¿Quién diría que una gestión tan sencilla como salir al supermercado se convertiría en una odisea ante la angustia del posible contagio de coronavirus (COVID-19)? Con las limitaciones en el acceso a alimentos, las personas adoptaron mayor conciencia por la producción agrícola local.
El historiador de la alimentación Cruz Ortiz Cuadra aseguró que la producción local de alimentos se ubica en 18.8 %, mientras que en la República Dominicana fluctúa entre 35 a 40 %. No obstante, el académico confíó en que, en los próximos cinco años, Puerto Rico pueda acercarse porcentualmente al nivel de República Dominicana. Ortiz Cuadra apuntó a que coyunturas como la pandemia y el huracán María son factores que aportan al aumento de la producción local.
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Comida: más que una mercancía
“En algún punto perdimos la consciencia de lo necesario que es el saber cómo producir alimentos”, aseguró Dalma Cartagena Colón, exmaestra del programa de Educación Agrícola de la Escuela Segunda Unidad Botijas #1 en Orocovis.
Ante la baja producción local agrícola, la mayoría de los productos que se consumen en la isla vienen del extranjero. Para la década de los 80, el porcentaje de productos importados en la isla era de un 55%, según el Instituto de Estadísticas de Puerto Rico. No obstante, el ecólogo social Nelson Álvarez Febles aseguró en su columna de opinión, publicada en el medio independiente 80 grados, que el por ciento de importación hoy en día fluctúa entre un 75 – 90%. Las consecuencias de las políticas de importación tienen un efecto negativo entre las y los agricultores de pequeña escala.
La agrónoma Stephanie Rodríguez Ocasio enfatizó en que el sistema permite que los puertorriqueños sean un mercado para el extranjero. “Hay una fuga capital, en términos de comida en Puerto Rico, exorbitante. Imagínate que ese dinero se quedara aquí con los agricultores locales”, reiteró ante la necesidad de que se patrocine la producción agrícola local.
Como profesor de la Universidad de Puerto Rico en Humacao, Ortiz Cuadra menciona en sus cursos que comer se convierte en un acto político al tratarse de escoger entre consumir productos locales o extranjeros. “Es un asunto de información y conciencia”, aseguró el historiador, a la vez que añadió que las personas deben considerar el valor nutritivo de los alimentos al comprarlos. La problemática de la excesiva importación de productos extranjeros no es una situación reciente, sino que origina en el siglo 20.
En su libro Contra viento y marea hacia el futuro, el historiador Guillermo Baralt documenta que la agricultura local representó el principal motor económico de la isla ante la exportación de azúcar, tabaco y otros frutos menores al inicio del siglo 20. Sin embargo, la industria fue desplazada progresivamente ante la dificultad de la recuperación de los cultivos tras el paso del huracán San Felipe en 1928 y la “Gran Depresión Económica” de Estados Unidos en los años 30.
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Ante la inestabilidad de la industria agrícola local para sostener la economía, el gobierno propulsó diferentes iniciativas que llevaron a la industrialización de lo que resultó en la precarización del sector agrícola local, según reseña Baralt en su libro. En la columna de opinión publicada en 80 grados, el ecólogo Álvarez Febles expuso que el abandono de la agricultura fue rápido entre los 50 y los 90, lo que se tradujo “dramáticamente” en cambios del uso de terrenos.
Fundamentalmente, el tener una frágil producción agrícola local imposibilita el desarrollo de una soberanía alimentaria estable, que es la capacidad de los pueblos para determinar sus propias medidas sustentables de producción, distribución y consumo de alimentos que garanticen comida para toda la población, según definida en en el Foro Mundial sobre la Soberanía Alimentaria en 2001, celebrado en La Habana.
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) reseña que, entre los pilares del concepto, se contempla que el acceso a alimentos debería regirse por el sector de producción local de comestibles, e insiste en que la comida es más que una mercancía.
El activista Joshua García Aponte sostuvo que la inflación de los precios de la comida que ocurre durante las crisis evidencia que los alimentos son tratados como un producto más y no como un servicio esencial. Ante la falta de iniciativas que promuevan la soberanía alimentaria de la isla, desde productoras hasta proyectos comunitarios sociales y empresarias consideran que uno de los obstáculos es la falta de política pública que otorgue al ciudadano local el poder de contribuir a la producción de comestibles.
“Se necesita la voluntad política para cambiar el rumbo de las cosas”, declaró García Aponte, uno de los coordinadores de la iniciativa Comedores Sociales, grupo que lleva alimento a la comunidad universitaria de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.
Las redes de apoyo gubernamentales hacia la agricultura agroecológica local es otra de las necesidades del sector productivo a menor escala en la isla. “Con la falta de apoyo gubernamental y la falta de política pública que apoyen la creación de mercados sustentables, en términos de comida, estamos en contra de la corriente”, señaló la agricultora agroecológica Daniella Rodríguez Besosa, quien utiliza un modo de producción que conserva los recursos naturales. Asimismo, aclaró que hay gente capacitada y con ganas de producir alimentos de manera sustentable, pero que ciertamente trabajan en contra de la producción que promueven los poderes políticos.
