Connie Culp, receptora del primer trasplante parcial de cara en Estados Unidos, murió casi 12 años después de la histórica cirugía. Tenía 57 años.
La Clínica Cleveland, donde le efectuaron la operación en 2008, informó el sábado que Culp murió el miércoles en la clínica de Ohio por complicaciones de una infección ajena al trasplante.
El médico Frank Papay, que preside el instituto de dermatología y cirugía plástica en la Clínica Cleveland y quien formó parte del equipo que operó a Culp, la había descrito como “una mujer increíblemente valiente, animada y una inspiración para muchos”.
“Su fortaleza era evidente por el hecho de que ella era la paciente con un trasplante facial que más tiempo había vivido a la fecha”, afirmó Papay en un comunicado. “Ella fue una gran precursora y su decisión de someterse a un procedimiento a veces desafiante constituye un regalo perdurable para toda la humanidad”.
El esposo de Culp le disparó en el rostro en 2004 en un fallido intento de homicidio-suicidio por el cual el agresor fue encarcelado siete años. El disparo destruyó el rostro de Culp, le fracturó los pómulos y le hizo perder la vista casi por completo. Tenía tan desfigurado el rostro que los niños huían de ella y la llamaban monstruo, informó antes The Associated Press.
Culp se sometió a 30 operaciones en un intento por arreglar su rostro. Los médicos le retiraron partes de las costillas para reconstruirle los pómulos y partes de sus fémures para reconstruirle la mandíbula superior. Pasó por numerosos injertos de piel tomada de sus muslos. Sin embargo, Culp quedó incapacitada para comer alimentos sólidos, respirar por ella misma o percibir olores.
En diciembre de 2008, la doctora Maria Siemionow encabezó un equipo médico que en una cirugía de 22 horas reemplazó el 80% de la cara de Culp con huesos, músculos, nervios, piel y vasos sanguíneos de una donante, Anna Kasper. Fue el cuarto trasplante facial en el mundo, aunque los otros no fueron tan amplios.
Después de la operación, Culp tenía expresiones faciales un poco rígidas y su habla era a veces difícil de entender, pero podía hablar, sonreír, oler y probar alimentos de nuevo. En 2011, Siemionow dijo que Culp tenía “un rostro normal” después que los médicos le corrigieron la papada caída y la piel extra que habían dejado a propósito para facilitar las biopsias de control.
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