Tres días después del huracán María, Isolina Miranda miraba con incredulidad lo que quedó del edificio de dos pisos donde una vez hubo un centro de salud comunitario en el corazón del pueblo San Lorenzo, que tiene unos 37,000 habitantes.
Miranda es la directora ejecutiva de COSSMA Inc., uno de los 20 centros de salud comunitarios en Puerto Rico.
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Cuando el huracán llegó el 20 de septiembre de 2017, los fuertes vientos arrancaron el techo de zinc del centro de salud y la lluvia dañó todo lo que había adentro: medicamentos, muebles, computadoras, equipo médico y la recién renovada área de obstetricia.
Al llegar al centro destrozado, Miranda encontró a los pacientes y al personal esperando ansiosos. Los pacientes se preguntaban si la clínica estaba en condiciones de darles los servicios médicos dada la devastación, mientras que el personal estaba preocupado ante la posibilidad de perder sus empleos. “La gente estaba llorando”, dijo Miranda mientras trataba de controlar su emoción. “Les dije que no se preocuparan… ‘Vamos a ver qué podemos hacer con lo que tenemos aquí’”.
Miranda vio el daño que el huracán dejó a su paso mientras manejaba hacia la clínica, y sabía que la necesidad de servicios médicos sería esencial tras el paso de la tormenta. Dio instrucciones al personal para que instalaran una carpa en la acera y comenzaran a documentar los nombres de los pacientes y los medicamentos necesarios mientras organizaban el transporte de los pacientes a otras clínicas de COSSMA con farmacias aún abiertas en pueblos cercanos.
Los centros de salud como COSSMA brindan atención médica primaria a las poblaciones pobres en Puerto Rico. Pero durante los primeros días y semanas después de María, estos centros se convirtieron en los primeros en dar apoyo a los que necesitaban asistencia médica y medicamentos. La respuesta de la mayoría de estos centros de salud ayudó en un momento en que se desató una crisis de salud pública y muchos hospitales cerraron, al tiempo en que las agencias gubernamentales federales y estatales —encargadas de responder después de un desastre natural— fallaron, según entrevistas a varias personas.
“No podíamos comunicarnos con nadie”, dijo Miranda al describir los primeros días después de la tormenta. “Fuimos a las comunidades con nuestros servicios médicos”.
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En muchos casos, los proveedores de servicios médicos como COSSMA trabajaron bajo carpas ubicadas fuera del centro de salud porque los edificios estaban parcialmente dañados o no eran seguros. Mientras que otros, como los Centros de Servicios Primarios de Salud de Patillas, usaron sus unidades móviles para visitar a los pacientes en sus hogares, incluidos algunos que vivían en áreas más remotas.
La Corporación de Salud Asegurada por Nuestra Organización Solidaria (SANOS) visitó refugios y centros de cuidado de ancianos en Caguas para brindar atención primaria y medicamentos a pacientes con enfermedades crónicas, como diabetes, hipertensión, asma y enfermedades del corazón. El centro de Patillas permaneció abierto al público, incluso mientras la tormenta entraba a tierra, a unas pocas millas de distancia.
Estos centros también fueron de los primeros en atender a pacientes con enfermedades de salud pública estrechamente relacionadas con eventos catastróficos, como infecciones agudas, conjuntivitis, sarna, asma, dermatitis y enfermedades contagiosas como influenza, dengue, leptospirosis y zika.
“Estábamos solos en el mundo”, dijo César Montijo, director ejecutivo de SANOS, un centro de salud en Caguas, al describir cómo su clínica intervino para brindar servicios médicos e, incluso, alimentos a las comunidades necesitadas 72 horas después del huracán.
Los esfuerzos de estos centros de salud luego del huracán confirmaron que son una pieza esencial en la estrategia de respuesta ante emergencias.
El año pasado, la Administración de Servicios y Recursos de Salud, la agencia federal que provee fondos para los centros de salud, otorgó $12.8 millones para apoyar los preparativos para desastres, especialmente en áreas remotas.
Direct Relief, una organización cuya oficina matriz está en California y que da ayuda para atender las necesidades inmediatas de las víctimas de desastres naturales, aportó fondos para instalar paneles solares en 37 clínicas y brindó empaques con suministros médicos de emergencia a 12 centros de salud antes de la temporada de huracanes del 2019. Otros esfuerzos de preparación han incluido generadores de mayor capacidad, instalar tanques de combustible lo suficientemente grandes para almacenar diésel durante 21 días o más, y construir sistemas de almacenamiento de agua y pozos.
El año pasado, el Gobierno de Puerto Rico solicitó al Congreso de Estados Unidos $250 millones en fondos para equipar a los centros de salud comunitarios con materiales y equipos que los prepara para enfrentar un desastre. También se solicitaron equipos como vehículos todoterreno y clínicas ambulantes que estarían listas para responder en lugares con daños graves y áreas aisladas después de un desastre. Esto era parte del plan económico y de recuperación de desastres del Gobierno.
El CPI pidió al Departamento de Salud detalles sobre si los fondos se aprobaron y una lista de los centros involucrados en estos esfuerzos y cualquier plan de preparación para emergencias que incluya centros de salud. Salud refirió la petición a la Oficina Central de Recuperación y Reconstrucción de Puerto Rico (COR3) y esa agencia no proveyó la información luego de varias solicitudes. Mc Nelly Torres / CPI Puede ver el reportaje completo en periodismoinvestigativo.com