Hace dos meses, en el barrio Mariana de Naguabo se levantó un club gallístico. El huracán María le dio un duro golpe a la jugada de gallos en el área este, pero siete socios decidieron unir fuerzas para lograr una inversión de medio millón de dólares y mantener con vida lo que consideran una tradición.
No obstante, llegó 2019 y, con el nuevo año, el hecho de que el Congreso de los Estados Unidos ya dictó su sentencia .
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Pero en Mariana, la criminalización de la jugada de gallos no es más que una razón para solidificar el movimiento gallístico desde el barrio y la calle. Gran parte de los galleros que aquí se han dado cita para, posiblemente, la última jugada de Año Nuevo, le aseguraron a Metro que las peleas de gallos en Borinquen seguirán vivas cueste lo que les cueste, así sea organizando el clandestinaje para terminar en una cárcel federal.
“No importa lo que nos cueste, vamos a seguir hasta lo último. Esto es hasta que nos metan a la cárcel”, le dijo a este medio Gabriel Díaz, uno de los siete socios del club naguabeño que el 1 del corriente puso en escena 67 combates.
A Naguabo llegó gente de todo Puerto Rico. Galleros de Barranquitas, de Vieques, de Manatí, Juncos, Río Grande, entre otros pueblos. También se dieron cita policías estatales, abogados, médicos, criadores, armadores, jóvenes y viejos. Había de todo. De hecho, llegó hasta el pelotero Edwin “Sugar” Díaz.
El orgullo del barrio Daguao llegó acompañado de su padre para jugar un gallito rubio en una posta de $100. Y por supuesto, habló sobre lo que significa jugar gallos en estos tiempos difíciles para la industria.
Jaime Migueles, por su parte, es oficial de la unidad de operaciones tácticas de la Policía de Puerto Rico y también es empleado de seguridad en la gallera. Migueles le ha dado 25 años de servicio a la Uniformada, pero le dijo a Metro que, cuando los galleros comiencen sus manifestaciones, no les hará frente en ninguna confrontación a la que sea activado.
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“Ya yo dije que no voy a enfrentarme a mi gente. La nación americana tiene 50 estados y en algunos hay pena de muerte y en otros no. ¿Por qué nosotros [los galleros] no podemos exigir que nos excluyan de esta medida? También en Estados Unidos están los Amish, que no le responden al Estado. Ellos tienen unas tradiciones y el Gobierno se las respeta. Así como respetan a los Amish y a los indígenas, pues que nos respeten a nosotros, que nos escuchen y vean que incluirnos ahí fue un error”, sostuvo.
No todos seguirán en el clandestinaje
Entretanto, el licenciado Víctor M. Riefkohl, gallero con más de 40 años de experiencia, no está muy convencido de continuar su pasión en el clandestinaje. Por eso Riefkohl es parte de los siete inversionistas de la gallera de Naguabo. Sin embargo, no le importa el dinero. Lo que desea Riefkohl es continuar criando sus aves legalmente. El abogado aprovechó la visita de este medio para enviarle un mensaje a los defensores de animales.
“La gente de la sociedad protectora de animales son unos fundraisers. A esa gente no les importa los animales de verdad. Ellos lo que hacen es recoger dinero para lucrarse. Que pregunten cuál es el salario del presidente de la PETA; es más de $400 mil al año. Esa es la realidad de esto. Pero nos persiguen a nosotros”, manifestó el gallero.
Para Riefkohl, aceptar la prohibición es un acto de cobardía y una contradicción del sistema.
“Ya es legal que la mujer aborte a su hijo, pero entonces no me permiten a mí jugar un gallo. En Thanksgiving, se matan millones de pavos, pero yo no puedo jugar gallos. Te hablan de proteger animales, pero te confiesan que matan a los perros y gatos por falta de adopción. Si quisieran a los animales de verdad, ellos usarían el dinero que recaudan para mantenerlos con vida. Eso no tiene sentido. Ellos tienen un doble discurso”, sentenció.