RÍO DE JANEIRO (AP) — La tasa de deforestación en la Amazonía está en su mayor nivel en más de una década, según un informe del gobierno brasileño publicado el lunes, socavando las afirmaciones oficiales de que los ambientalistas exageran en sus preocupaciones.
La deforestación entre agosto de 2018 y julio de 2019 llegó a 9.762 kilómetros cuadrados (3.769 millas cuadradas), un incremento de 30% en comparación con el año previo, señaló el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil (INPE, por sus siglas en portugués).
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El área deforestada es la mayor registrada desde 2008.
Las preocupaciones sobre la Amazonía aumentaron cuando el presidente Jair Bolsonaro asumió el cargo en enero. Su gobierno ha abogado por reducir las protecciones de las reservas naturales y las tierras indígenas para fomentar el desarrollo económico.
Ambientalistas y grupos sin fines de lucro han acusado al gobierno de intentar debilitar las leyes ambientales, y han advertido que probablemente la deforestación empeore a consecuencia de ello.
El gobierno de Bolsonaro ha refutado enérgicamente los datos sobre pérdida de árboles.
En agosto, Ricardo Galvão, director del INPE, fue despedido poco después de que Bolsonaro acusó a esa agencia de manipular los datos de deforestación para desprestigiar al gobierno. Posteriormente, el mandatario insinuó, sin mencionar evidencia, que organizaciones no gubernamentales podrían estar iniciando algunos de los incendios en la Amazonía para generar atención negativa hacia su gobierno.
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Los datos anuales publicados el lunes por el INPE confirman los informes preliminares del instituto de que la deforestación está aumentando. De hecho, las cifras más recientes son 42% más altas de lo que se había reportado antes.
“Es inaceptable que la Amazonía siga siendo destruida”, afirmó el organismo ambientalista Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) en un comunicado. La deforestación se incrementará a menos que el gobierno brasileño tome acciones enérgicas para impedirlo, agregó.
Los incendios en la Amazonía se extendieron en julio y agosto a un ritmo no visto desde 2010, antes de disminuir en septiembre. Con frecuencia, agricultores, urbanizadores y otros grupos rozan con fuego la tierra deforestada para producir soya o forraje.
Algunos mandatarios europeos han puesto en duda el compromiso de Brasil para detener la deforestación, argumentado que los incendios en la Amazonía requieren una respuesta global por el papel crucial que juega ese ecosistema en la reducción del dióxido de carbono, el cual retiene el calor en la atmósfera.
El gobierno brasileño niega haber actuado mal y dice estar tomando todas las medidas necesarias para proteger la Amazonía, al tiempo que acusó a Francia y a Alemania de infringir su soberanía.
Mientras los incendios ardían hace algunos meses, Bolsonaro envió al ejército para ayudar a combatir algunos y prohibió casi todas las quemas legales para despejar tierras en la Amazonía durante dos meses. Finalmente, en septiembre descendieron por debajo del promedio mensual.
Ricardo Salles, ministro del Medio Ambiente, se reunirá el jueves con los gobernadores de la cuenca amazónica para analizar formas de reducir la deforestación. Salles dice que la minería ilegal, la tala y el acaparamiento de tierras provocan la mayor parte de la pérdida de árboles.
Según el informe del lunes, en el estado brasileño de Pará ocurrió casi 40% de toda la deforestación en el periodo de 2018-2019, pero la tala ilegal aumentó notablemente en los estados de Roraima y Amazonas, informaron las autoridades.
El informe es una versión preliminar, y sus datos serán confirmados el próximo año.