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Hispanos sordos tienen su iglesia en Nueva York

Se trata de la Iglesia Episcopal Santa Cruz de Manhattan

La sacerdotisa María Santiviago ofrece un sermón para mudos en la Iglesia Santa Cruz de Washington Heights, Nueva York, el 22 de diciembre del 2019.

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NUEVA YORK – El Padre Nuestro terminó con decenas de puños que golpeaban las palmas de las manos tras un movimiento circular y un “¡Amén!” con pulgares alzados.

No se escuchaba una sola voz en la Iglesia Episcopal Santa Cruz de Manhattan. No hacían falta las palabras. Desde el altar, los fieles sordos guiaban a los que pueden escuchar, que desde los bancos de la iglesia repetían en silencio los movimientos de las manos.

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Los servicios religiosos generalmente incluyen música, sermones, oraciones y confesiones. Pero, ¿cómo hacen los sordos para expresar su fe en un ámbito que gira en torno a los sonidos?

Los fieles sordos de Holyrood, en el norte de Manhattan, dicen que lo que puede ser considerado una limitación ha reforzado el sentido de comunidad y ampliado su comprensión de Dios, y del sagrado don del silencio en un mundo tan ruidoso.

En un reciente servicio dominical, sordos y no sordos entonaron himnos, algunos hablados y otros mediante señas, e hicieron el signo de la paz. Luego agitaron sus manos en alto, en un signo del lenguaje de los mudos equivalente a un aplauso.

“Cuando canto la música y los himnos de Dios, siento el espíritu santo en mí. Le ofrendo todo (al Señor)”, expresó Lidia Martínez, de 54 años, hablando con la Associated Press a través de su hija, quien es intérprete del lenguaje de sordos.

Martínez pasó su infancia en la República Dominicana y sintió que no podía practicar su fe por ser sorda. Cuando se radicó en Estados Unidos en 1993, siguió sintiéndose marginada de la iglesia.

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“Iba a la iglesia, me sentaba en los bancos y no sabía lo que decían porque no había intérpretes”, relató. “Costaba seguir las misas leyendo”.

Luego de visitar varias iglesias, fue a parar a la de Holyrood el año pasado. Y vio a la monja María Santiviago hacienda signos desde el púlpito.

“Fue muy reconfortante tener un intérprete durante la misa”, declaró en alusión a Santiviago, una paraguaya de 77 años jubilada que volvió a la actividad para servir a los sordos. “Antes no entendía nada. Fue un momento especial”.

Ahora, toda su familia es parte de la comunidad de Holyrood. Hace poco llegaron a la iglesia, pasaron junto a un pesebre y a un árbol de Navidad con luces y se sentaron en uno de los primeros bancos, iluminado por los rayos del sol que atravesaban coloridos vitrales. Su esposo, Carlos Tirado, de 54 años y también sordo, hacía señas, mientras que su hija Leisha Martínez, de 11 años, y sus nietas Arly Gordon, de ocho, y Lyann Gordon, de cuatro, que no son sordas, cantaban.

Frente a ellos y a todos los fieles sordos estaba su hija mayor, Diely Martínez, intérprete del lenguaje de señas especializada en términos médicos, que trabaja como voluntaria en las misas dominicales.

“Quiero que (Dios) toque sus vidas”, expresó. “Esto es algo más que interpretar. Es un llamado”.

Durante la ceremonia, el reverendo Luis Barrios les pide a todos los fieles que formen una cadena de oraciones alrededor de una creyente que teme estar quedándose ciega.

El servicio dominical para los sordos y una clase semanal del lenguaje de señas revivieron la iglesia, que estaba perdiendo fieles.

“A Dios se lo encuentra también en el silencio”, dijo Santiviago.

Holyrood, en el barrio mayormente hispano de Washington Heights, es una iglesia santuario que da refugio a inmigrantes. Y es trilingüe, ya que se habla inglés, español y el lenguaje de señas.

“Hemos revivido esta iglesia. Queríamos que la iglesia apoyase a la gente”, dijo el padre Barrios, quien es de Puerto Rico. “Hay que encontrar formas de incorporar cambios para que la iglesia siga siendo relevante”.

Los avances tecnológicos, incluidas aplicaciones para mandar textos y hablar, ayudan mucho a los sordos. Pero Diely Martínez afirma que las iglesias para sordos, como la de Holyrood, son vitales.

“Todos los domingos venimos y nos sentimos como en familia. Con amigos sordos, con familiares. Pero no solo eso”, dijo Martínez. “Noto que la gente que escucha acoge más a los sordos y eso es muy conmovedor”.

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