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La pandemia redefine lo que es labor esencial

Empleada de supermercado aunque reconoce que todos los días se expone a un contagio del coronavirus, eso no la ha desanimado para continuar su faena

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Los primeros respondedores hoy día no solo son aquellas personas ataviadas con batas blancas o con uniformes azules. Debido a la emergencia, decenas de empleados en los supermercados se han transformado en trabajadores en la primera línea de defensa ante la alta cantidad de personas que acuden a abastecerse mientras el resto del país permanece detenido.

Para Aida Torres –quien labora como supervisora de cajeros en un supermercado en Bayamón– aunque reconoce que todos los días se expone a un contagio del coronavirus, eso no la ha desanimado para continuar su faena.

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Desde el comienzo de la emergencia, Torres trabaja de lunes a sábado y todos esos días le toca una jornada que promete una multitud hasta el cierre.  Aunque en un momento dado llegó a sentir preocupación y hasta temor debido a la gran cantidad de personas que pisan el supermercado, ya se ha acostumbrado a la nueva realidad de su encomienda. Claro está, la faena no puede iniciar sin sus oraciones y luego encaminar el nuevo hábito de armarse con mascarilla y guantes.

“Uno siempre tiene la preocupación de que no se me vaya a pegar nada, pero me siento protegida porque también mantengo distancia… A veces pienso que son tantas personas y a uno le pasan por la mente tantas cosas, pero siento que trabajo tranquila”, comentó Torres, quien tiene 59 años de edad y reside en Toa Alta. “Siempre va a existir ese temor”, añadió.

Y no puede faltar la segunda rutina de Torres al salir de una jornada laboral ya que aseguró que cuenta con los utensilios necesarios para purificarse antes de dirigirse a su hogar. Tan pronto culmina su turno antes de montarse a su carro, utiliza un spray desinfectante para rociar sus zapatos. Luego –con una botella que contiene agua y jabón– se lava sus manos antes de iniciar su travesía devuelta a casa. Al arribar a su hogar, los zapatos se quedan afuera –para que cojan unos rayitos de sol–y la ropa se almacena en una bolsa para lavarse aparte.

Aunque el riesgo de contagiarse siempre está latente, Torres contó que junto a su esposo –quien labora en un hospital– repasan sus respectivas rutinas para evitar un contagio en sus áreas de trabajo. “Tengo mi protocolo cuando llego a la casa, él tiene su protocolo y nos cuidamos unos a otros”, mencionó Torres.

Pese a que no se viste de bata blanca todos los días, Torres comprende que en estos momentos sus labores se han tornado más oportunas debido a la emergencia. Todo ese riesgo de contagio, según Torres, no la ha amilanado y tampoco le ha restado a sus ganas de hacer lo que le gusta. Allí los vítores para Torres y sus compañeros de trabajo se intercambian por un ‘gracias por su servicio’ luego de cada compra de un cliente.

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“Te agrada que tú ves que haces ese trabajo y ven que haces ese esfuerzo y son muchos clientes que nos dicen gracias. Y que se sienten que nosotros estamos dando ese servicio y que se sienten cómodos y no desesperados de que no puedan conseguir algún alimento o productos”, dijo.

“Me siento que estoy poniendo un granito de arena para ayudar a los ciudadanos, al pueblo, al país, porque es de todos”, dijo con orgullo.

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