San Antonio, Texas — Cualquiera puede conseguir un test del coronavirus en la clínica CentroMed de San Antonio, Texas, pero en un día reciente, el carril para automovilistas estaba vacío. Finalmente pasaron dos personas con mascarillas en una SUV color borravino que pudieron conseguirlo sin la menor espera.
Con informes de cientos de muertes diarias, el regreso de los estudiantes a clase y los equipos de fútbol americano que siguen adelante con sus planes de volver a jugar, los gobernantes de Texas que enfrentaban el problema de la escasez de pruebas para el coronavirus ahora se encuentran con el problema opuesto: poca gente quiere tomarlos.
PUBLICIDAD
“Son pocos los que dan un paso al frente”, dijo el gobernador republicano Greg Abbott.
La cifra diaria de pruebas diagnósticas del COVID-19 que se realizan en Texas ha caído de a miles en agosto, reflejo de la tendencia nacional: el promedio de tests que se realizan diariamente ha caído en un 9% con respecto a julio, según el Proyecto de Rastreo de COVID. El problema es la caída de la demanda: han desaparecido las filas de cuadras enteras que se formaban en CentroMed y lugares similares, que antes solían cerrar temprano porque se agotaban los tests.
Te podría interesar:
Mientras tanto, Estados Unidos ha superado los 5 millones de casos confirmados y se acerca a 170,000 muertes. El país podría retrasarse aún más con respecto a otros que han manejado mejor la pandemia con el testeo agresivo, entre otras medidas.
PUBLICIDAD
Los sanitaristas temen que Texas entre al otoño volando a ciegas si no incrementa las pruebas. El estado fue uno de los que reabrió más rápidamente en mayo, pero tuvo que retroceder frente a los focos masivos de contagio. Abbott tuvo que decretar la obligatoriedad de usar la máscara, aunque había dicho que no tomaría esa medida.
Un hospital saturado en la frontera con México tuvo que transportar a enfermos de COVID-19 en avión miles de kilómetros al norte en bisca de camas disponibles, y este mes Houston amenazó con aplicar multas de 250 dólares a quienes no llevaran la cara cubierta en público para tratar de contener las infecciones.
Últimamente la situación ha mejorado, con una caída de casi 40% de las hospitalizaciones desde el pico de julio. Pero las muertes se multiplican, y en algunas partes los médicos dicen que no dan abasto. Texas ha reportado en promedio 210 muertes diarias durante las últimas dos semanas, según el Proyecto de Rastreo de COVID-19. El viernes fueron 313. Hasta el momento el estado ha registrado más de 9,600 decesos.