JAQUÉ, Panamá – Cada anochecer, Iver Valencia sale con un grupo de aldeanos provistos con linternas a caminar por la orilla de la playa panameña con una misión: encontrar nidos donde las tortugas depositan sus huevos para llevarlos a un vivero y alejarlos de los depredadores.
En una noche reciente, Valencia y sus acompañantes de esta aldea remota en la provincia de Darién, al sudeste de Panamá y sobre la vertiente del Pacífico, dieron con cinco nidos que tenían decenas de huevos de los reptiles mientras se escuchaba el rugido de las olas.
PUBLICIDAD
Este es uno de los proyectos que busca proteger y conservar las tortugas “Lora” o “Golfina”, hasta hace poco desconocidas en este país centroamericano que cuenta con numerosas playas en los océanos Pacífico y Atlántico, muchas de las cuales sirven como refugio para las temporadas de desove de ésas y otras especies americanas en peligro de extinción.
Valencia, de 57 años y quien llegó adolescente a Jaqué procedente de un poblado fronterizo de Colombia, lleva 18 años en este proyecto con el que busca contrarrestar el comercio y consumo ilegal de los huevos, una tarea que se hace más difícil porque es una zona boscosa y de ríos caudalosos utilizada por los traficantes de drogas.
A Jaqué _con más de 2.000 habitantes, entre campesinos, indios y negros_ se llega solamente por aire y mar.
Valencia y su grupo construyeron un vivero cubierto de madera, alambre y una malla como techo para protegerlo del sol. Dentro colocaron varias cestas en donde meten los huevos y donde en un periodo cercano de dos meses nacerán las nuevas crías, que serán liberadas posteriormente a la mar. El vivero se levantó cerca de la estación de la policía de fronteras _conocida como Senafront_ que vigila la playa para evitar que la gente tome los huevos y los comercialice.
Los miembros del Senafront cuidan el vivero y les dan seguridad en la noche a los conservacionistas debido al peligro en uno de los pueblos más cercanos a la porosa frontera con Colombia. Las distancias que caminan para recoger los huevos son muy alejadas, así que prefieren ir siempre con oficiales de la policía para evitar problemas con ladrones o traficantes de drogas.
PUBLICIDAD
Los aldeanos también hacen un registro de las tortugas, a las que miden con una cinta.
“Lo que se hace es extraer los huevos de la playa para ponerlos en este sitio”, explicó Valencia a The Associated Press. “Solo por el hecho de que las personas aquí… no han tomado conciencia de cuidar esa bendición que tenemos de que las tortugas vengan a depositar sus huevos, sino que también se los comen, los venden. Eso es lo que hacemos, conservarlas”. Los huevos también se los comen muchas veces los perros, las aves y los cangrejos.
Las tortugas llegan a esa playa a desovar entre mayo y diciembre, aunque los periodos de anidación más altos se dan en septiembre, octubre y noviembre. A medida que las tortugas van naciendo, se las libera de una vez debido a que no se puede esperar mucho tiempo, explicó Valencia.
“Para mí el depredador principal siempre es el hombre”, señaló Valencia, un pastor de una iglesia evangélica local que ha recibido la contribución del gobierno para la construcción de la planta de incubación.
Jaqué es un poblado de pescadores y algunos de sus lugareños también se dedican a vender artesanías, entre ellas, platos confeccionados con fibra de una palma y con dibujos de la tortuga Lora. Los chicos juegan en la playa, pero también algunos toman parte del proyecto y ayudan a recoger los huevos durante la noche.
Valencia y sus ayudantes también siembran unos arbustos llamados mangles con el fin de que sirvan de refugio en el futuro para aves y especies marinas.
“En un futuro lo que esperamos es que la comunidad pueda ser consciente de que tienen una bendición y para el futuro ya no vamos ver 100 tortugas, vamos a ver miles”, destacó Valencia. Y entiendan “el mensaje de lo que estamos haciendo”.