El 23 de junio, 12 niños fueron de paseo con su entrenador de fútbol en la provincia norteña de Chiang Rai en Tailandia, y terminaron atrapados en un sistema de cuevas dentro de una montaña.
Las corresponsales de la BBC Helier Cheung y Tessa Wong estuvieron en el lugar de los hechos cuando se produjo su rescate, que captó la atención de todo el mundo.
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- "Una tarea extremadamente difícil": así fue la operación de rescate de los niños atrapados en una cueva en Tailandia
- Quiénes son los niños y el entrenador del equipo de fútbol rescatados de una cueva en Tailandia
A continuación cuentan cómo fue la increíble historia del equipo de fútbol de los "Jabalíes Salvajes".
La fiesta de cumpleaños que no se celebró
Todo comenzó con una fiesta. El sábado 23 de junio, Peerapat "Night" Sompiangiai cumplió 17 años, y como muchos jóvenes, quiso celebrar a lo grande.
Su familia le había preparado un pastel de cumpleaños amarillo de Bob Esponja y varios regalos lo esperaban en su casa en un poblado rural del distrito de Mae Sai.
Pero Night no quería regresar pronto a su casa ese día. Había salido con sus amigos, los otros miembros del club de fútbol juvenil local, los Jabalíes Salvajes, y su entrenador Ekkapol "Ake" Chantawong.
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Cuando terminó la práctica, jugaron a las carreras con sus biciletas a través de los arrozales y hacia las colinas del bosque que en días recientes habían estado cubiertas de lluvia.
Su destino: la cueva de Tham Luang, uno de los lugares favoritos de los adolescentes, que adoraban explorar los pasajes y corredores del sistema montañoso de Mae Sai.
En la entrada de Tham Luang dejaron sus bicicletas y sus bolsas.
No era la primera vez que se aventuraban en la profundidad de la cueva.
En ocasiones, habían recorrido hasta 8 kilómetros de las mismas, para llevar a cabo los ritos de iniciación en el equipo, que consistían en escribir los nombres de los nuevos miembros en las paredes de la cueva.
Los niños se adentraron en la cueva llevando solamente sus linternas. No necesitaban más, después de todo solo planeaban quedarse allí una hora.
Pero no saldrían sino hasta dos semanas después.
En la casa de Night, su familia comenzó a preocuparse. ¿Dónde estaban los Jabalíes Salvajes?
Debajo de la cadena montañosa que separa a Tailandia de Myanmar está Tham Luang, un sistema de cuevas de 10 km, el cuarto más grande de Tailandia.
Su nombre completo es Tham Luang Khun Nam Nang Non, que significa "la gran cueva y fuente de agua de la montaña de la dama durmiente".
Es un destino popular para los niños aventureros.
Pero tiene sus peligros y ya antes se habían perdido personas en Tham Luang. Y una vez que comienza la temporada de las lluvias del monzón en julio, la cueva pasa de ser un lugar inocuo a uno extremadamente peligroso.
La cueva se puede inundar hasta 5 metros durante la temporada de lluvias y sólo se debe entrar en ella entre noviembre y abril.
"El agua se mueve, está lodosa y casi no hay visibilidad", le dijo a la BBC el guía local Joshua Morris.
Y una vez que la cueva se inunda, es muy peligroso incluso para los buzos experimentados.
Casi todos en Mae Sai lo saben. Así que cuando los padres de los Jabalíes Salvajes comenzaron a preocuparse por sus hijos perdidos se dirigieron de inmediato a la cueva.
El plan de los niños para visitar Tahm Luang había sido discutido en un chat en una app de mensajería con otros amigos.
Fuera de la entrada encontraron sus bicicletas, las bolsas y algunos zapatos.
Entonces dieron la alarma.
En la profundidad de la cueva, los Jabalíes Salvajes se vieron en problemas: había estado lloviendo durante los últimos días y toda el agua que caía en la montaña tenía que irse a alguna parte.
Esa parte era el sistema de cuevas de Tham Luang, que se estaba inundando rápidamente.
Unas primeras declaraciones de los niños sugiere que se vieron atrapados en una crecida. Necesitaban salir pero no tuvieron otra alternativa que adentrarse en lo profundo de la cueva.
Los Jabalíes Salvajes acabaron en una pequeña plataforma rocosa a unos 4 km de la entrada de la cueva pasando un punto normalmente seco conocido como Playa de Pattaya, que para entonces estaba inundado.
Envueltos por la implacable montaña y rodeados por la oscuridad, los niños y su entrenador perdieron todo sentido del tiempo. Sin duda crecía el temor.
