Una jueza en el Tribunal Superior de Fajardo encontró culpable a Miguel Córdova Villodas por 38 cargos de maltrato mediante restricción a la libertad, maltrato psicológico, violaciones a la Ley de Armas, Lesión Mutilante, agresión y maltrato mediante amenaza por un escalofriante patrón que mantuvo contra su pareja por un año y medio.
El hombre fue sentenciado a 103 años y seis meses de cárcel por los 38 cargos que enfrentó.
PUBLICIDAD
Por su parte, la secretaria de Justicia, Wanda Vázquez Garced expresó mediante declaraciones escritas que “la violencia domestica no importa de la manera en que se manifieste es repudiada y combatida por el Departamento de Justicia. Hay casos terribles donde la victimización de las perjudicadas marcan nuestra vida como servidores públicos que por tantos años hemos luchado contra el maltrato y el abuso. Este caso verdaderamente impactó nuestra atención y teníamos el firme propósito de hacerle justicia a esta mujer que públicamente conocimos de unos hechos de extrema crueldad. Hoy ciertamente aunque se trabajará con las secuelas emocionales que siempre marcan estos incidentes de violencia de género, desde el punto de vista del ordenamiento jurídico se le hace justicia y este individuo responderá a la sociedad con su libertad al recibir una sentencia de 103 años y 3 meses de prisión además de la inclusión en el Registro de Convictos de Violencia Doméstica del Departamento de Justicia para que ninguna otra mujer este ajena a esta convicción”.
Vázquez Garced señaló que “la valentía de la perjudicada en este caso pudo poner punto final al maltrato al que era sometida. Y lo detuvo, ya que era un patrón porque había sido acusado anteriormente por violencia doméstica contra una pareja anterior. Y ahora cumplirá en la cárcel”.
Córdova Villodas había sido el primer hombre acusado por cargos de esclavitud, pero estos fueron desestimados en el proceso. El cargo desestimado en una instancia previa era por violación al Artículo 159 del Código Penal que establece que la servidumbre voluntaria incluye “imponer sobre cualquier persona o grupo de personas una condición de servidumbre o trabajos forzados mediante engaño, fraude, secuestro o restricción de libertad, coacción, uso de la fuerza o amenaza a la víctima o a su familia”.
El cargo también incluye “ejercer abuso de poder real o pretendido o aprovecharse de la situación de vulnerabilidad de la víctima, haciendo a la víctima sujeto de una restricción de libertad o de interferencia con sus movimientos o comunicaciones, privación o destrucción de documentos de identidad, maltrato físico o emocional y denegación de derechos laborales”. Sin embargo, un juez previamente había entendido que ese cargo no se probó. La historia fue diferente en el resto del caso por el que hoy el hombre fue hallado culpable por la jueza Gemma González.
La historia de terror de la víctima se supo en sala mediante su testimonio por circuito cerrado. La mujer describió una relación de terror que inició por un comportamiento posesivo del hombre que llegó a provocarle serio daño físico y de quien escapó por una ventana de su casa cuando sintió que su vida estaba en peligro. Los hechos se remontan a los años 2012-2014. Según el testimonio de la víctima, su pareja limitó sus salidas de la casa, la mutiló y la golpeó con medias llenas de jabones, palos de escoba y cables eléctricos.
PUBLICIDAD
Dijo que tuvo que abandonar su trabajo de gobierno por los celos de su pareja, quien hasta le bloqueó el teléfono para que solo pudiese comunicarse con él y que inicialmente no lo denunciaba porque trataba bien a sus hijos. Sin embargo, la relación se fue tornando cada vez más violenta. Algunos de los sucesos relatados por la mujer en el proceso judicial daban cuenta de que la encerraba en la habitación y la obligaba a acostarse boca abajo mordiendo una almohada para golpearle la espalda con un cable eléctrico o un palo de escoba.
La mujer relató encuentros sexuales violentos que culminaban con insultos a ella. Dijo que en una ocasión la obligó a masturbarse mientras la grababa con un celular. Los relatos de la mujer incluyeron amenazas con quemarle los senos para evitar que estuviese con otras personas y viajes de madrugada a zonas boscosas en el Este de la Isla donde la amarraba al asiento de pasajero y luego la quemaba con una espátula caliente en los glúteos, senos, muslos y hasta en su área genital.