Hace 25 años, el nacimiento de Paul le dio el pasaporte a la familia Pogba para quedarse en Francia. Su madre congoleña, Yeo Moriba, llegó a Europa como inmigrante junto a su esposo Fassou Antoine, de Guinea, y sus hijos Florentin y
Mathias. El pasado 15 de julio, los gemelos y Yeo festejaron junto al más famoso de la familia y ahora héroe nacional de Francia la obtención de la Copa del Mundo en Rusia.
Mientras millones de inmigrantes y refugiados viven el infierno para poder establecerse en un lugar mejor, algunos de ellos han conquistado–por lo menos en el aspecto simbólico– espacios antes reservados para los privilegiados, en campos como la cultura, el deporte o la economía.
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En el modelaje, por ejemplo, Halima Aden conquistó la portada de Vogue UK y siempre ha desfilado con hijab. Y este mismo año, la selección francesa de fútbol cuyo plantel de 23 futbolistas tenía 16 hijos de inmigrantes, como Pogba y Kilian Mbappé, ganaba el Mundial de Rusia.
Los inmigrantes, aparte de crear una sociedad más diversa, han dejado su sello en la cultura, en la sociedad y en las artes. Uno positivo, por lo menos para los estadounidenses, que en la última encuesta realizada por Gallup el año pasado, mostraban que esta-
ban más abiertos que hace una década hacia la inmigración. De hecho, el 57% de los entrevistados considera que han tenido un impacto positivo en lo cultural, así como en lo económico. “Siempre ha existido, en toda sociedad, un sector que se opone a la inmigración. Siempre serán parte de este país, pero están muy equivocados. Siempre habrán personas que no gusten de los extranjeros, pero acá en Estados Unidos la gente tiene una opinión más favorable de lo que se puede tener sobre ellos en otros países”, explica a Metro Alex Nowrasteh, analista en migración.
Sin embargo, los recientes brotes de conservadurismo (como el auge de Trump y el Brexit), mas los radicalismos que han asolado a Europa con ataques terroristas por parte de ISIS y la crisis de refugiados de países en conflicto como Siria y Venezuela, ha mostrado que en el mundo las fronteras y las divisiones siguen siendo reales a pesar de la globalización.
Buscando la gloria pasada
En contraste con la optimista encuesta de Gallup, el año pasado también salió una carta en la revista Nature Human Behaviour, escrita por Catarina Kinnvall, investigadora de la Universidad de Lund, en Suecia, que mostró el aumento de la xenofobia
en Europa. Kinvall mostró que entre 1999 y 2008, 14 de 23 países encuestados habían reportado el incremento de la xenofobia; y hace unos 10 años, mucho antes de los ataques terroristas, Europa ya había registrado que en 19 de los 23 países, el 20% de los encuestados por cada país, eran xenófobos.
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Ante la sencilla pregunta de: ¿A quién les gustaría tener como vecino? La mayoría respondía de forma negativa ante los inmigrantes, gente de otra raza y musulmanes. Incluso, en países de Europa del Este como Rusia, Estonia y Letonia, la xenofobia ha aumentado un 20%. Kinvall, de esta manera, muestra que los xenófobos quieren traer esa “vieja gloria” de lo que representaba su país en tiempos pasados (fuese imperio o gran reino medieval), en donde se tenía la premisa de que ellos eran mejores que otros países.
El escritor colombiano Antonio Ungar, autor de la novela “Mírame” (2018), muestra la xenofobia en Francia en todo su esplendor creando a un protagonista que viene de la “vieja República” y que demoniza a los inmigrantes a pesar de su inserción en la sociedad. Ungar explicó a Metro que el triunfo de una selección como la francesa solamente es una victoria aparente en un mundo lleno de miedo hacia el migrante.
“Los franceses tienen una contradicción muy loca: se criaron en los ideales de libertad, igualdad y fraternidad y tienen 200 años de historia republicana, se inventaron el concepto de república. Y ellos creen que cuando vienen a América Latina, son de izquierda. O que son de la guerrilla o cosas románticas que tienen en la cabeza, pero cuando se encuentran con un latino en Francia, son de derecha”, explica el escritor, que ha vivido en Europa y en Medio Oriente. “Cuando miramos lo del equipo francés de fútbol, se refleja eso: estuve en Francia cuando ganaron el mundial del 98 y cuando quedaron subcampeones en 2006. Los del equipo eran héroes por una semana. Pero a las dos semanas, volvíamos a lo mismo: los franceses creían que esos tipos te iban a robar. Cuando conviene, los migrantes son héroes, pero a excepción del deporte y el arte, los marroquíes y árabes en la sociedad francesa no tienen ningún espacio”, afirma.