Pero estaban determinados a sobrevivir. El grupo usó rocas para excavar 5 metros en esa isla seca y crear una caverna donde pudieran estar juntos y mantener el calor.
El entrenador Ake, un exmonje, les enseñó técnicas de meditación para ayudarlos a permanecer en calma y usar el menor aire posible. Y les dijo que permanecieran quietos para conservar la fuerza.
Una extraordinaria serie de circunstancias también funcionó a su favor.
Aparentemente no tenían comida pero sí contaban con un abastecimiento de agua potable en forma de humedad que goteaba de las paredes de la cueva.
Estaba oscuro pero llevaban sus linternas. También tuvieron suficiente aire debido a la piedra caliza porosa y a las grietas en las rocas por donde podía entrar aire.
Tenían las condiciones adecuadas para sobrevivir, al menos por un tiempo. Lo más importante es que los Jabalíes Salvajes se tenían unos a otros.
Lo más difícil era esperar que los rescataran.
El rescate
Fuera de la cueva se desarrollaba rápidamente una enorme operación de rescate.
Las autoridades habían llamado a las fuerzas de élite de la Marina de Tailandia, la policía nacional y otros equipos de rescate. Los voluntarios locales también contribuyeron.
Las primeras investigaciones dieron con huellas en una de las cámaras de la cueva, pero ningún otro signo de que los niños estuvieran vivos.
Los Jabalíes Salvajes estaban en algún lugar de las profundidades de Tham Luang, pero ¿dónde? Y lo más importante, ¿cómo se podía llegar hasta ellos?
Explorar la cueva era una desafío, la mayoría de los buzos de la Marina tenían poca experiencia de buceo en cuevas. Y el clima era implacable. Las fuertes lluvias significaban que el nivel de agua seguía aumentando, inundando las cámaras y aislando a los rescatistas en partes de la cueva.
Los ingenieros trataban desesperadamente de bombear el agua fuera de la cueva, pero tuvieron dificultades.
Al comienzo, "nadie realmente tenía idea de qué hacer", dijo un voluntario.
Las autoridades llevaron todo tipo de equipos, pequeñas bombas de agua, tubos largos, cuchillos y palas, pero muchos de estos aparentemente no eran adecuados.
Incluso trataron de perforar la montaña desesperados por encontrar grietas en las cuevas por donde pudieran entrar, y usaron drones con sensores térmicos para tratar de localizar a los niños.
Vigilia
En medio de las operaciones de rescate, un pequeño grupo mantuvo una vigilia en la entrada de la cueva.
Eran los familiares de los niños y Tum Kantawong, la madrina del entrenador Ake.
Casa día ella se dirigía a la montaña, llevando frutas, incienso y velas. "Era para mostrar respeto al espíritu que protege a la cueva. Le pedí que protegiera a los 13 niños", dijo.
El grupo gradualmente aumentó para incluir a los maestros de la escuela a la que asistían los Jabalíes Salvajes.
Sus compañeros también organizaron rezos y cantos y colocaron mensajes de esperanza en el colegio.
Los habitantes de localidades cercanas se organizaron para donar dinero y cientos de paquetes de comida para los familiares de los niños y su entrenador.
El sentido comunitario pronto comenzó a extenderse a medida que la noticia acaparaba la atención del país.
Llegaron voluntarios de otras partes de Tailandia y las redes sociales tailandesas se inundaron de mensajes de apoyo.
Ayuda internacional
Los primeros rescatistas internacionales llegaron el jueves 28 de junio.
Eran especialistas de rescate de la fuerza aérea de EE.UU. y buzos especializados en cuevas de Reino Unido, Bélgica, Australia, Escandinavia y muchos otros países.
Algunos eran voluntarios, otros fueron llamados por las autoridades tailandesas.
En los días que siguieron, los rescatistas lucharon una batalla constante con el clima. Tenían que nadar contra la corriente y a menudo se vieron forzados a regresar debido a la crecida del agua.
El domingo 1 de julio, poco más de una semana después de que desaparecieran los niños, los rescatistas lograron cierto progreso. Llegaron a una caverna grande que después nombrarían "cámara tres" y serviría como base para los buzos.
Ese también era el día de cumpleaños de Note, otro de "los niños atrapados en la cueva de Tailandia", como los estaban llamando los medios del país.
La mayor parte del resto del mundo todavía no conocía la historia.
Hasta el día siguiente, cuando dos buzos británicos hicieron un hallazgo increíble.
¿Trece? ¡Genial!
John Volanthen y Rich Stanton habían estado desafiando los estrechos y turbios pasajes de la cueva durante varios días, colocando cuerdas de guía y buscando signos de vida.
