Decenas de transgénero que salieron de Centroamérica y viajan por México buscando asilo en Estados Unidos se han unido para protegerse, no del viaje lleno de peligros sino de los ataques de sus compañeros de travesía.
Huyen de la pobreza, la violencia y la discriminación que padecen en sus países, pero han encontrado que el periplo hacia el norte es igual de amenazante.
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“Cosita rica”, “¿Mami adónde vas?”, “¿Cuánto cobras?”, son algunos de los insultos que recibe a diario el grupo que viaja junto a la caravana.
La salvadoreña Loly Méndez, de 28 años, conoce muy bien a lo que se arriesga en su país: su mejor amiga fue asesinada por su condición de transgénero. “Yo iba a comenzar mi transición, pero me llegaron a amenazar que si me iban a crecer los pechos me los iban a cortar”, contó. Las amenazas eran anónimas, lo que le provocó temor y la impulsó a huir.
“En mi país hay violencia, falta de trabajo y de oportunidades y cuando tienes el entusiasmo de ser alguien en la vida, eso no te tiene que parar”, dijo Loly y aseguró que “también en la caravana hay violencia hacia la comunidad LGBTI”.
Loly se unió a la caravana en Tapachula, en el sur de México, una semana después de que ésta había iniciado su viaje desde Honduras. Cuando vio en las redes sociales que la caravana avanzaba pensó que era su oportunidad. Espera trabajar en Estados Unidos y comenzar una empresa de productos de belleza -quizás en Los Ángeles o Nueva York-, una idea que lleva tiempo madurando pero para la que no tiene el dinero necesario para concretar.
“Voy para un país donde yo sé que voy a lograr mis sueños”, dijo esperanzada.
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En muchas partes de Centroamérica son comunes los reportes de asesinatos, agresiones y discriminación debido a la identidad de género u orientación sexual.
Pero obtener asilo es Estados Unidos es difícil aunque se tengan pruebas de que alguien ha sido víctima de persecución por su condición sexual, dijo Lynly Egyes, directora de litigio del Centro Legal Transgénero en Oakland, California.
Toma días o a veces semanas que las migrantes transgénero obtengan una audiencia con un oficial de asilo. Si se les permite avanzar en el proceso, muchas están traumatizadas y tienen problemas para contar sus historias, dijo Egyes. También es mucho menos probable que se les conceda asilo sin un abogado.
“Es un proceso horrible y no todas lo logran”, dijo Egyes.
Temerosas de ser atacadas o abusadas sexualmente, se mantienen unidas las 24 horas, caminan y duermen en grupo e incluso van en parejas al baño. Son unas 50 transgénero de entre 17 y 60 años.
En el trayecto no sólo han sufrido acoso, también han sido víctimas de robos y agresiones. Cuando caminaban en fila por la carretera entre Acayucan e Isla, en el estado de Veracruz, un grupo de migrantes subidos a un tráiler les lanzó agua, naranjas y basura.
En Matías Romero, en el sueño estado de Oaxaca, no quisieron dormir en el parque donde la caravana de detuvo a descansar. Se ubicaron en un hotel abandonado tras un terremoto en 2017 que estaba al lado, sucio, sin ventanas, puertas o servicios. Allí se bañaron a la luz de una pequeña linterna, se pusieron sus mejores vestidos y se maquillaron.
“Las chicas”, como se autodenominan, llaman la atención por su maquillaje perfecto, sus coloridas cabelleras, sus cuerpos finos y delgados y sus vestidos amarillos, rosados, blancos y azules. Cada noche buscan cómo acicalarse y ahí surge uno de los conflictos comunes. “Tenemos problemas al momento de ir al baño”, contó Nakai Flotte, una activista y transgénero que integra el grupo. “Nos bañamos en el de hombres, a veces en el de mujeres, pero es difícil, no hay uno para nosotras”.
Nakai acompaña al grupo para apoyarlas en sus dudas sobre la migración y el asilo. Estados Unidos “deberá tomar en cuenta su condición de vulnerabilidad y violencia”, dijo la activista.
Sin embargo, la decisión del ex fiscal general Jeff Sessions de negar asilo a las víctimas de la violencia doméstica y de las pandillas podría tener un impacto negativo en las transgénero, que suelen ser uno de los blancos favoritos de las maras.
“Yo sé que será difícil conseguir un asilo, pero tenemos que hacer el intento”, explicó Alexa Amaya, una exuberante morena de pelo rojo que caminaba por la carretera cargando unas pocas pertenencias. Alexa tiene 24 años y viene desde Copán, Honduras.
La caravana ha recorrido más de 2,000 kilómetros desde que partió de San Pedro Sula, Honduras, el 13 de octubre. Ha atravesado Guatemala y aunque ya recorre las tierras altas del centro de México todavía se encuentra lejos de su objetivo: Tijuana, al otro lado de la frontera con San Diego.
Aunque gran parte del viaje ha sido a pie, los recorridos en automóviles, camionetas, minibuses y remolques han sido cruciales, especialmente los días en que la caravana recorre 160 kilómetros o más. Pero para el grupo ha sido muy difícil encontrar conductores dispuestos a darles un aventón.
“Un taxista nos bajó de su carro”, recordó la hondureña Lady Pérez, de 23 años, y relató que cuando un camionero cobra pasaje por llevar a los migrantes a ellas les doblan o triplican el precio. Al ver que nadie las llevaba, vehículos oficiales de grupos de derechos humanos optaron por transportarlas.
Lady empezó a identificarse como mujer a los cinco años. De su padre recibió insultos y golpes, luego fue la familia y después de la sociedad, que la discriminó. Su novio fue asesinado y a ella la amenazaron para que abandonara el país.
Caminando con una minifalda negra y una camisa a cuadros, los labios pintados de rojo y los ojos delineados en negro, contó que muchos hombres las han acosado durante el viaje.
“Nos han denigrado, se supone que estás migrando de tu país por la violencia y la discriminación, la homofobia, y resulta que en la misma caravana te encuentras con esa violencia”, dijo. Pero no pierde la fe de que con valor y paciencia logrará llegar a Estados Unidos y todo cambiará.
Ante el constante acoso, la coordinación de la marcha y organizaciones de derechos humanos que la acompañan dispusieron que dos hombres con chalecos verdes vayan junto al grupo para evitar agresiones.
“Mientras no se pasen de la raya nos sentimos protegidas”, dijo Loly. “Si alguno se pasa de la raya, derechos humanos está al día con nosotras para protegernos”.
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