El reverendo John C. Harper había sido el rector de la histórica Iglesia Episcopal de San Juan menos de un año cuando empezó a gestarse la marcha de 1963 en Washington. Un líder de su congregación lo instó a no involucrarse. Pero él optó por participar de algún modo.
El día de la marcha ofició una misa por la mañana en la que le abrió las puertas a más de 700 personas en la iglesia situada frente a la Casa Blanca. Miembros del coro de la Iglesia Episcopal Negra cantaron junto al coro de San Juan y al final del servicio los fieles se tomaron de las manos y cantaron “We Shall Overcome”, un verdadero himno del movimiento por los derechos civiles.
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“Demasiado tiempo la iglesia ha guardado silencio en torno a este tema tan importante”, escribió Harper a los miembros de la iglesia el mes pasado. “Ahora, finalmente los cristianos como nosotros no preocupamos por la injusticia de la discriminación en cualquier forma y por cualquier tipo de discriminación relacionada con el color de una persona”.
El verano del 63 dejó un gran legado que sigue vigente en la iglesia de muros amarillos, consagrada en 1816 y a menudo llamada la “Iglesia de los Presidentes” por haber recibido a todos los mandatarios desde James Madison al menos una vez.
Principios básicos como la igualdad de derechos, la participación de la comunidad e involucrarse en los temas candentes sin caer en partidismos han guiado el accionar de la iglesia por décadas. La iglesia se vio nuevamente en el centro de un debate nacional en torno a las injusticias raciales luego de la muerte de George Floyd.
La noche del 31 de mayo, el sótano del sector residencial de la parroquia sufrió daños por un incendio durante las protestas contra la brutalidad policial y el racismo. Al día siguiente el presidente Donald Trump hizo sacar por la fuerza a los manifestantes para tomarse una foto frente a la iglesia, colocando al templo nuevamente en el candelero.
La pastora Mariann Budde, obispa episcopal, expresó su malestar por la forma en que Trump usó la iglesia. Pero, fiel a su historia, San Juan no pasó a ser un símbolo del repudio al mandatario en las semanas siguientes.
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La iglesia ha tratado de mantener el espíritu de los voluntarios que se presentaron a la iglesia al día siguiente para reconfortar a la comunidad.
“El reverendo Harper evitó la tentación de tomar partido y ofrece a la iglesia como un remanso de paz en medio de la discordia”, expresó el reverendo Rob Fischer, rector de San Juan desde el año pasado.
San Juan ha recibido a fieles y presidentes de todas las tendencias políticas desde Madison, quien gobernó de 1809 a 1817 y que se sentaba en un banco que luego fue reservado para todos los comandantes en jefe.
Abraham Lincoln asistió por primera vez a una misa allí como presidente electo y regresaba de vez en cuando, saliendo por una puerta secundaria, según el libro del historiador Richard F. Grimmett “St. John’s Church, Lafayette Square” (La Iglesia de San Juan, la Plaza Lafayette).
Lyndon B. Johnson le pidió a Harper que ofreciese una misa en privado al día siguiente del asesinato de John F. Kennedy. Franklin D. Roosvelt inició una tradición de asistir a servicios privados horas antes de asumir la presidencia y seis mandatarios lo imitaron y lo hicieron en San Juan.
“Todos dejan de lado sus ideas políticas en la puerta de entrada”, afirmó el reverendo Luis León, quien fue rector de 1994 al 2018. “La gente tiene ideas muy firmes en Washington, pero por una vez dicen ‘no hay que hablar de esto desde el púlpito’”.
Bill Clinton fue unas pocas veces a la iglesia, en tanto que George H. W. Bush y su hijo George W. Bush lo hicieron con más frecuencia.
“Si estaba en la ciudad, iba a la iglesia”, recordó León, aludiendo a Bush hijo.
San Juan generó titulares el año pasado cuando el fiscal especial Robert Mueller, quien asistía regularmente a la iglesia, fue fotografiado allí tras presentar su informe sobre la interferencia rusa en las elecciones del 2016. Trump había ido a la iglesia la semana previa.
Al margen de las personalidades que atrae, San Juan tiene una tradición de involucramiento con la comunidad que antecede a Harper.
León comenzó a ofrecer servicios en español e incorporó a la iglesia a la Washington Interfaith Network, una coalición diversa, que admite personas de distintas fes.
Este verano, bajo la guía de Fischer, la iglesia apoyó las manifestaciones pacíficas en defensa de los derechos civiles y ofreció oraciones y agua. El mes pasado se realizó frente a la iglesia una vigilia para personas de distintas denominaciones.
Budde dijo que San Juan puede “tener relaciones reales con sectores de distintas filosofías políticas” porque cuenta con “una congregación muy educada y cívica”.
“Puedes dar por seguro que San Juan presta atención a lo que dicen las Escrituras, a los que significa seguir a Jesús”, acotó Budde.
Otro legado del rectorado de Harper fue la expansión del acceso a los servicios de San Juan, que no tenía miembros de raza negra en 1960, según Grimmett.
Los alrededores de la iglesia cambiaron mucho últimamente.
La alcaldesa Muriel Bowser renombró un sector de la calle Black Lives Matter Plaza en junio y empleados municipales pintaron el nombre de ese movimiento en grandes letras amarillas en el asfalto.
San Juan accedió a que la municipalidad rodease la iglesia con un cerco a fines del mes pasado, para que haya una barrera física entre la iglesia y los manifestantes. Lo hizo “con mucha reticencia”, según Budde.
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