La senadora republicana Susan Collins nuevamente está lanzándose en paracaídas sobre otra lucha política espinosa de Washington, esta vez, el juicio para la posible destitución del presidente Donald Trump. Collins está entre los pocos legisladores que quedan en el Congreso cuyo voto puede cambiar de manera sorpresiva.
Collins trata periódicamente de hacer acuerdos bipartidistas sobre temas candentes, con un historial de éxito desigual. Se postula para un quinto mandato en el Senado, pero los demócratas la culpan por no haberse enfrentado con suficiente fuerza a Trump.
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Esta vez, la republicana moderada de Maine dice que probablemente apoyará una moción para convocar a testigos para declarar en el proceso contra Trump en el Senado, alineándose con los demócratas. Sin embargo, ha dicho que lo hará solo después de que cada parte haya argumentado su caso. Ha dicho también que no ha decidido si volverá a buscar “algún testigo en particular”.
Son las posturas cuidadosamente analizadas como esa _y su historial de búsqueda de acuerdos bipartidistas que a veces despegan velozmente y a veces se tambalean en cuestiones importantes como la inmigración_ las que le han ganado tanto respeto como desprecio. Por ejemplo, ella también se unió a los demócratas que tratan de frenar la capacidad de Trump para atacar a Irán.
Collins, de 67 años, ha adoptado ese enfoque durante casi 24 años en el Senado, incluso en momentos en que la búsqueda de acuerdos se ha vuelto cada vez más escasa y políticamente peligrosa en la era de Trump, propenso a tomar represalias. Collins lo hizo de nuevo la semana pasada, cuando dijo que ella y tres compañeros republicanos habían llegado a un compromiso para convocar a una votación sobre si deben llamarse testigos durante el juicio.
“Ella ha estado abierta al diálogo muchas veces, cuando muy pocos del lado republicano del pasillo lo estaban”, dijo el senador Richard Durbin, el segundo en la jerarquía demócrata en el Senado. Pero añadió: “Ha habido momentos en los que me ha roto el corazón político”.
Uno de esos momentos, dijo, fue el voto crucial de Collins que puso al nominado de Trump, Brett Kavanaugh, en la Corte Suprema en 2018, a pesar de las acusaciones de ataque sexual en su contra. Ese voto le ganó a Collins el aprecio de los conservadores, que por mucho tiempo se habían enfurecido por sus posturas moderadas, pero la enemistad de los liberales que habían aprobado sus puntos de vista sobre temas como el derecho al aborto.
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La reacción de los votantes de Maine a su voto por Kavanaugh ayudará a determinar si Collins gana un quinto mandato de seis años en las elecciones de noviembre próximo, en las que también se elegirá presidente y en las que Trump busca la reelección.