En tiempos de crisis o de guerras, los presidentes generalmente tratan de unificar un país malherido y su popularidad aumenta. Esto no sucede con Donald Trump.
En medio de la pandemia que ha alterado drásticamente el rumbo de su presidencia y comprometido sus posibilidades de reelección, Trump se ha enfocado casi exclusivamente en satisfacer a su base.
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El coronavirus ha matado a más de 54.000 personas, eliminado más de 20 millones de empleos y trastornado las rutinas diarias de casi todo el mundo. Y Trump se ha dedicado a criticar a los demócratas. Ha responsabilizado a su predecesor Barack Obama por las fallas de su propio gobierno, se ha peleado con periodistas y ha tirado bombas retóricas cuyo único fin es complacer a sus más ardientes partidarios.
Durante un tramo particularmente duro de la semana pasada, Trump se comprometió a prohibir el ingreso de extranjeros al país. El decreto que terminó firmando era menos severo de lo que él había insinuado, pero le dio la oportunidad de destacar un tema que es clave para su plataforma.
Cuatro años después de acceder a la Casa Blanca con una serie de estrechas victorias en estados clave, el mandatario apuesta a que su insistencia en complacer a su base le dará otro triunfo electoral. Es una estrategia arriesgada porque su figura pierde fuerza en algunos de esos estados que lo llevaron a la presidencia. Y nada hace pensar que puede haber ampliado su base de apoyo.
La pandemia no ha cambiado nada.
“Me vuelve loco, para ser sincero, porque parte de ser presidente es ponerse a la altura de las circunstancias e ignorar ciertas cosas”, comentó Ari Fleischer, quien fue secretario de prensa de la Casa Blanca bajo el gobierno de George W. Bush hijo, cuyos índices de aprobación subieron marcadamente por su manejo de los ataques del 11 de septiembre del 2001. “En un momento como este debería dejar de lado muchas cosas y ponerse a la altura. Pero eso no es lo suyo”.
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Fleischer opina que la Casa Blanca podría organizar actos de homenaje a médicos, enfermeras y demás trabajadores que enfrentan el virus, “dar señales de que somos una sola nación y que podemos ayudar”, como hicieron Bill Clinton después del atentado de Oklahoma City, Ronald Reagan tras la explosión del trasbordador Challenger y Lyndon Johnson luego del asesinato de John F. Kennedy.
“Me sorprende que no lo esté haciendo”, comentó Fleischer.
Algunos republicanos, no obstante, opinan que Trump está haciendo las cosas bien. Stephen Bannonr, exestratega del presidente, cree que la base decidirá las elecciones y que Trump puede ampliar la suya a partir del “nuevo nacionalismo” surgido por una pandemia que vino de China. Pronosticó que la gente le dará su apoyo.
“Trump es un presidente en tiempos de guerra”, sostuvo Bannon.
La popularidad de Trump se ha mantenido estable a lo largo de su presidencia y un 42% de los consultados dijeron que aprueban su gestión en una encuesta de The Associated Press-NORC Center for Public Affairs Research. Esto a pesar de que muchos cuestionan la veracidad de sus declaraciones y creen que no escucha a los expertos del campo de la salud.
El coronavirus, sin embargo, podría cambiar el mapa del Colegio Electoral y la gente de Trump teme que pierda apoyo en varios estados vitales, sobre todo la Florida y Wisconsin. Algunos asesores dan por perdido Wisconsin, que Trump ganó por menos de 11.000 votos en el 2016.
En Joe Biden, el casi seguro candidato demócrata, Trump enfrenta a un exvicepresidente que puede generar apoyo en todos los sectores, pragmático y experimentado, que puede captar muchos votos en los estados indecisos, incluido Arizona.
“La gente va a querer estabilidad y Biden puede aprovecharse de eso”, manifestó Doug Cole, veterano dirigente republicano de Arizona que trabajó con John McCaine en la campaña presidencial del 2008.
Elementos de la campaña de Trump que pidieron permanecer anónimos para comentar su estrategia dijeron que faltan seis meses para las elecciones, una eternidad en la política. Y que Trump puede subir en las encuestas, sobre todo si se supera la pandemia o si la economía mejora. Sobre todo, apuestan a que el electorado reconocerá el próspero estado de la economía antes de la pandemia, aunque al mismo tiempo admiten que Trump puede pagar un precio muy caro si la actividad económica se reanuda demasiado rápido y hay más muertes.
Hay algunos elementos preocupantes para Trump. Varios republicanos que ensayaron su estrategia del 2016 y se enfocaron en los inmigrantes perdieron bancas legislativas o contiendas para gobernador en las elecciones de mitad de término del 2018.
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