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Más expuestas a metales pesados las embarazadas en Puerto Rico

En Puerto Rico existen al menos 18 ‘superfunds’, como se le conoce en inglés a los lugares en los que han permanecido desperdicios tóxicos y que pueden afectar a comunidades cercanas

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Un estudio de la Universidad de Rutgers, enfocado en una población de 815 mujeres puertorriqueñas embarazadas y liderado por la boricua Zorimar Rivera Núñez, encontró que la exposición a altos niveles de ciertos metales tiene como consecuencia un mayor riesgo de complicaciones prenatales, particularmente partos prematuros y bebés de bajo peso.

El hallazgo debería levantar bandera en Puerto Rico, donde, según explicó la doctora Rivera Núñez, existe una alta prevalencia de lugar conocidos en inglés como ‘superfunds’, como se les llama a espacios donde se han depositado desperdicios que contienen materiales nocivos para las comunidades circundantes.

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La investigación de Rutgers, ubicada en el estado de Nueva Jersey, se desarrolló como parte del estudio Puerto Rico Testsite for Exploring Contamination Threats (PROTECT), que a su vez es financiado por el Superfund Research Program de los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, en inglés).

“Por la naturaleza del embarazo, las mujeres embarazadas están más susceptibles a contaminantes y muchas otras cosas. No solamente, los metales, porque hay muchos otros contaminantes. En el embarazo, el funcionamiento biológico cambia e inmunológicamente son más sensibles a diferentes cambios. (Por ejemplo, cambia) cómo se metabolizan todos los químicos y por eso, al igual que los ancianos o niños pequeños son más suceptibles a la mayoría de los químicos”, sostuvo Rivera Núñez en entrevista con Metro.

En Puerto Rico, actualmente, hay 18 ‘superfunds’ identificados en un listado de la Agencia federal de Protección Ambiental (EPA). La mayoría de estos lugares era ocupados por una compañías que operaban llevaban a cabo operaciones de disposición (vertederos), reciclaje o actividades bioquímicas que, al abandonar el lugar, dejaron a su paso rastros de material contaminante, como los metales.

“Si vives en un sitio con muchas áreas contaminadas, tu riesgo va a ser más alto de que los efectos nocivos de esos contaminantes puedan afectar tu salud”, manifestó Rivera Núñez.

La investigación liderada por Rivera Núñez se enfocó en mujeres residentes de la zona norteña del carso, ya que se trata de una región con alta cantidad de acuíferos, lo que en teoría debe elevar la exposición de la población a los contaminantes. Para propósitos del estudio, a las mujeres se les tomaron muestras sangre y orina en dos ocasiones a lo largo de su embarazo para poder medir la concentración de metales en su cuerpo.

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La exposición a metales “es en diferentes rutas (como a través del consumo de) comida y bebida. En diferentes áreas de Puerto Rico hay más contaminación de aire que en otros sitios, y algunos contaminantes viajan en el aire y los puedes inhalar. Para la población específica de PROTECT se encontraron algunos predictores (de presencia) de ciertos metales en la población”, explicó Rivera Núñez.

“En las poblaciones de mujeres embarazadas, las concentraciones de metales que se encontraron en Puerto Rico son comparables con otras poblaciones que se han estudiado tanto en Estados Unidos como en otros sitios. Siempre habrá diferencias, y esas diferencias vienen de estilos de vida, dietas específicas y contaminantes específicos que hay alrededor de donde las personas viven”, añadió la profesora del Departamento de Bioestadísticas y Epidemiología de Rutgers.

Como ejemplo, Rivera Núñez narró que la investigación halló que las mujeres que bebían agua proveniente del sistema Autoridad de Acueductos y Alcantarillados solían exhibir concentraciones más altas de plomo que aquellas que consumían agua embotellada, lo que evidencia diferencias basadas en el nivel socioeconómico.

