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Lazos entre congresista de Nueva York y Maduro podrían ayudar a Biden

Dialogar con Maduro o no: esa es la incómoda pregunta que enfrenta el gobierno del presidente electo

Gregory Meeks AP/ archivo

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Miami – Luego de un fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez, el congresista Gregory Meeks descansaba en el complejo Kennedy de Cabo Cod con un joven legislador de Venezuela con un tupido bigote llamado Nicolás Maduro.

Las fotografías del encuentro de 2002 muestran a los dos hombres de pie, hombro con hombro, tras haber conectado gracias a su amor compartido por el béisbol y a las historias de sus inusuales infancias: la de Maduro en las calles de Caracas, donde radicales de izquierdas como él fueron asesinados, y la de Meeks en un bloque de vivienda pública en Harlem, hijo de un boxeador y una maestra en apuros.

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El intercambio sería poco más que una anécdota de nos ser porque Maduro llegó a la presidencia de Venezuela en 2013 y Meeks ascendió en la despiadada política de Washington hasta convertirse este mes en el primer presidente negro del Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes.

Ahora, dos décadas después, el representante demócrata de Nueva York dice estar listo, si se lo piden, para enfrentarse a Maduro, a quien recuerda de aquella época como una persona que sabe escuchar y comprometida con la justicia social.

“No habrá concesiones ni recuerdos de los buenos tiempos”. afirmó Meeks en una entrevista con The Associated Press esta semana. “Tendríamos conversaciones realmente duras sobre lo que ha ocurrido y lo que debería ocurrir para deshacer algunas de las cosas autoritarias que han sucedido desde que asumió la presidencia”.

Dialogar con Maduro o no: esa es la incómoda pregunta que enfrenta el gobierno del presidente electo, Joe Biden, mientras reevalúa una política estadounidense que ha motivado a los exiliados conservadores en Miami pero que ha hecho poco para quebrar el control de Maduro en el país o para aliviar el sufrimiento de los venezolanos de a pie.

Los asesores de Biden afirmaron que el demócrata, que asumirá la presidencia el 29 de enero, tiene opciones limitadas para presionar a Maduro y que no hay planes para levantar las asfixiantes sanciones al petróleo o la acusación contra Maduro por narcotráfico.

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Pero los analistas esperan que Biden rebaje las críticas casi diarias a Maduro y las amenazas de la “opción militar” que caratcerizaron la política exterior de Donald Trump, donde Venezuela ocupó un espacio privilegiado. En su lugar, ha prometido hacer hincapié en un enfoque multilateral con el objetivo de celebrar elecciones libres y justas lo antes posible.

Ahora llega Meeks, quien acudió al funeral de Chávez en 2013 en nombre del gobierno del expresidente Barack Obama y cuya larga relación con Latinoamérica lo coloca en una posición ideal para abrir espacio a la diplomacia. Aunquue no habla español, su reputación como directo le ha valido le respeto en una región dividida ideológicamente.

Entre aquellos con quienes ha establecido una improbable alianza está el expresidente de Colombia Álvaro Uribe, un conservador que trabajó para mejorar la situación de los afrocolombianos como parte de las conversaciones de libre comercio de hace una década que Meeks respaldó desafiando a su partido. La relación con Uribe — idolatrado por la oposición venezolana y demonizado por la izquierda latinoamericana — podría serle útil en su intento por crear impulso para un políticamente tenso contacto con Maduro.

“Maduro no se fía ni de su propia sombra. Pero podría confiar en Gregory Meeks”, dijo el exrepresentante Bill Delahunt, quien viajó con Meeks al funeral de Chávez y dos veces más a Caracas en una misión antes secreta para mejorar las relaciones bilaterales. “Si alguien puede hacer avanzar las cosas, ese será Meeks. No tengo ninguna duda de que será un activo incalculable para el gobierno de Biden”.

Meeks dijo que no se está presentando como un mediador, pero está dispuesto a hablar con el gobierno de Maduro si los aliados en América Latina, la Unión Europea y el gobierno de Biden ven valor en este enfoque.

Apuntó que su primer viaje en el cargo en el que sucede a Eliot Engel, también congresista de Nueva York, será a Haiti y Colombia, incluyendo una visita a la frontera con Venezuela, donde miles de migrantes cruzan a diario en busca de comida y atención médica.

“Quiero que la gente sepa que Latinoamérica no será una opción añadida”, explicó Meeks.

Una opinión más polémica es que está dispuesto a involucrar a los socios incondicionales de Maduro, Cuba y Rusia, en cualquier negociación que pueda surgir, asumiendo que los aliados de Washington estén de acuerdo.

“Esa es una posibilidad”, dijo, agregando que la designación esta semana por parte del gobierno de Trump de Cuba como un país patrocinador del terrorismo dificultará cualquier acercamiento. “Así es como se resuelve cualquier problema importante. Implicas a mucha gente distinta para que el pueblo de Venezuela tenga confianza en el proceso electoral”.

Un cable reciente del Departamento de Estado defendiendo el enfoque conservador del ejecutivo de Trump advirtió que Rusia está trabajado en estrecha colaboración con funcionarios militares y financieros de Maduro para socavar la seguridad en el hemisferio. El mensaje, del cual un empleado del Congreso entregó una copia a la AP de forma anónima por estar compartiendo comunicaciones diplomáticas, defiende un apoyo más agresivo a los esfuerzos prodemocracia dentro de Venezuela para complementar las sanciones de Washington.

“Rusia ha utilizado su relación con el régimen para, de una forma simbólica y pública, desafiar a Estados Unidos”, apuntó el cable del 9 de septiembre, que está etiquetado como “sensible pero no clasificado”. Fue enviado al secretario de Estado, Mike Pompeo, por James Story, embajador responsable de la Unidad de Asuntos de Venezuela en Colombia.

“Si se deja que se agrave, Venezuela resultará ser un problema muy preocupante de una parte de la política exterior estadounidense en la región y resultará muy costoso para los intereses nacionales de Estados Unidos”, concluyó el cable.

Un vocero del equipo de transición de Biden declinó realizar comentarios.

La relación de casi 20 años de Meeks con Maduro comenzó cuando ambos fundaron lo que se conocía como el Grupo de Boston. La red informal de legisladores estadounidenses y venezolanos de todo el espectro político — demócratas, republicanos, socialistas y capitalistas — se reunió en Washington y Cabo Cod para reparar las relaciones bilaterales luego del breve golpe contra Chávez que Washington reconoció rápidamente.

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