecieron de las tiendas, las autoridades desaconsejaron su uso. “En serio gente, ¡DEJEN DE COMPRAR MASCARILLAS!”, tuiteó hace casi un año el entonces director de salud pública de Estados Unidos, Jerome Adams.
Dos meses más tarde, después de que quedó claro que las personas infectadas que no presentaban síntomas podían propagar el virus, los CDC comenzaron a recomendar que las personas usaran mascarillas en público.
El uso del cubrebocas aumentó y en algunos lugares son obligatorios, pero muchos estadounidenses continúan sin usarlos.