En la primera semana de diciembre, el primer ministro de Portugal hizo un regalo de Navidad a una población agotada por la pandemia: se levantaron las restricciones a viajes y reuniones entre el 23 y el 26 de diciembre, para que pudieran pasar las fiestas con amigos y familiares.
Poco después de esas visitas, la pandemia se salió rápidamente de control.
PUBLICIDAD
El 6 de enero, el número de casos diarios confirmados de COVID-19 superó los 10.000 por primera vez. A mediados de enero sonaron las alarmas con nuevos récords de muertes y contagios cada día, y el gobierno ordenó al menos un mes de confinamiento. Una semana más tarde se cerraron las escuelas.
Pero era demasiado poco, demasiado tarde. Durante casi una semana, Portugal tuvo las tasas más altas del mundo de casos diarios y muertos por cada 100.000 habitantes, según estadísticas recopiladas por la Universidad Johns Hopkins.
Ahora, ante los sobrecargados hospitales del país se forman largas filas de ambulancias que esperan durante horas para llevar a sus pacientes de COVID-19.
PUBLICIDAD
Los problemas de Portugal ilustran el riesgo de bajar la guardia de la pandemia ante una nueva variante más contagiosa.
La expansión de la pandemia en el continente se ve impulsada cada vez más por una mutación especialmente contagiosa detectada por primera vez el año pasado en el sureste de Inglaterra, según los expertos en salud. La amenaza ha hecho que los gobiernos introduzcan nuevas cuarentenas y toques de queda.
Viggo Andreasen, profesor asistente de epidemiología matemática en la Universidad de Roskilde, al oeste de Copenhague, dijo que la nueva variante ha cambiado las reglas.
“En la superficie puede que las cosas se vean bien, pero por debajo, la (nueva) variante acecha”, dijo a The Associated Press. “Todo el mundo en el sector sabe que viene un juego nuevo”.
En Dinamarca, la variante amenaza con sacar la pandemia de control pese al éxito relativo inicial para contener el virus. La primera ministra, Mette Frederiksen, dijo este mes que “es una carrera contra el tiempo” para vacunar a la gente y frenar el avance de la variante antes de que esté demasiado extendida para detenerla.
En Holanda, el Instituto Nacional para la Salud Pública y el Medio Ambiente reportó la semana pasada un aumento de los casos de la nueva variante y advirtió que impulsaría el número de hospitalizaciones y muertes.
“Son básicamente dos epidemias separadas de COVID-19: una epidemia relacionada con la ‘vieja’ variante, en la que los contagios están remitiendo, y otra epidemia relacionada con la (nueva) variante, en la que los contagios están aumentando”, señaló el organismo.
Holanda inició una dura cuarentena de cinco semanas a mediados de diciembre, cerrando escuelas y negocios no esenciales ante el aumento de los contagios. El primer ministro, Mark Rutte, amplió la cuarentena en otras tres semanas el 12 de enero, debido a las preocupaciones por la nueva variante.
El gobierno holandés dio un paso más allá la semana pasada y aprobó un toque de queda de 21:00 a 4:30, además de limitar a uno al día el número de invitados que puede recibir la gente en su casa.
El descubrimiento de la nueva variante ha llevado a otros países de la UE a endurecer sus restricciones. Bélgica ha prohibido todos los desplazamientos no esenciales hasta marzo y Francia podría iniciar pronto un tercer confinamiento si su toque de queda de 12 horas al día no frena los contagios.
Se han detectado otras mutaciones del virus en Brasil y Sudáfrica.
Es probable que la variante detectada en Gran Bretaña se haya convertido en la fuente principal de contagios en Estados Unidos para el mes de marzo, según los expertos. Por el momento se ha identificado en más de 20 estados.
El principal experto del gobierno estadounidense en enfermedades infecciosas, el doctor Anthony Fauci, dijo que los científicos están preparando una actualización de las vacunas contra el COVID-19 dirigida a las variantes británica y sudafricana.
Moderna, que produce una de las dos vacunas que se están utilizando en Estados Unidos, indicó que está empezando las pruebas de una posible dosis de refuerzo contra la versión sudafricana, una variante que Fauci dijo era “incluso más ominosa” que la británica.
Pfizer, que fabrica una vacuna similar contra el COVID-19, dijo que su fármaco parece eficaz contra la variante iniciada en Gran Bretaña, aunque aún hay dudas sobre la sudafricana.
Ante ese panorama, Estados Unidos restablecerá las restricciones a la llegada de viajeros no estadounidenses desde Gran Bretaña, otros 26 países europeos y Brasil, además de incluir Sudáfrica a la lista.
Portugal ha pasado por una curva de aprendizaje bastante brusca.
Ricard Mexia, director de la Asociación Nacional portuguesa de Médicos de Salud Pública, dijo que el gobierno debería haber reforzado sus preparativos para enero antes de relajar las restricciones en Navidad, pero no lo hizo.
“El problema no ha sido sólo no reaccionar deprisa, sino también no ser proactivo” para adelantarse a las complicaciones, explicó a AP. Las autoridades, señaló, “deben ser más asertivas”.
Un informe del 3 de enero del Instituto Nacional de Salud Doctor Ricardo Jorge, que monitorea el virus en Portugal, indicó que las pruebas habían identificado 16 casos de la nueva variante en el territorio continental portugués, 10 de ellos en viajeros en el aeropuerto de Lisboa. No especificó desde dónde habían llegado.
Las autoridades trataron de compensar el tiempo perdido, añadiendo restricciones aún más estrictas a la cuarentena apenas tres días después de anunciarla. Pero los contagios y las muertes siguieron creciendo.
Apenas dos semanas después, la agencia de monitoreo estimó que se habían producido casos de la nueva variante de Portugal en diciembre y advirtió que la proporción de casos atribuidos a la variante británica podría alcanzar el 60% para principios de febrero.
El gobierno no canceló los vuelos con destino y origen en Gran Bretaña hasta el sábado, cuando atribuyó el devastador auge de la enfermedad a esa variante.
La Organización Mundial de la Salud está evaluando el impacto de las nuevas variantes, según dijo este mes el responsable de emergencias de la agencia, aunque advirtió de que también se estaba señalando a las variantes como chivos expiatorios.
“Es muy fácil culpar a la variante y decir ‘Lo hizo el virus’”, dijo el doctor Michael Ryan a la prensa en Ginebra. “Bueno, por desgracia también fue lo que nosotros no hicimos”.