El lunes, los dos finalmente llegaron a Playa Pattaya. Pero no encontraron nada.
Continuaron en la oscuridad. Y a unos cientos de metros de distancia encontraron una cavidad de aire.
"Donde quiera que había espacio con aire salíamos a la superficie, gritábamos, olíamos", le dijo John a la BBC. Es un procedimiento estándar en ese tipo de operaciones de rescate.
"Olimos a los niños antes de verlos o escucharlos".
Pronto, la luz de la linterna de John iluminó algo increíble: los niños emergieron de la oscuridad, saliendo de la cueva y dirigiéndose hacia ellos.
Rick comenzó a contar a los niños mientras John preguntó: "¿cuántos son?".
"¡Trece!", fue la respuesta en inglés.
"¿Trece? ¡Genial!".
Junto a John, Rick no podía creer lo que estaba viendo. "¡Están todos vivos!".
Habían encontrado a los Jabalíes Salvajes.
Los dos buzos pasaron un tiempo con los niños tratando de levantarles la moral. Después, les dejaron linternas y prometieron regresar más tarde con comida.
El extraordinario encuentro fue grabado en las cámaras de los buzos y publicado en internet. El júbilo fue instantáneo y dio la vuelta al mundo.
Aquejados por la preocupación durante una semana, los padres de los niños estaban eufóricos al ver que sus hijos habían sobrevivido milagrosamente. Se veían delgados pero estaban en relativamente buen estado de salud.
Pronto llegó un médico militar y buzos de las fuerzas de élite de la Armada tailandesa para acompañar a los niños durante el resto de su permanencia.
Ver la luz
Después de nueve días en la oscuridad, los Jabalíes Salvajes pudieron ver luz nuevamente. Ansiaban comida y rogaron para que les llevaran pad krapao, un platillo de arroz con carne tailandés.
Pero el médico recomendó que los pusieran en una dieta especial de alimento líquido medicado y agua mineral con vitaminas agregadas.
Un tercer niño, Dom, también pasó su cumpleaños en la cueva.
Los rescatistas comenzaron a planear cómo extraer a los 13, algunos de los cuales no sabían nadar; de un corredor serpenteante e inundado de 4 km de cuevas que incluso para los buzos experimentados era un trayecto difícil.
"El tiempo no está de nuestro lado porque estamos esperando lluvias fuertes dentro de tres días", le dijo en ese momento a la BBC Ben Reymenants, otro de los rescatistas.
"Ahora es cuando el trabajo más duro comienza".
Ejército de voluntarios
El increíble hallazgo de los niños en la profundidad de la cueva puso al pequeño pueblo de Mae Sain en el centro de la atención internacional.
De la noche a la mañana, periodistas de todo el mundo estaban en el pueblo, a medida que llegaban también más voluntarios de rescate.
Una pequeña ciudad temporal floreció en la entrada de la cueva.
Se establecieron puestos de comida que servían bebidas, fideos calientes, arroz con pollo y hasta helados, todo gratuito.
Los ánimos estaban en alto, pero entonces un accidente fatal devastó a la comunidad.
La muerte de un héroe
El exbuzo de las fuerzas de élite de la Armada Saman Gunan era uno de los muchos voluntarios que habían llegado para ayudar en el rescate.
El 6 de julio, mientras estaba en un trayecto de rutina para entregar tanques de oxigeno a los niños, perdió la consciencia después de quedarse sin aire. Su compañero trató de sacarlo y revivirlo.
Pero Saman murió. Tenía sólo 38 años.
"Saman una vez dijo que no sabemos cuándo vamos a morir… así que por eso necesitamos atesorar cada día", dijo su esposa.
La muerte del buzo puso de manifiesto el peligro de la misión de rescate y los riesgos que enfrentaban los niños. Saman estaba sano y en buena condición física y también había representado a su país en triatlones.
Pero había otra cosa que también preocupaba: a pesar de los esfuerzos para reponer el aire, los niveles de oxígeno en la cámara habían disminuido a 15%, menos del usual 21%.
El tiempo se estaba acabando.
Los rescatistas habían identificado tres posibles opciones:
- Entrenar a los niños para que bucearan las áreas inundadas de la cueva, un proceso tan peligroso que era considerado el último recurso.
- Bombear agua de la cueva y esperar a que los niveles de agua bajaran de forma natural, pero esto podía tomar hasta cuatro meses.
- Encontrar o perforar caminos alternativos hacia la cueva.
Los buzos comenzaron a practicar con algunos niños locales en una piscina para buscar la manera de transportar a un niño de forma segura bajo el agua.
