ARRIAGA, México (AP) — Desde hace tiempo Kenia Yoselín Gutiérrez pensaba en emigrar de su natal Honduras a Estados Unidos, pero se desalentaba al escuchar las historias de otros que hicieron el viaje: migrantes violadas o que desaparecían, niños robados.
Cuando escuchó acerca de la caravana de miles de personas que avanza por el sur de México, vio su oportunidad. Su hija de 5 años, su hermana y su sobrina se le unieron.
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“No es tan fácil andar en este camino una sola y con niños”, dijo la mujer de 23 años, sentada con su hermana y sus hijas bajo una lona cerca de la plaza principal del poblado de Pijijiapan, en el estado de Chiapas, en el sur de México. “Mientras que así acompañados no es tan peligroso. No es muy fácil que te pase algo”.
El sol tropical puede ser fuerte, el camino largo y las autoridades mexicanas poco serviciales e incluso hostiles, pero muchos en la caravana dicen que viajar en un grupo grande los ayuda a protegerse de los peligros que acechan en la ruta hacia el norte.
Es también una forma relativamente barata de efectuar el viaje, ya que la intensificación de los esfuerzos de Estados Unidos para impedir los cruces ilegales en su frontera ha elevado el precio de los contrabandistas de personas hasta los 12.000 dólares, una suma que los que huyen de la pobreza y la violencia no pueden pagar.
Al mismo tiempo, el secuestro y la extorsión de migrantes se han convertido en un gran negocio para las organizaciones delictivas mexicanas, especialmente cerca de la frontera con Estados Unidos, lo que hace aún más difícil que la gente intente cruzar por sí sola.
El resultado ha sido la formación de caravanas como esta y el surgimiento de una camaradería en medio de miles de extraños que comparten una historia y una meta común.
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“Somos del mismo país”, dijo Harlín Sandoval, que aguardaba junto a varios centenares de personas más en las afueras de Pijijiapan, con la esperanza de que alguno de los camiones que pasaban los llevara. “Y yo me siento más protegido”.
El viernes, la caravana hizo su recorrido más ambicioso en un solo día desde que los migrantes ingresaron en México hace una semana, una caminata de 100 kilómetros (60 millas) por la costa del Pacífico desde Pijijiapan hasta el poblado de Arriaga.
El tamaño del grupo ha disminuido considerablemente debido a los casos de agotamiento y enfermedad: restan unas 4.000 de las 7.000 personas que llegó a tener. Aún están a 1.600 kilómetros (1.000 millas) del cruce fronterizo más cercano en McAllen, Texas, pero el recorrido podría ser el doble de largo si el grupo decide dirigirse a la frontera entre Tijuana y San Diego, como otra caravana eligió a principios del año. Sólo unas 200 personas de ese grupo lograron llegar a la frontera.
Aunque este tipo de caravanas de migrantes se han llevado a cabo regularmente a lo largo del tiempo, pasando casi inadvertidas, este año han recibido una atención generalizada luego que el presidente estadounidense Donald Trump ha dicho que se opone totalmente a ellas.
El Pentágono aprobó una solicitud el viernes para el envío de tropas adicionales a la frontera sur, probablemente de varios cientos, con el fin de ayudar a la Patrulla Fronteriza mientras Trump pretende aprovechar los temores hacia los inmigrantes y la caravana para convertirlos en ganancias electorales en los comicios legislativos del 6 de noviembre.
El secretario de Defensa Jim Mattis aprobó la solicitud de ayuda que le hizo el Departamento de Seguridad Nacional y autorizó al personal militar a que determine detalles como el tamaño, la composición y el costo aproximado de los emplazamientos, según un funcionario federal que habló a condición de guardar el anonimato con el fin de poder declarar sobre los planes que no han sido anunciados públicamente.
Azuzando temores acerca de la caravana y la inmigración ilegal con el fin de animar a los votantes republicanos, el presidente ha insinuado que pandilleros y “personas de Oriente Medio” están entremezclados en el grupo, aunque posteriormente reconoció que no tenía pruebas de ello.
El presidente mexicano Enrique Peña Nieto anunció el viernes el lanzamiento de lo que llamó el plan “Estás en tu casa”, que ofrece albergue, atención médica, escuela y empleo a los centroamericanos en los estados sureños de Chiapas y Oaxaca si solicitan refugio. El mandatario dijo que “este plan solamente es para quienes cumplen con las leyes mexicanas”, y es un primer paso para obtener el estatus de refugiado permanente.
En la noche, en la plaza central de Arriaga tras concluir su recorrido, los migrantes rechazaron la propuesta en una bulliciosa votación oral. “¡Gracias!”, gritaron, pero “¡no, nos vamos para el norte!”
Un coordinador de la caravana dijo que de nuevo partirían antes del amanecer rumbo a Tapanatepec, a unos 46 kilómetros (29 millas), en el estado de Oaxaca.
Incluso antes del anuncio, las autoridades dijeron que más de 1.700 de los migrantes habían solicitado estatus de refugiados, mientras que cientos más aceptaron viajes gratuitos en autobús para regresar a Honduras.
El gobierno de México les ha permitido a los migrantes avanzar caminando, pero no les ha proporcionado alimentos, albergues ni baños, reservándose su ayuda para los que solicitan refugio.
La policía también ha estado obligando a los migrantes que pagaron boletos de autobús a descender de ellos, haciendo valer una oscura norma de un seguro de carreteras para dificultarles viajar de esa forma.
Las autoridades también se enfocaban en grupos pequeños que intentan alcanzar a la caravana principal, deteniendo a unos 300 hondureños y guatemaltecos mientras caminaban en una carretera tras cruzar la frontera de México ilegalmente, dijo un funcionario del Instituto Nacional de Migración.
Los migrantes, que a diario ingresan ilegalmente a México, suelen viajar en camiones o autobuses de contrabandistas, o caminan de noche para evitar ser detectados. El hecho de que este grupo avance a plena luz del día deja entrever que estaba adoptando las estrategias de la caravana, que es lo suficientemente grande como para caminar abiertamente sin temor a que haya detenciones masivas.
Sin embargo, parece que ahora las autoridades migratorias detendrán a los grupos pequeños, lo que impedirá que engrosen las filas de la caravana.
Para Jenifer Ramírez, que viaja cargando a su hija de 5 meses mientras su esposo y otros dos niños de 3 y 5 años caminan trabajosamente junto a ellos, la caravana fue un golpe de buena suerte.
Obligada a salir de Honduras a toda prisa después de que su esposo, un chofer de autobús, fue advertido por los pandilleros que sería asesinado si se negaba a transportar drogas en su vehículo, la familia carecía de dinero para pagarle a un contrabandista.
“En grupo recibimos ayuda, nos ayudan y todo”, dijo Ramírez, de 24 años, refiriéndose a los alimentos y donativos proporcionados por las comunidades locales en cada escala del camino. “Una que no lleva dinero recibe comida, ropa, en vez de jalones para poder seguir”.
Gutiérrez, la mujer joven que viaja con su hija, su hermana y su sobrina, dijo que nunca antes había dormido en un parque o en una acera. Espera que todas esas privaciones puedan algún día convertirse en “un bonito recuerdo” para ella y su hija si logran llegar a Estados Unidos.
“Me gustaría que ella recordara que esto lo estoy haciendo por darle una vida mejor a ella, por darle buenos estudios, por darle lo que yo nunca tuve en mi niñez”, afirmó. “Que algún día ella va a tener algo de esto que estoy haciendo… y de que nunca se va a quedar igual a mí, emigrando para otros lados”.