La historia de Warren y Joan Sell Chapple es una de esas que podría servir para hacer una película o escribir un libro que muestre el amor eterno.
En noviembre pasado cumplieron 70 años de casados y hace sólo unos pocos días murieron con apenas 24 horas de diferencia.
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Hace 7 años, cuando tenía 85 y su esposa 80, el alzheimer comenzó a hacer estragos en Joan y tuvo que ser internada en un asilo de ancianos en New York, señala Times Union.
De ahí en más, el anciano le dedicó prácticamente todo lo que le quedaba de vida a su amada. Durante el tiempo que la mujer estuvo internada, la visitó todos los días, y sólo falló por enfermedad o cuando las condiciones climáticas se lo impedían.
Tras ello, en los últimos dos años, manejó durante 16 kilómetros para verla, le daba el desayuno, se quedaba durante tres horas y regresaba a casa.
En la tarde, otra vez conducía los 16 kilómetros para darle la cena y luego se iba cuando a Joan la llevaban a dormir.
“Vivió para mi madre”, dijo su hijo Marc, que aseguró que su padre la “mantuvo viva con su amor”.
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Warren fue diagnosticado con cáncer de esófago y el 28 de enero fue el último día que pudo ir a ver su esposa. Los dolores no le permitían viajar para estar con su amada.
El domingo pasado, el anciano notó que su hijo estaba muy distinto, lo miró y le preguntó por Joan. “Ella se ha ido”, le contestó Marc.
Luego de varias lágrimas, Marc miró a los ojos a su padre y le dijo que ya era tiempo de partir: “puedes irte ahora”.
Apenas 24 horas después del fallecimiento del amor de su vida, Warren dejó este mundo para reunirse con Joan.