En una presentación ante sus pares este mes, John Nkengasong mostró imágenes que antes perseguían a África, como la portada de una revista que lo declaraba “El continente sin remedio”. Después citó al primer presidente de Ghana, Kwame Nkrumah: “Está claro que debemos encontrar una solución africana a nuestros problemas, y esto sólo puede encontrarse en la unidad africana”.
La pandemia del coronavirus ha fracturado las relaciones globales. Pero como director de los Centros Africanos de Control y Prevención de Enfermedades, Nkengasong ha ayudado a dirigir a los 54 países de África en una alianza reconocida por responder mejor que algunos países más ricos, incluido Estados Unidos.
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Mientras Estados Unidos se acerca a 200.000 muertes por COVID-19 y el mundo se acerca al millón, la curva de contagio ha ido frenando en África. Sus 1,4 millones de casos confirmados están lejos de las espantosas cifras que se predijeron. Se espera que las pruebas de anticuerpos revelen muchos más contagios, aunque la mayoría de los casos son asintomáticos. En un continente de 1.300 millones de personas se han confirmado apenas unas 34.000 muertes.
“África está haciendo muchas cosas bien que el resto del mundo”, dijo Gayle Smith, exadministradora de la Agencia estadounidense de Desarrollo Internacional. Smith ha visto perpleja cómo Washington se volvía hacia sí misma en lugar de liderar al mundo. Pero África, señaló, “es una gran historia, y una que debe ser contada”.
Nkengasong, que trabajó en los CDC estadounidense y diseñó la institución africana a imagen de su exempleador, recibe el martes el Global Goalkeeper Award de la Fundación Gates, que le reconoce como “incansable impulsor de la colaboración global”. El virólogo, nacido en Camerún, insiste en que África puede resistir al COVID-19 si consigue una oportunidad de hacerle frente.
Los primeros modelos asumían “que un gran número de africanos simplemente morirían”, explicó. El CDC de África decidió no publicar estimaciones.
Los expertos en salud señalan a la joven población africana como un factor para que el COVID-19 no se haya cobrado un precio mayor, así como a la prontitud en la imposición de cuarentenas y que el virus tardó más en llegar que a otras regiones.
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“Sean pacientes”, dijo Nkengasong. “Aún hay mucho que no sabemos”.
El experto advirtió que un único caso podría desatar una nueva oleada.
Como responsable de la mayor agencia de salud africana, formada hace apenas tres años, se lanzó de lleno a la carrera por el material médico y ahora la vacuna. Al principio fue un shock.
“El colapso de la cooperación global y un fracaso de la solidaridad internacional han arrojado a África fuera del mercado de los diagnósticos”, escribió en abril en la revista Nature. “Si África pierde, el mundo pierde”.
Los suministros fueron mejorando poco a poco, y los países africanos han realizado 13 millones de pruebas, suficientes para cubrir al 1% de la población del continente. Pero el ideal es hacer 13 millones de pruebas al mes, explicó Nkengasong.
Él y otros líderes africanos viven bajo la sombra de los 12 millones de africanos que murieron en la década pasada hasta que los fármacos asequibles contra el VIH llegaron al continente. Eso no debe volver a ocurrir, afirmó.
Nkengasong insta a los países africanos a no esperar a ayuda y rechaza la imagen del continente como mendigo. El dinero está ahí, dijo.
Trabajando sobre esa idea, los sectores públicos y privados del continente crearon una plataforma de compra a través de internet para aumentar su capacidad de negociación, impulsada por la Unión Africana para comprar directamente a los fabricantes. Los gobiernos pueden buscar ahí y comprar lotes de pruebas rápidas, mascarillas N95 y respiradores, algunos fabricados ahora en África gracias a otra campaña impulsada por jefes de gobierno.
Impresionados, varios países caribeños se han sumado al proyecto.
“Es la única parte del mundo de la que yo tengo noticia que de verdad construyó una cadena de suministro”, dijo Smith, la exdirectora de USAID.
Cuando comenzó la pandemia, apenas dos países africanos podían hacer pruebas de coronavirus. Ahora pueden todos. Además, el CDC africano también ofrece cursos por internet de temas como gestión segura de cadáveres o seguimiento de genomas.
“Miro a África y miro a Estados Unidos y soy más optimista sobre África, para ser sincera, por el liderazgo allí y porque hacen todo lo que pueden pese a los recursos limitados”, dijo Sema Sgaier, directora de la Fundación Surgo, que produjo un índice de vulnerabilidad al COVID-19 para cada región. Sgaier expresó esa opinión a pesar de que los casos de África subían hace unas semanas.
El próximo tema urgente son las vacuna contra el COVID-19. Los países africanos han empezado a reservar ensayos clínicos, que tradicionalmente se celebraban fuera del continente.
Nkengasong señaló que África necesita al menos 1.500 millones de dosis de vacunas para cubrir al 60% de la población con dos dosis y obtener la llamada inmunidad de rebaño, lo que costará unos 10.000 millones de dólares.
El continente debería recibir al menos 220 millones dosis de una vacuna conocida como COVAX a través de un proyecto internacional, según la Organización Mundial de la Salud.
El siguiente desafío será distribuirlas en el continente con las peores infraestructuras del mundo.
Nkengasong prepara una gran conferencia el año que viene para presionar a los países para que amplíen de forma considerable su gasto antes de la próxima pandemia.
“Si no lo hacemos”, dijo, “hay algo terriblemente mal en nosotros”.