Mi sobrenombre es Choco. Hoy es la primera vez que hago público el apodo por el cual me llama mi familia más cercana. De niño este sobrenombre me avergonzaba y confieso me tomó décadas entender porque me hacía sentir menos. Incluso mis padres me recuerdan que mi abuela de parte de padre, una hermosa negra de nombre Secundina, me llamaba “negrito” y yo en mi ignorancia le refutaba aduciendo a que yo era “Brown”, no negro. Esta inocente anécdota, que estoy seguro se repite a diario en nuestro país, está anclada en como el entorno, y que conste, no familiar, los medios de comunicación y hasta la cultura popular había perpetuado y sembrado la semilla del racismo de una forma soslayada y natural en mí, simplemente porque al puertorriqueño ser una mezcla de tres razas, el racismo no tenía cabida en Puerto Rico. Que mucha ignorancia existe todavía en nuestra islita en pleno siglo 21. El racismo en Puerto Rico existe y se manifiesta en todas sus facetas tomando forma desde expresiones cotidianas “inofensivas”, hasta en la brutalidad policiaca que sin duda, gracias a las nuevas cámaras que llevamos 24/7 en nuestras manos documentan con mayor frecuencia y en cuestión de segundos recorre el planeta.
George Floyd se suma a la lista de ciudadanos negros que se han convertido en símbolo de una lucha en contra de la opresión que mantiene a EU en vilo y que ha provocado protestas en diversas ciudades de la nación , semilla que se ha esparcido por el mundo con frecuentes manifestaciones. A diario estos crímenes son reportados por los nuevos canales de TV, o sea las redes sociales, pero ¿y aquellos que no son captados en cámara? La tragedia de Floyd que se suma a decenas de casos recientes, no es más que el detonante de un pueblo harto, en un país que carga en su historia los más vergonzosos capítulos sobre esclavitud, exterminación indígena, segregación racial, etc.
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Lo triste e indignante de este tema es que Puerto Rico no está exento de este tipo de comportamiento y cultura de racismo sistémico. Solo recordemos algunos casos de racismo en Puerto Rico que han sido reseñados por los medios como fue el de la niña de 11 años que enfrentó el sistema judicial cuando fue acusada de agresión hacia otras niñas, que la acosaban con epítetos raciales, en una escuela en Carolina en el 2017. Tampoco podemos olvidar al joven atleta que intentaba impedir un asalto en un restaurante de comida rápida que murió baleado por la policía cuando salió a toda prisa detrás de los delincuentes, en el 2010. No hay que enfatizar que el color de la piel pudo haber tenido un rol relevante en el desenlace de ambos casos. ¿Cómo una persona puede sentir tanta indiferencia u odio hacia otra por su color de piel? Como hombre negro caribeño siento muy cercana esta indignación y frustración y he vivido el rechazo y la tensión racial en las miradas de algunos cuando me ven junto a mi esposa de tez y ojos claros. En el plano profesional/intelectual no hay que ser científico para reconocer, que nosotros los negros, tenemos que esforzarnos más, añadiendo un reto emocional o paso adicional en nuestro comportamiento cotidiano para probar que contamos con las mismas o mejores capacidades que otra persona con la tez más clara. Por esto, esta lucha por la igualdad y en contra del discrimen, el abuso y el racismo no puede parar. Este movimiento no puede ser una moda.
Como profesional de los medios de comunicaciones me corresponde responsablemente continuar con esta labor educativa usando nuestras páginas y plataformas digitales. Por tanto, durante las próximas semanas en Metro Puerto Rico estaremos compartiendo historias que promuevan la diversidad racial, la inclusión y continuaremos denunciando cualquier tipo de comportamiento discriminatorio hacia nuestros ciudadanos.
Sin duda, el racismo es un tema complejo, pero la educación responsable y formación moral en nuestros hogares es esencial e imperativo para continuar elevando este discurso de igualdad que nos corresponde a todos. Solo podremos arrancar de raíz esta problemática provocando la discusión y la conversación con nuestros hijos, mientras continuamos luchando y alzando nuestra voz contra los sistemas opresores que muchas veces tienen su hogar en las instituciones sociales y políticas. Como dice la escritora Angie Thomas en su novela, The Hate U Give (2017): ¿Cuál es el punto de tener una voz si vas a estar en silencio en los momentos que no deberías estarlo?
Respetuosamente,
Choco
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