“Si tienes los recursos probablemente puedes acceder a agua embotellada. También, si conoces del problema del plomo, porque tu nivel de educación es más alto, el nivel de plomo era menor”, precisó Rivera Núñez, quien completó su bachillerato en microbiología en el Recinto de Mayagüez de la Universidad Puerto Rico (UPR) y su maestría en salud ambiental en el Recinto de Ciencias Médicas (RCM), campo en el que obtuvo su doctorado de la Universidad de Michigan.

Las concentraciones de los distintos metales varían dependiendo del lugar, indicó la experta. En las mujeres que participaron del estudio de PROTECT, por ejemplo, se han encontrado niveles de cadmio y plomo –que para los humanos no cumplen función biológica alguna– menores al promedio, pero en otros, como el manganeso, ocurre lo contrario.

“El manganeso es un metal esencial, o sea, que lo necesitamos para los procesos biológicos del cuerpo, pero a niveles más altos de lo normal puede ser perjudicial. La evidencia científica sugiere que es el manganeso una neurotoxina”, explicó Rivera Núñez, al aclarar que, los niveles de concentraciones podrían ser distintos si se estudiaran poblaciones en otras regiones del país.

“Si vas a Peñuelas y le tomas una muestra de sangre a las mujeres que viven allí, puede que tengan niveles más altos (de otros metales)”, ilustró la profesora.

Específicamente, altas concentraciones de metales en el cuerpo llegan a afectar el sistema endocrino, que a su vez controla el funcionamiento hormonal del sistema, expuso la investigadora.

Las consecuencias negativas sobre el embarazo suelen incluir el parto prematuro y el bajo peso del bebé al nacer, incluso cuando el parto se da dentro del término esperado.

En el caso de “los bebés que nacen antes de la semana 37 del embarazo, su sistema no está completamente desarrollado. A corto plazo son más pequeños, más vulnerables y su cerebro no está completamente desarrollado. A largo plazo hay problemas neutológicos, de crecimiento, desarrollo general. Algunas investigaciones han identificado que el asma está asociado a algunos bebés que nacen antes de tiempo”, enumeró Rivera Núñez.

En Puerto Rico, la prevalencia de partos pretérmino es hasta un 12% más elevada que en los Estados Unidos, señaló Rivera Núñez.

Entre las complicaciones que ha enfrentado el estudio, que comenzó en 2011, se cuentan los fenómenos naturales, como el huracán María hace tres años, y más recientemente las restricciones impuestas como consecuencia de la pandemia del Covid-19. Específicamente, Rivera Núñez mencionó que la segunda fase de la investigación, que comprende visitas a los hogares de las madres que fueron parte del estudio, con el objetivo de darles seguimiento al desarrollo de sus hijos, se ha visto retrasada.

“Tuvimos esos ‘gaps’ (interrupciones), muchos de los estudios se pusieron en pausa. A la larga veremos cuáles son los impactos, tanto en la data como en el proyecto, de estas situaciones que no están bajo nuestro control”, expresó la científica, al precisar que los fondos para el estudio tendrán vigencia hasta al menos el 2024.

El proyecto de PROTECT, detalló Rivera Núñez, ha contado con la colaboración de investigadores de la Universidad de Michigan, la Universidad de Georgia, la Universidad de Northeastern, así como de Carmen Vélez Vega, del RCM de la UPR.

“En términos de PROTECT y cualquier otro estudio que se enfoque en el embarazo debemos informar dos partes. Primero, a los doctores y enfermeras que están a cargo de velar por esos embarazos y lpor as mamás. No todos los médicos y las enfermeras tienen la capacidad de hablar de contaminantes ambientales y cómo se afecta el bebé. Segundo, a la población en general. Educar sobre cómo afecta a la población. Estamos en tiempos difíciles con lo del Covid y los asuntos ambientales pasan a un segundo plano y debemos recordar que nosotros nos exponemos a esto junto con muchas otras cosas”, afirmó Rivera Núñez al preguntársele cuáles deberían ser los resultados derivados de la investigación.

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