El Ala Occidental de la Casa Blanca tiene todo el aire de una ciudad fantasma. El personal teme contagiarse del nuevo coronavirus. Y en la residencia presidencial habitan hoy no uno sino dos pacientes del COVID-19, incluido un mandatario que se toma el virus a la ligera.
La decisión de Donald Trump de dejar el hospital militar donde estaba siendo atendido pone en situación incómoda a la gente que lo rodea, que podría contagiarse si él no respeta los estrictos protocolos de aislamiento que deben seguir los pacientes del coronavirus.
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A lo largo de la pandemia, los guardias, escoltas, el personal de la cocina y los miembros del servicio secreto han seguido cumpliendo con sus trabajos en lo que es ahora un foco de posibles contagios, con más de una docena de infectados en esta semana solamente.
Trump, quien todavía puede contagiar a otros, ha dejado en claro que no tiene la menor intención de acatar los protocolos existentes para los pacientes del virus.
Llegó a la Casa Blanca el lunes por la noche y con gesto desafiante se sacó el tapabocas para posar para fotos en un balcón. Poco después se lo vio rodeado de gente mientras grababa un mensaje en el que exhortó a los estadounidenses a no tenerle miedo al virus que ha matado más de 210.000 personas en Estados Unidos y a un millón en todo el mundo.
El portavoz de la Casa Blanca Judd Deere dijo que se estaban tomando “todas las precauciones” para proteger no solo a Trump y su familia sino a “todo el personal que trabaja en el complejo”. Aseguró que muy poca gente tendrá contacto físico con el mandatario y dispondrá de todo el equipo protector necesario.
De todos modos, el estado de ánimo en la Casa Blanca era sombrío y el personal teme haber estado expuesto al virus. Mientras se adaptan a la nueva realidad –un sitio laboral que se suponía era una burbuja en la que todos estaban a salvo y que en realidad no lo están– abundan las recriminaciones en torno a los informes contradictorios sobre la salud del presidente y a la falta de información a nivel interno.
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Muchos se enteraron de las pruebas positivas a través de los medios de prensa y varios podrían haberse expuesto al virus sin saberlo.
Recién el domingo por la noche, casi tres días después de que se le diagnosticó el virus a Trump, la Casa Blanca envió una notificación a su personal. En la que no mencionó el brote.
“Un recordatorio”, decía la nota. “Si siente síntomas, por favor quédese en su casa y no venga a trabajar”. A quienes tenían síntomas se les recomendaba que se fuesen “inmediatamente a casa” y contactasen a sus médicos, no a la Unidad Médica de la Casa Blanca.
El portavoz Deere dijo que los agentes que acompañaron a Trump cuando dio un paseo en auto por la Casa Blanca no corrieron riesgos ya que se habían tomado medidas de protección.
Los agentes, sin embargo, no opinaban lo mismo.
Varios que hablaron con la Associated Press expresaron alarma ante la política de la Casa Blanca en torno a los barbijos y la distancia social. Aseguraron que sus colegas estaban molestos, pero creían que no podían hacer nada.
Uno dijo que creía que algunos colegas no se habían contagiado de pura suerte.
Otros dijeron que están dispuestos a sobrellevar los peligros para los que han sido entrenados –balas, bombas, ataques biológicos–, pero que les molestaba correr riesgos adicionales por el comportamiento irresponsable de la Casa Blanca. Los agentes hablaron a condición de no ser identificados por temor a perder sus trabajos.
El Servicio Secreto se negó a revelar cuántos de sus empleados dieron positivo o se han tenido que confinar. Su portavoz Julia McMurray aseguró que la agencia “toma todas las medidas” necesarias para proteger a su personal.
Trump y su esposa Melania, quien también se contagió, permanecen en la parte residencial de la Casa Blanca. Son atendidos generalmente por unas 100 personas entre personal de limpieza, cocineros, jardineros y cinco o seis mayordomos, según Kate Andersen Brower, autora del libro “The Residence: Inside the Private World of the White House” (La residencia: Adentro del mundo privado de la Casa Blanca).
Desde que estalló la pandemia se redujo la cantidad de personal al nivel mínimo indispensable, el cual usa barbijos mucho más que en el Ala Occidental.
Brower dice que hace poco hablo habló con tres exempleados que expresaron preocupación por la salud de sus colegas, pero no quisieron ser identificados por temor a que ello pudiera acarrear consecuencias.
“Los mayordomos dijeron que desean proteger a la familia del presidente, pero que les preocupa la posibilidad de contagios”, expresó Brower. Agregó que la mayoría son gente de edad, “porque trabajan de una generación a otra. Son gente que lleva 20 o 30 años en ese trabajo. Quieren trabajar hasta que puedan cobrar una pensión completa”.
Muchos empleados de la parte residencial de la Casa Blanca son de raza negra o hispanos, dos de los grupos demográficos más golpeados por el virus.
Desde hace meses que el personal de limpieza viene expresando temor por su seguridad, incluida la falta de acceso a pruebas y equipo protector inadecuado.
La portavoz de la primera dama Stephanie Grisham dijo que “se están tomando todas las precauciones para garantizar la salud y la seguridad del personal de la residencia”, pero no quiso ser más específica.
El lunes casi no se vio gente en la Casa Blanca y quienes no estaban de turno prefirieron quedarse en sus casas. En la sala de prensa había un solo empleado, además de dos miembros del equipo médico que tomaban pruebas de COVID-19.