Hace un año, los bosques que rodean a la localidad de Novo Progresso ardieron en llamas, las primeras en la Amazonia brasileña de una temporada seca que eventualmente registró más de 100,000 incendios y desató la indignación global por la incapacidad, o falta de disposición, del gobierno para proteger los bosques tropicales.
Este año, el presidente de Brasil Jair Bolsonaro se comprometió a controlar los incendios, los cuales generalmente son provocados por granjeros locales con el objetivo de desmontar tierras para el ganado o el cultivo de soya, una de las principales exportaciones del país. Impuso una prohibición de cuatro meses a la mayoría de estas prácticas y desplegó al ejército para evitar y combatir incendios.
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Pero esta semana, el humo nuevamente se tornó tan espeso en las inmediaciones de Novo Progresso que la policía ha reportado accidentes viales debido a la falta de visibilidad.
A medida que el humo envuelve a Novo Progresso, la temporada de incendios de este año podría determinar si Bolsonaro, un ferviente simpatizante de llevar más agricultura y ganadería a la Amazonía, está dispuesto y es capaz de frenar las llamas.
Los expertos aseguran que las conflagraciones están llevando al bosque tropical más grande del mundo a un punto crítico, después del cual dejará de generar lluvias suficientes para mantenerse a sí mismo, y cerca de dos terceras partes del bosque comenzará un declive irreversible a lo largo de varias décadas hasta convertirse en una sabana tropical.
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Pero los habitantes de Novo Progresso, como el empresario Claudio Herculano, creen que la ciudad ha crecido en los últimos años exclusivamente por el aumento de la actividad agropecuaria en la zona,
“A todos nos duele respirar este aire”, dijo esta semana Herculano, de 68 años. “Tengo una pequeña casa en la colina y me preocupa un poco que sea destruida. Pero todos aquí buscamos tiempos mejores, y sabemos qué es lo que impulsa a la economía”.
Bolsonaro está enviando mensajes contradictorios: Dio luz verde al ejército para encabezar las operaciones para combatir la destrucción de la Amazonia en mayo, pero este mes dijo que los árboles de la región no se prenden. Durante una cumbre en video sobre la Amazonia junto a otros líderes sudamericanos, también se jactó de un declive interanual de los datos de deforestación en el mes de julio, dejando de lado el hecho de que seguía siendo la tercera lectura más elevada para cualquier mes desde el 2015.
“Esta historia de que la Amazonia está ardiendo es una mentira”, declaró, a pesar de que el humo de más de 1,100 incendios forestales nubló la región ese mismo día.
El lunes y martes de esta semana, reporteros de The Associated Press no vieron a un solo soldado dentro o en las inmediaciones de Novo Progresso.
Y este año podría registrar más incendios que 2019, según Paulo Barretto, ingeniero forestal e investigador de deforestación para el grupo ambientalista Imazon.
Al inicio de la temporada seca de la Amazonia (en julio), se han talado más árboles, considerando que la deforestación entre agosto de 2019 y julio de 2020 aumentó un 34% respecto a los últimos 12 meses, según datos preliminares de la Agencia Espacial Brasileña. Por lo general, el siguiente paso después de la tala es la quema, usualmente sin la autorización requerida, ya que es un método mucho más sencillo y económico que el uso de maquinaria pesada para desmontar terreno. Por lo tanto, el área boscosa talada — que es mucho más susceptible a los incendios forestales que la selva nativa — aumentó en un 465%, informó Barreto.
Agosto y septiembre son los meses de mayor intensidad en la temporada de incendios. Y en la primera quincena de agosto, los satélites detectaron 19.000 incendios de la Amazonia brasileña, un ritmo similar al de las conflagraciones de agosto de 2019 que desataron la indignación de la comunidad internacional.