Para la doctrina social de la Iglesia católica los partidos políticos tiene la sagrada tarea de organizar la formación de la opinión política, y de ser instrumentos de la participación pública de todos los ciudadanos. Pero esta función es posible cumplirla solo cuando ellos mismos se constituyen democráticamente y asumen una función al servicio del bien común. El Concilio Vaticano II ha sido claro al mencionar que la participación en estos partidos políticos es tarea de los fieles laicos y no de los clérigos. Aunque estos últimos deben velar que los hombres y las mujeres cristianas que forman parte activa de los partidos políticos salvaguarden los valores universales y trascendentales de la fe en el ejercicio de su función pública. Esos valores son la garantía de la verdadera equidad y justicia social.
Por décadas he escuchado el lamento de un pueblo que sufre cuando algunos miembros de los partidos políticos violentan los principios más básicos de la ética. Algunos ofrecen la solución de eliminar a todos los partidos políticos. Soy de los que piensan que la solución no radica en borrar de un plumazo las instituciones partidistas, sino de hacer un esfuerzo por elegir, entre todos los candidatos, a aquellos hombres y mujeres más capaces de cumplir con el sagrado deber de servidores públicos.
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A pesar de que Puerto Rico ha sufrido las consecuencias de haber apostado por un mandatario joven, estoy seguro que no toda la juventud está incapacitada para servir bien a la patria, sea del partido que sea. Hace unos meses, junto a mis estudiantes de periodismo de La Católica en Ponce, entrevistamos a Héctor Ferrer, Jr., y al utuadeño Joe “Joito” Colón, del bando de los azules. El primero con su compromiso con la comunidad de pacientes de cáncer, y el segundo con su compromiso con el desarrollo de los medianos y pequeños comerciantes. Son caras nuevas de la política puertorriqueña, probablemente sin un “peso” para su campaña, que merecen la atención de sus votantes. Si queremos resultados nuevos, hacen falta caras nuevas.
Los problemas sociales no son fruto de las instituciones políticas, sino de algunos miembros que la componen. Los resultados nuevos que todos anhelamos vendrán cuando todos, especialmente el pueblo cristiano, sepamos elegir correctamente entre los candidatos. ¡Cuidado con los buitres de siempre que menosprecian el valor de la juventud en la política! El compromiso cristiano radica en apoyar a los mejores y, entre los jóvenes, pudieran haber sorpresas.