Después de recorrer por horas los humedales del Pantanal en busca de jaguares este mes, Daniel Moura se bajó de su lancha para ver los daños causados por incendios. En todas las direcciones solo vio devastación. Ninguna manifestación de vida silvestre, ni de la presencia del gobierno.
“Siempre veíamos jaguares. Una vez vi 16 jaguares en un solo día”, dijo Moura, un guía turístico, durante un recorrido por el parque estatal Encontro das Aguas, que este año perdió el 84% de su vegetación.
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“¿Adónde están esos animales ahora?”.
El Pantanal, como se llama a los humedales tropicales más grandes del mundo, son un destino apetecido por quienes quieren ver felinos furtivos, caimanes, capibaras y otros animales. Este año es excepcionalmente seco y hay una cantidad récord de incendios, tan intensos que en determinado momento el humo llegó a Sao Paulo, a 1450 kilómetros (900 millas).
El gobierno de Jair Bolsonaro dice que movilizó cientos de agentes federales y soldados para combatir las llamas. A lo largo de la única carretera que cruza el Pantanal, sin embargo, decenas de personas –bomberos, hacendados, guías turísticos y veterinarios– dijeron a la Associated Press que el gobierno exagera su respuesta y que su presencia fue limitada.
La poca asistencia que hubo llegó mayormente a través de aviones que dejaban caer agua, según los lugareños. Vino con muchas demoras y se enfocó sobre todo en las grandes haciendas, no en las zonas protegidas. Para peor, varios aviones permanecieron en tierra al comenzar este infierno.
“No veo mucha ayuda federal. Somos básicamente nosotros”, declaró Felipe Augusto Dias, director ejecutivo de SOS Pantanal, una organización ambientalista.
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A ambos lados de la carretera Trans-Pantanal –una zona donde debería haber abundante agua incluso en la temporada seca– se veía resequedad. Hasta el domingo, una cuarta parte del Pantanal había sido consumido por el fuego, según imágenes satelitales de la Universidad Federal de Río de Janeiro. La vegetación del Pantanal se regenera rápidamente con las lluvias, pero los animales peligran al quedarse sin su hábitat.
En las tierras quemada se veían animales lastimados y desorientados, así como otros carbonizados. En el río, la lancha de Moura pasó junto a una anaconda de dos metros (seis pies) muerta, enredada en la rama de un árbol. Un cervatillo, solo y perdido entre los arbustos humeantes, observó la lancha. El cielo tenía un color anaranjado apocalíptico.
Los incendios comenzaron en julio y siguen en septiembre. Ya se han registrado más de 17.000, más que el total de todo un año desde que se llevan registros de estos fuegos, empezando en 1998, y el triple del promedio anual, según la agencia espacial del gobierno, que usa satélites para contar los incendios.
Los fuegos, intencionales o causados por relámpagos, se esparcen fácilmente en las temporadas secas. Una investigación de la policía federal indica que incendios para despejar tierras para la ganadería en cuatro haciendas se expandieron y abarcaron 25.000 hectáreas, de acuerdo con el detective Alan Givigi. Los fuegos quemaron zonas protegidas y un parque nacional.
En su discurso de la semana pasada ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Bolsonaro dijo que Brasil era blanco de una campaña de desinformación y comparó la vulnerabilidad del Pantanal con la de California, sin aclarar que los incendios forestales de este año en el Pantanal destruyeron un área que es dos veces la de los fuegos de California.
“Los grandes incendios son una consecuencia inevitable de las altas temperaturas y de la acumulación de materia orgánica descompuesta”, sostuvo en un mensaje grabado con antelación.
Sin demasiada presencia del gobierno central, bomberos y voluntarios cavan fosas para frenar el avance del fuego y apelan a mangueras y baldes de agua. En una ruta de tierra que llega al Trans-Pantanal, un hombre con un balde de agua corría desde su desvencijado camión hasta un sector donde había llamas. Su esfuerzo no sirvió de mucho, ya que el viento encaminó el fuego hacia un árbol, provocando una explosión como si hubieran rociado gasolina.
“El viento cambió de dirección”, se lamentó Divino Humberto. “El fuego se dirige al bosque”.
El Ministerio de Defensa dijo a la AP que las cifras cambian todos los días, pero el 14 de septiembre, la Armada tenía 172 efectivos en el Pantanal en Mato Grosso, junto con 139 agentes federales y 11 aviones. El mismo día, bomberos estatales del Mato Grosso dijeron que había solo 60 efectivos de la armada y un solo avión.
En los cinco días que la AP pasó en el Pantanal este mes, no vio un solo miembro de las fuerzas armadas.
El ministerio de defensa no respondió a preguntas de la AP acerca de la disparidad de cifras.
El Instituto Chico Mendes, que administra los parques federales para el Ministerio de Medio Ambiente, contrató cinco aviones para que dejasen caer agua en el Mato Grosso, según un comunicado.
Los pilotos, no obstante, dicen que les negaron los permisos para volar al llegar a mediados de agosto, cuando los incendios ya llevaban semanas, a pesar de que había suficiente visibilidad.
“Los pilotos lo dijeron claramente: Si esos cinco aviones hubiesen trabajado durante esa semana, no habría habido un fuego tan grande”, expresó a la AP Mario Friedlander, ambientalista y fotógrafo que lleva 40 años trabajando en la región y que se ofreció como voluntario para combatir las llamas. “Se hubiera podido controlar el fuego”.
Un piloto dijo que la misión fue demorada porque quienes estaban a cargo querían esperar la llegada del ministro del medio ambiente. Pero al agravarse las cosas, se ordenó que los aviones sofocasen fuegos que quemaban puentes de la Trans-Pantanal. Luego se les dijo que se quedasen nuevamente en tierra.
Solo después de que el ministro del medio ambiente Ricardo Salles vino el 18 de agosto empezaron a volar regularmente, de acuerdo con un piloto, que pidió no ser identificado por temor a perder su trabajo.
El ministerio del medio ambiente declinó varios pedidos de comentarios.
Una fuente del Instituto Chico Mendes, mientras tanto, dijo que tirar agua desde aviones solo sirve si hay apoyo en la tierra, lo que a veces no se da. La fuente también pidió permanecer anónima porque no estaba autorizada a hablar en público.
Mientras se expandían los incendios, los animales resultaban lastimados, desplazados o morían. Los bomberos y la secretaría del medio ambiente del Mato Grosso abrieron un centro para animales rescatados.
“Tratamos de rescatar tantos animales como podamos”, dijo la veterinaria Karen Ribeiro luego de tratar un ala lastimada de un jabirú, un ave que simboliza el Pantanal.
Después de dar vueltas por ocho horas, Moura, el guía, finalmente encontró un jaguar. Cojeaba y tenía las pezuñas quemadas, según dijo.
Este mes el gobierno aprobó una partida del equivalente a 2,5 millones de dólares para combatir los incendios, aunque la mayor parte del dinero estará disponible solo después de que Mato Grosso consiga la aprobación de proyectos antes de que venza un plazo de 90 días. Hace una semana despachó a 43 bomberos de la guardia nacional a la región.
Los fondos y los efectivos llegan dos meses después de que comenzaron los incendios y poco antes de la llegada de las lluvias.
Moura dice que duda que el dinero llegue a tiempo como para servir para algo.
“Lamentablemente, esta es la situación”, manifestó. “Se manejan como si estuviesen combatiendo los incendios y nosotros hacemos de cuenta que les creemos”.