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Un Vía Crucis en Roma dedicado a las prostitutas, víctimas de esclavitud

La tradición cristiana fue representada en el Coliseo romano en donde participó el papa Francisco.

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El papa Francisco asistió el viernes al Vía Crucis en el Coliseo, acompañado por el texto militante de una religiosa de 80 años dedicado a las esclavas modernas, incluidas las prostitutas, en las carreteras de Italia.

El Vía Crucis revive en la tradición cristiana el calvario de Jesús, desde su condena a muerte a su crucifixión, su muerte y sepultura.

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Este año el Papa eligió para las “meditaciones” del Viernes Santo a la religiosa Eugenia Bonetti, una italiana que durante mucho tiempo misionó en África y que desde hace 20 años se dedica en Italia a asistir a las víctimas de la esclavitud.

Bonetti puso en adelante a los “nuevos crucificados de la historia”. En primer lugar las esclavas sexuales “utilizadas” pero “condenadas por una sociedad que rechaza ver este tipo de explotación”.

Su texto crudo y directo fue leído mientras se cargaba una larga cruz gris en el fondo del Coliseo de Roma, luego en el exterior de este lugar emblemático de las persecuciones contra los cristianos durante el imperio romano.

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La religiosa enumeró los destinos de jóvenes mujeres, como el de una “menor, encontrada una noche en Roma, que hombres a bordo de coches lujosos, explotaban por turno. Y sin embargo, podría tener la edad de sus hijas”. O el de tres africanas “mutiladas” por adolescentes con objetos incendiarios.

Bonetti llamó a “comprometerse” contra “los horribles centros de alojamiento de migrantes en Libia” y criticó a Italia evocando “los buques a los que se rechaza un puerto seguro, las largas negociaciones burocráticas sobre los destinos finales”.

Alrededor del anfiteatro había unos 20.000 fieles que siguieron en silencio la ceremonia nocturna.

Preside ceremonia

En una corta oración final, Francisco pidió que se vieran “todas las cruces del mundo”, las de las personas con hambre o abandonadas, pero también la “de los migrantes que encuentran las puertas cerradas por el miedo y los corazones blindados por los cálculos políticos”, la de los “pequeños, heridos en su inocencia”.

También aludió a una sociedad en plena secularización, con religiosos que se sienten “rechazados, ofendidos, humillados”, y creyentes “marginados y rechazados incluso por sus allegados”.

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