“La soberanía implica un concepto de mayor durabilidad. Si tu puedes controlar los poderes, y con esos poderes determinar lo que se siembra y a dónde va, podemos garantizar que la gente va a comer por décadas”, sugirió Giovanni Roberto Caez, coordinador del Centro de Apoyo Mutuo (CAM) en Caguas pueblo, al especificar la importancia de que el gobierno se involucre y apoye a los productores.
A pesar de que la soberanía alimentaria es la visión para proyectos comunitarios como el CAM y los Comedores Sociales, sus esfuerzos van dirigidos para asegurar que, ante el retraso de las ayudas del gobierno para atender las crisis humanitarias, las personas tengan un plato de comida en sus hogares a corto plazo.
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Entre la pobreza y los desastres, un sistema insostenible
Las emergencias desencadenadas por el huracán María, los temblores al inicio del año y la pandemia del Covid-19 son algunos de los escenarios más recientes que agudizaron el problema del hambre en la isla ante el difícil acceso a alimentos por falta de dinero.
El historiador de alimentación Ortiz Cuadra enfatizó en que los bajos ingresos que recibe gran parte de la población local, y la inestabilidad de los empleos que tienen, repercuten en la compra de alimentos procesados y congelados para rendir el dinero y asegurar la comida del mes.
Con una participación de 5,214 entrevistados, el Centro de Estadísticas de Puerto Rico concluyó en 2015 que, aproximadamente, 33.2 % de la población de 18 años o más en Puerto Rico experimenta inseguridad alimentaria, lo que implica que varias veces, durante el año, no tuvieron acceso a comida. Es una realidad que se intensifica ante las emergencias humanitarias, especialmente cuando se dificulta la importación de productos de consumo que, en su mayoría, provienen del exterior.
Debido que en las operaciones comerciales de la industria agrícola se trabaja la agricultura como un asunto meramente económico, el enfoque hacia la producción de alimentos es lucrativo, aseguró García Aponte.
“En el agronegocio no está la mentalidad de alimentar, sino de generar ganancia, así que, mientras esa sea la mentalidad, estamos muy lejos de los alimentos”, opinó el coordinador de Comedores Sociales. Así también, ante las crisis más recientes, García Aponte percibe que el gobierno de Puerto Rico ha perpetuado, incrementado y profundizado la pobreza en la isla a juzgar por la carencia de respuesta humanitaria a tiempo. “En Puerto Rico el tema del hambre y la alimentación no es algo que se trabaje con seriedad, sino que se ha dejado en manos de cada individuo, cuando el problema del hambre es colectivo”, abundó. Por tal razón, se gestionan iniciativas y proyectos que nacen ante la falta de compromiso social por parte del Estado para asegurar un plato de comida a la gente a largo plazo.
Nuevas posibilidades
En una lucha por lograr la soberanía alimentaria en su comunidad, Huerta libre es un proyecto familiar que siembra alimentos esenciales en la dieta puertorriqueña como habichuelas y yucas en la región de Aguadilla. Camil Valentín Arce y Adaira Rojas Santana, quienes se formaron en la agroecología y trabajan el proyecto de manera intermitente, se consideran resistentes al enfrentar un sistema que no dignifica sus esfuerzos por la soberanía alimentaria en su comunidad.
Obrigado, por su parte, es una cafetería familiar vegetariana y vegana ubicada en Cupey, San Juan, que apuesta por el consumo de alimentos de temporada producidos por el sector agrícola local. Glorimar Frank, dueña del negocio, aseguró que, tras la crisis del huracán María, sus menús contienen un 70% más productos locales ante el aumento en conexiones con productores agroecológicos. Durante la pandemia agrandó su listado de contactos de iniciativas entre las que figuran el Josco Bravo, la Cooperativa Madre Tierra, entre otros.
Con nuevas propuestas, surgieron nuevas maneras de trabajar en el negocio de la agricultura local. “Hay un grupo de agricultores que está abierto a mirar nuevas oportunidades”, sostuvo Bárbara Rivera Chinea la directora de Recuperación Agrícola, un proyecto del Fideicomiso de Ciencia, Tecnología e Investigación, al explicar que, en parte, el éxito de los agricultores jóvenes se debe a la rápida adaptación a los cambios.
La iniciativa, que se sostiene con fondos federales y de la Cruz Roja Americana, impacta a sobre 525 agricultoras locales desde el octubre de 2018 tras el paso del huracán María. Entre los beneficiarios, Rivera Chinea percibe una diversificación en la producción de alimentos exóticos que resultan atractivos para la población, sin olvidar las cajas mixtas de frutas y vegetales locales.
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Ciertamente, las agricultoras, productoras y activistas coincidieron en que existe más consciencia y demanda por los productos locales luego de las crisis de María y la pandemia. Sin embargo, continúa la interrogante de si en Puerto Rico se alcanzará una soberanía alimentaria más sólida que asegure los alimentos para la población a largo plazo con una agricultura local estable.
Este reportaje es producto del trabajo final del curso Redacción Periodística II impartido por el profesor Mario Roche Morales en la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras.