NUEVA YORK— Tras conducir un taxi de barrio en el Bronx durante más de 10 años, Orlando Lantigua conoce bien a algunos de sus pasajeros. Si no poseen dinero en el momento les dice que le paguen más adelante y también lleva a veces a niños solos a la escuela por la confianza que le tienen los padres.
“Somos parte de la comunidad. Confían en nosotros”, dijo a The Associated Press Lantigua, un inmigrante dominicano de 58 años que vive y trabaja en el Bronx, en Nueva York.
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En los condados afuera de Manhattan y en los barrios pobres de Nueva York -donde no hay taxis amarillos y pocos autobuses y trenes subterráneos- los neoyorquinos sin celulares modernos o tarjetas de crédito han dependido durante años de los taxis de barrio, que funcionan a través de llamadas telefónicas a las bases. Pero el negocio está desapareciendo: había casi 22.000 en 2015 y ahora sólo quedan unos 9.600, según la Comisión de Taxis y Limusinas de la ciudad.
Más de 100 bases han cerrado sus puertas desde 2015 cuando aplicaciones como Uber o Lyft empezaron a dominar el mercado. Sólo este año 46 bases han cerrado.
“Estamos en una grave crisis”, dijo Cira Ángeles, portavoz de la Asociación de Dueños de Bases.
Cada año Lantigua gana menos y gasta más en tarifas y pagos asociados con nuevas regulaciones.
Los dueños de la base para la que trabaja, Super Class Radio Dispatch, dijeron que se han convertido en víctimas de las nuevas normas, que han frenado en Nueva York la emisión de nuevas licencias para todos los servicios de taxis que funcionan con llamadas o a través de aplicaciones del celular. El límite se impuso para frenar la congestión y el tráfico generado por gigantes como Uber.
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Las pequeñas empresas de taxis comunitarios, de las que muchos inmigrantes hispanos son dueños, funcionan a través de llamadas que se hacen a un operador, quien a menudo habla con los clientes en español, explicó Fidel Farrell, chofer y uno de los dueños de Super Class. Hace unos cincos años, aseguró, tenía más de 250 taxistas que trabajaban con su base. Ahora tiene unos 175.
Además de intentar reducir el tráfico, el nuevo límite de licencias busca aumentar los salarios de los taxistas tras el enorme éxito de las aplicaciones. Pero las pequeñas empresas de taxis comunitarios están pidiendo quedar exentas de ese límite y obtener sus propias licencias especiales, al asegurar que la ciudad debe prestar atención al sector y considerar sus circunstancias en lugar de meterlos en el mismo saco que grandes empresas como Uber, con presupuestos millonarios.
Debido al límite las bases de taxis de barrio no pueden reemplazar a los taxistas que se retiran o a los que no pueden renovar su licencia debido a la acumulación de multas pendientes.
“Nuestras comunidades están sufriendo, estamos perdiendo nuestra forma de ganarnos la vida debido a políticas de enfoque general”, dijo Ángeles.
Según la portavoz hispana, hay residentes de barrios como Washington Heights, en el alto Manhattan, que prefieren ser transportados por “la base de la esquina que conocen desde hace años”.
“Así es como la comunidad latina funciona. Vamos a las bodegas, vamos a los restaurantes del barrio y también vamos a las bases porque están abiertas las 24 horas. Protegen a la comunidad”, indicó.
Allan Fromberg, portavoz de la Comisión de Taxis y Limusinas que regula el sector junto al Concejo Municipal, dijo que la discusión sobre las licencias especiales para los taxis de barrio “acaba de empezar”.
William Heinzen, comisionado interino de la comisión, dijo recientemente durante una audiencia en la alcaldía que la de los taxis comunitarios “no es una buena situación”, pero explicó que este tipo de taxis están exentos de algunas de las nuevas normas que afectan a las aplicaciones, como un límite impuesto en vehículos que circulan vacíos y nuevos requerimientos de datos. Heinzen dijo que está a favor de crear un equipo de trabajo dedicado a analizar la situación de los taxis comunitarios y también destacó que las multas han sido fuertemente reducidas en el sector.
“Estamos enfocados en este sector tradicional también. No estamos sólo enfocados en los taxis amarillos o las aplicaciones”, le dijo al concejal Ydanis Rodríguez, presidente del Comité de Transporte del Concejo Municipal.
Rodríguez, un ex chofer de taxi de barrio, está pidiendo a la ciudad que conceda a este sector en extinción la flexibilidad que necesita para sobrevivir. Pide, entre otras cosas, eliminar las deudas por multas de los choferes.
“Debemos tratar a este sector con respeto y dignidad porque es clave para los inmigrantes que viven aquí”, dijo Rodríguez.
Alix Anfang, una portavoz de Uber, dijo que su empresa no está a favor de una licencia especializada para taxis de barrio, conocidos en inglés como “livery cabs”.
“A pesar de que estamos de acuerdo en que las regulaciones del alcalde (Bill) De Blasio hacen daño a los conductores en toda la ciudad, esta propuesta limitaría las opciones de los conductores al poner fin a su habilidad de unirse a varias bases y empresas al mismo tiempo”, dijo la vocera. Los taxistas comunitarios pueden trabajar al mismo tiempo para Uber y otras aplicaciones.
Antonio Rosario, quien ha conducido un taxi de barrio durante más de 20 años, dijo que sería bueno que la ciudad les permitiera recoger pasajeros en la calle porque las llamadas a las bases son cada vez menos.
“Hay demasiada competición”, señaló.
La Comisión de Taxi y Limusina asegura que recoger gente en la calle está prohibido para los taxis comunitarios porque supondría un peligro a la seguridad pública. Sólo los taxis amarillos, que cuentan con otro tipo de licencias, pueden hacerlo en Manhattan. Una clase especial de taxis verdes pueden recoger pasajeros en la calle en los condados afuera de Manhattan.
En el Bronx, Silvia Mat espera que los taxis de barrio no desaparezcan. “Para mí son importantes. Yo los tomo”, dijo la inmigrante dominicana de 71 años mientras paseaba a su perro. “Sería triste que cerraran y sería triste porque sería desempleo para ellos”.