Aquellos días habituales en los que George Venero salía de su guardia en el hospital y se trasladaba a su oficina para atender pacientes ya no son los mismos. Eso de quedarse en la oficina hasta cerca de las 9:00 p.m. para lidiar con el ajetreo de documentos de pacientes también quedó descartado. Ahora las manecillas del reloj se consumen en vestirse de pies a cabeza antes de entrar a un cuarto con un paciente sospechoso de tener el coronavirus, también conocido como el COVID-19.
Ahora se sale a la calle desde tempranas horas de la mañana a una pugna constante contra este virus el cual ya ha infectado –según números oficiales– a unas 974 personas en la isla y a más de dos millones de personas alrededor del mundo.
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Y el miedo, sin duda, es otra de esas cosas que llegó sin avisar. “Un temor a lo desconocido”. Así describió Venero –un médico internista con 27 años de carrera profesional– lo que significa enfrentarse día a día al coronavirus. El galeno reconoció además que cada vez que sale a cumplir con su faena se expone a que este virus le toque su puerta y lo contagie a él o peor aún, a su esposa o hija de 30 años.
“La exposición está latente pero nos tratamos de defender con lo que tenemos”, aseguró el galeno de 60 años de edad, quien recibió su primer paciente con sospecha de padecer del coronavirus el pasado 5 de abril.
“Mi preocupación mayor en estos días es no contaminar a nadie. Ese estrés sí lo tengo… Mi preocupación es esa: yo llegar allí y contaminarlas de alguna manera. Vengo de un piso caliente, vengo de un piso que tiene COVID, vengo de un paciente que tenía alta sospecha. Esta semana pasada fue bien estresante”, contó el galeno. No faltaba que cada vez que salía del hogar para dirigirse a la contienda contra el coronavirus, su esposa lo despedía con un “protégete”.
Ese primer caso sospechoso de coronavirus llegó al hospital mientras estaba de guardia en una institución hospitalaria en Bayamón. Para Venero el proceso de cubrirse por completo le tomó unos 10 a 15 minutos.
Antes de entrar al cuarto, el médico se coloca varias capas de protección entre los scrubs, batas, guantes, mascarillas, una careta, un forro para los zapatos y unos pads para cubrir la piel que quedó al descubierto entre los zapatos y el ruedo de la bata.
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“La ropa te llega hasta el ruedo del pantalón. Ese empate de tu pie con la pierna se queda despejado, entonces las muchachas me ponían los bluepads, los pañales que se usan en los pacientes. Me cubrían el tobillo con eso y eso es un invento casero”, señaló. Una vez con este paciente, Venero narró que se convirtió en un director de la orquesta, en donde guiaba la recuperación del paciente junto al asesoramiento de un neumólogo y un infectólogo. Incluso, relató que, con el cuidado del paciente, los galenos tomaban turnos para entrar al cuarto del paciente para minimizar la exposición al virus y para que cada uno pudiera analizarlo por separado. Antes de recibir el resultado negativo, Venero también contó que llamaba al paciente fuera de su horario de trabajo para verificar su estado de salud.
Y después de cada espinoso turno de trabajo, Venero confesó que vuelve a experimentar otro extenso proceso de desvestirse a las afuera de su hogar. “Antes de entrar a la casa, primero quitándome los zapatos desde que llego, la ropa la dejaba en la entrada ya que hay un acceso en la parte de atrás en el que tengo una duchita y me iba directo para allá sin entrar a la casa. Tratando de minimizar el riesgo de que tú lleves algún tipo de bacteria o virus a tus familiares y por ahí seguir la cadena, lo que uno no quisiera”, comentó.
Según cifras provistas por Víctor Ramos, presidente del Colegio de Médicos Cirujanos, actualmente hay en Puerto Rico 13 médicos contagiados con el coronavirus, tres hospitalizados y un fallecido. En días recientes ha denunciado que los contagios se deben a la ausencia de equipo de protección. Venero admitió que en donde labora cuenta con el equipo, pero la amenaza del virus permea.
Pero si de etiquetas de héroes y heroínas se trata, Venero prefiere pensar que los merecedores de ese honor son el personal de enfermería y los de terapia respiratoria por sus extensas horas en la institución hospitalaria. Para el galeno, son ellos quienes están constantemente en esta batalla campal contra un virus que se ha robado más de 130,000 vidas a nivel mundial. En la isla, al cierre de esta edición, 51 personas han fallecido a causa del coronavirus.
“Si yo te dije que a mí me daba miedo, imagínate ellas que tienen que estar ocho horas en un piso que tienen el virus y que están entrando y saliendo del cuarto. No me quiero imaginar el nivel de preocupación que pueden desarrollar. Para mí son los héroes ocultos, no hay duda. Nosotros no debemos tener tanto mérito”, comentó el galeno. Unas 56 enfermeras han arrojado positivo al virus y dos han muerto.
Y aunque opinó que deben realizarse más pruebas en el país y que se debe realizar el contact tracing entre la población, el miedo poco a poco se ha ido transformando.
Esos temores de contagiar a la familia siempre se quedan merodeando, pero cree que con el tiempo ha ido resistiéndose para poder continuar con esta misión.
“Funcionamos así: bajo este estrés”, dijo.