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La violencia de género persigue y aísla a inmigrantes en Puerto Rico

Una investigación demostró que 97 % de las inmigrantes en Puerto Rico han sido víctimas de violencia emocional; 81 %, de violencia física; y 72 % de violencia sexual.

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Cuando Patricia (nombre ficticio) salió en yola de República Dominicana con la esperanza de una mejor vida, tenía 5 suturas en la nariz. Su pareja le entró a golpes una semana antes de la difícil decisión.

“Él ya se había tornado agresivo, pero vocalmente. Nada de golpes ni nada. Yo estaba indecisa (sobre migrar) porque yo siempre tenía miedo a montarme en una yola. Pero ya eso fue el detonante para que yo tomara la decisión”, dijo Patricia en un viaje en el tiempo 13 años atrás.

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Nueve años después de estar en Puerto Rico, de haber trabajado cada minuto, de enviar su dinero a sus 3 hijos en República Dominicana, de escuchar frases como “ustedes cobran $40 y le limpian a una la casa y el marido”, de que le temblaran las rodillas cada que veía a un policía; se volvió a enamorar. Él la intentó matar cinco veces.  Otras tantas la violó.

Una investigación de la Escuela Graduada de Trabajo Social Beatriz Lasalle, de la Universidad de Puerto Rico (UPR) en Río Piedras, demostró que un 97 % de las mujeres inmigrantes en Puerto Rico han sido víctimas de violencia emocional; 81%  de violencia física; y 72 % de violencia sexual. Un 88 % de la muestra estudiada, 900 mujeres, provino de República Dominicana.

“La situación por la que las mujeres emigran es puramente económica. En su gran mayoría son madres solteras que dejan a sus hijos e hijas a sus familiares. En el caso de República Dominicana, muchas tienen que venir en una embarcación, llamada yola, y a veces son víctimas tanto de extorsión como de violencia sexual, de agresiones, y hasta de trata”, explicó a Metro Romelinda Grullón, directora del Centro para la Mujer Dominicana.

La Organización de Naciones Unidas estima que un 35 % de las mujeres en todo el mundo ha sufrido violencia física o sexual, sin incluir acoso, pero esas condiciones se convierten en un doble aislamiento cuando las víctimas sufren el temor y la amenaza de ser deportadas.

“Las leyes migratorias son bien punitivas, lo que hace que, a veces, se les dificulte mucho más que denuncien situaciones que están pasando las personas víctimas de violencia”, agregó Grullón.

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“La mayoría de los hombres migrantes está insertado en el área de construcción y otros tipos de servicios. En el caso de las mujeres, pues prácticamente están solas, porque están trabajando en una casa de familia y están mucho más expuestas a explotación laboral e, inclusive, a violación. La mayoría de los hombres prácticamente no pasa por eso”, ilustró.

La reivindicación

A Patricia le tomó tres años salir de la relación, a pesar de la violencia. Él, a diferencia de ella, está en el país de forma regular. También es dominicano, pero eso no fue obstáculo para amenazarla, para ejercer control sobre ella y hasta insultarla haciendo referencia a que “estas dominicanas que llegan aquí comen basura en su país”, pero no quieren comer alimentos frescos en Puerto Rico, recordó ella narrando un incidente violento mientras preparaban la cena. En esa ocasión, pensó que no sobreviviría.

Pero ahora, un par de años más tarde, cada vez que Patricia habla sobre su expareja y lo llamaba así, “mi expareja”, se corrige de inmediato llamándolo “mi agresor”.

En el lenguaje mismo, la mujer confirmaba lo que la investigadora Elithet Silva destacó en entrevista con Metro: la capacidad y la fuerza de estas mujeres para reivindicarse, para darse la mano y salir juntas de ese hueco en el que estuvieron sumergidas, salir del aislamiento en el que las mantuvo el machismo, la xenofobia y la obligación de migrar en condiciones de pobreza.

El estudio, que abordó las experiencias de mujeres que reciben servicios en el Centro para la Mujer Dominicana como la misma Patricia, evidenció que cerca del 52 % no había consultado abogados de inmigración, y cerca del 80 % no recibían servicios gubernamentales ni servicios de salud públicos y privados. Más del 90 % son mujeres vulnerables por su situación migratoria.

Estos datos y otras experiencias de vida quedaron plasmados en el cortometraje Desempacando historias: género, migración y violencia, de la cineasta y abogada Anabel Mullen.

Patricia ya está poniendo en orden su estatus migratorio y lo menos que quisiera es que sus hijos arriesguen sus vidas en una yola, como hizo ella, para venir a Puerto Rico.

Para la sobreviviente, haber estado lejos de sus crías ya es suficiente dolor. Con los ojos llorosos, recordó cuando uno de sus patronos la insultó diciéndole que abandonó a sus hijos en República Dominicana. Eso le provocó más rabia que la amenaza de reportarla.

La tristeza por la distancia no se ha ido, pero, al menos, ahora, Patricia camina con algo más de confianza.

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