Lo digital y lo simbólico como forma de protesta
Por otro lado, hay muchos migrantes jóvenes que han decidido hacer del arte su forma de protesta e indignación, no pudiendo influir directamente en políticas gubernamentales como las del gobierno estadounidense y la separación de niños en la frontera, por ejemplo, o en la dura realidad de quienes sufren por un empleo, trabajan en condiciones ilegales e incluso son explotados. Mujeres como Angy Rivera (quien creó la página de Facebook Ask Angy), o Amani Al-Khatahtbeh, creadora de la web MuslimGirl.com, han trabajado por su lado para reivindicar a los inmigrantes en el aspecto social y simbólico. Eso mismo hacen personas como Jonathan Hayes Green, co-fundador de Undocublack Network y Yosimar Reyes, entre otros activistas que ayudan a los indocumentados en aspectos legales y sociales.
Otras personas crean marcas e iniciativas para ayudar a los migrantes, como la famosa Lipslut y su labial Fuck Trump, e incluso hay lugares de funding para ayudar a los migrantes separados de sus hijos en la frontera. Y de esta manera, en lo digital, se trata de reivindicar la diversidad y la tolerancia, así como en espacios culturales, donde los migrantes salen en revistas y son alabados por sus historias heróicas y su talento. Pero cada día es una afirmación, tanto en este espacio como en la vida real, sobre unas barreras que aún no se borran. Porque mientras hay un migrante que tuitea y declara su statement de una manera contestataria y triunfa tras tantas penurias, su vecino quizás solo quiere que vuelva a su país y lo mira con recelo tras la ventana.
P y R
Alex Nowrasteh, analista de políticas de inmigración en el Centro para la Libertad Global y la Prosperidad del Instituto Cato, Washington D.C
P: ¿Cuál cree usted que es el mayor efecto positivo de la migración en EEUU?
–El mayor efecto positivo es que los inmigrantes influyen en la economía. Ellos generan empleos para ellos mismos y los nacidos en Estados Unidos, y generalmente tienen menos registro de crímenes que los nativos. Ellos hacen que la sociedad sea un poco más segura, que tenga un poco más de bienestar.
P: Una situación muy compleja es el empleo. Muchos dicen que los inmigrantes llegan a “quitárselos”.
–Los inmigrantes crean más trabajos de los que ocupan y son trabajadores y consumidores. Ellos consumen bienes y servicios hechos por nativos. Un gran hecho de la inmigración es la creación de nuevos trabajos y eso ayuda a muchos americanos a conseguir empleo. Y la evidencia de esto en los estudios académicos es casi uniforme.
P: Igualmente, a pesar de que hay sociedades basadas en inmigración, todavía existen sectores áltamente xenófobos.
–Siempre ha existido, en toda sociedad, un sector que se opone a la inmigración. Siempre serán parte de este país, pero están muy equivocados. Siempre habrán personas que no gusten de los extranjeros, pero acá en Estados Unidos la gente tiene una opinión más favorable de lo que se puede tener sobre ellos en otros países.
P: Pero hemos visto muchos videos virales de gente siendo racista, ultimamente. ¿Cree usted que se incrementó por el gobierno de Trump?
–Pienso que siempre ha existido racismo en los Estados Unidos. No creo que se haya incrementado en estos últimos tiempos, de hecho pienso que está más bajo que nunca. La única diferencia es que hoy cualquiera puede registrar cada acto de racismo o discusión que la gente tenga. Hoy vemos a muchos más racistas solamente porque la gente lo está grabando. Si hubiésemos tenido cámaras en nuestros bolsillos hace seis años hubiésemos visto que existía más racismo ahí que entonces. Creo que ahora la sociedad es mucho mejor ahora que entonces, pero ahora podemos grabar todo. En el pasado, no podíamos.
¿Somos entonces más conscientes sobre la diversidad ahora?
–Definitivamente, ahora los americanos son más conscientes de esto y sobre todo en lo tocante a nuestro pasado, como la segregación que se impuso antes, la brutalidad policiaca y otros problemas que antes.
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