La canciller alemana Angela Merkel conmemorará el centenario del fin de la Primera Guerra Mundial en tierra francesa y el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier lo hará en la Abadía de Westminster, Londres, con la reina Isabel II.
Sin embargo, aunque ambos gobernantes visitarán las capitales de los enemigos de Alemania durante la guerra, en su propio país no se planean conmemoraciones para el centenario del armisticio del 11 de noviembre que puso fin a la guerra de cuatro años en la que murieron 2 millones de sus soldados y 4 millones resultaron heridos.
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La semana próxima, el Parlamento alemán recordará en una ceremonia el primer centenario de la declaración de la primera república alemana, el 80 aniversario del brutal pogromo nazi contra los judíos conocido como la Noche de Cristal y el 29 aniversario de la caída del Muro de Berlín. Casi como cuestión secundaria el Parlamento dice que hay una exhibición artística en el vestíbulo titulada “1914/1918 – Ni entonces, ni ahora ni nunca”.
La falta de conmemoraciones no se debe tanto al hecho de haber sido derrotada en la guerra sino a lo que sucedió después: para Alemania _a diferencia de Francia y Gran Bretaña_, el armisticio del 11 de noviembre no trajo la paz. El fin de la guerra significó la caída de la monarquía, revoluciones y enfrentamientos entre la derecha y la izquierda. También significó años de hiperinflación, hambre y pobreza, las condiciones que ayudaron el ascenso de los nazis al poder en 1933.
El recuerdo horrendo del Holocausto y la destrucción masiva de la Segunda Guerra Mundial eclipsa todo lo demás en Alemania, dijo el historiador Daniel Schoenpflug, del Instituto Friedrich-Meinecke. Su nuevo libro “A World on Edge” (un mundo al borde de un ataque de nervios) estudia la inmediata posguerra vista a través de perspectivas individuales.
“No se la puede reducir al hecho elemental de que un país ganó la guerra y otro la perdió”, dijo Schoenpflug. “Alemania es un país que basa prácticamente toda su narrativa nacional en la derrota de 1945”, no la de 1918.
En Turquía, en cambio, que también formó parte del bando perdedor en la Primera Guerra Mundial, el fin de la guerra trajo la caída del Imperio Otomano y una guerra de independencia, pero a la vez permitió el surgimiento de Mustafa Kemal Ataturk, fundador de la moderna república turca.
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En Alemania, que visualiza el fin de la primera contienda a través del prisma de Hitler y el Holocausto, la inmediata posguerra fue un período de utopías, con movimientos que promovían visiones idealistas de paz y democracia, dijo Schoenpflug.
Pero en el otro extremo del espectro político, las utopías de derecha fueron las parteras del fascismo, dijo.
Al disiparse la euforia inicial generada por el fin de la guerra, las esperanzas para el futuro cedieron terreno rápidamente al rencor por las reparaciones y condiciones impuestas por los vencedores a Alemania. Los nazis y la derecha nacionalista pudieron ganar apoyo al propagar el mito de la “puñalada por la espalda”, según el cual los líderes civiles traicionaron al ejército al aceptar la capitulación del 11 de septiembre.
“Hubo una guerra de sueños, un choque de utopías” entre la derecha y la izquierda”, dijo Schoenpflug.
Aunque no habrá conmemoraciones nacionales en Alemania por el fin de la guerra, se prevén diversos eventos y una exhibición en el Museo Histórico Nacional en Berlín. La Conferencia de Obispos Alemanes está organizando un oficio especial en la catedral Berliner Dom.
Además de la participación de las autoridades en los eventos en Londres y Berlín, el ministerio del Exterior dijo que está coordinando con su contraparte británica un tañido de campanas alrededor del mundo el 11 de noviembre.
“Las campanas sonarán al mediodía para conmemorar a las más de 17 millones de víctimas de la Primera Guerra Mundial y como un llamado al entendimiento y la comprensión a través de las fronteras”, dijo el ministerio.