Otras soluciones, como un oferta de un minisubmarino diseñado por el empresario tecnológico Elon Musk, fueron rechazadas por ser poco prácticas.
El equipo de rescate enfrentó condiciones tan difíciles que incluso las tareas simples, como establecer líneas de aire y telefónicas en la cueva, parecían imposibles debido a la composición laberíntica de la cueva.
Finalmente, el 6 de julio los rescatistas establecieron un abastecimiento de aire. Y al fin los niños pudieron comunicarse con sus padres como antaño: escribiendo cartas a mano.
Los manuscritos, publicados por la Marina tailandesa, eran muy conmovedoras.
Los niños le decían a sus padres una y otra vez que los querían y que no se preocuparan.
Enumeraban los alimentos que querían comer: pollo frito y chicharrón de cerdo. Uno incluso hacía una broma: "Maestro, ¡por favor no nos deje mucha tarea!"
"A los padres, lo siento mucho", decía el entrenador Ake en su carta. Pero en lugar de críticas, él recibió solo cariño.
"Entrenador Ake, realmente le damos las gracias por cuidar a todos los niños y mantenerlos seguros", escribió un familiar de uno de los niños.
El "Día D"
Domingo 7 de julio. Pasaron dos semanas desde que los niños desaparecieron.
De pronto las autoridades tailandesas anunciaron que iban a tratar de sacar a los niños en ese momento.
"No hay otro día en el que estemos más preparados que hoy", dijo Narongsak Osotthanakorn, el jefe de las operaciones de rescate.
Se pidió a los periodistas y voluntarios que evacuaran las inmediaciones de la cueva.
¿Por qué se tomó una decisión apresurada?
La lluvia que había golpeado incesantemente a Mae Sai había disminuido en los últimos días, dando a los rescatistas una oportunidad.
Los locales también le dijeron a las fuerzas de élite que cerca del 10 de julio cada año, el sistema de cuevas de Tham Luang se veía totalmente inundado.
Había llegado el momento de hacer lo que después sería descrito como un esfuerzo de rescate "sobrehumano", que involucraría a cerca de 1.000 buzos tailandeses y extranjeros.
El trayecto fue dividido en dos secciones.
El primero, desde la cornisa rocosa donde estaban refugiados los niños hasta la cámara tres, era más difícil.
Los rescatistas se abrieron paso durante horas a través de aguas oscuras y frías, siguiendo el camino solo con cuerdas como guía.
A veces tenían que navegar por secciones tan angostas que solo podía caber un cuerpo.
A cada niño se le dio una máscara de aire de cara completa para garantizar que pudieran respirar y estaba atado a un buzo, mientras un segundo los acompañaba.
Cada niño llevaba un tanque de aire amarrado al pecho y una manija en la espalda que utilizaban los buzos que le acompañaban para dirigir a los pequeños.
John, el buzo de rescate británico, comparó el equipo que utilizaron con "una bolsa de la compra" que les permitió maniobrar a los niños ante los obstáculos.
En las secciones más angostas, los rescatistas tuvieron que quitarse los tanques de aire para poder pasar, mientras también llevaban a los niños.
El gobierno tailandés confirmó que a los niños y al entrenador se les administraron medicamentos contra la ansiedad para que estuvieran relajados.
No obstante, varias fuentes aseguraron a la BBC que en realidad estaban sedados y solo semiconscientes durante el viaje, para asegurarse de que no entraran en pánico.
Una vez que alcanzaron la cámara tres, llegó el momento de la segunda fase que tomó otras horas.
Cada niño fue colocado en una camilla, y llevado por un equipo de al menos cinco hombres. En un momento tuvieron que colocar la camilla en una balsa y tirar de ella a través de las aguas, cuyo nivel llegaba hasta la barbilla.
Los rescatistas tuvieron que guiar a los niños por una pendiente pronunciada usando un sistema de poleas. En algunas áreas rocosas formaron una cadena humana, pasando a los niños de una mano a la otra, mientras que en otras las deslizaron sobre tuberías que bombean agua.
Para el buzo Ivan Karadzic, la experiencia fue extremadamente estresante. Se encontraba en un punto medio de la cueva y él era el responsable de reemplazar los tanques de aire y guiar a los buzos de rescate.
Recuerda los nervios que sintió cuando el primer niño salió de la oscuridad y fue llevado hacia él. "No sabía si estaba vivo o muerto", le dijo a la BBC.
"Pero cuando vi que estaba vivo y respirando, me sentí aliviado".
Uno por uno, los Jabalíes Salvajes fueron sacados de la oscuridad de Tham Luang. Les dieron oxígeno antes de que fueran rápidamente llevados en ambulancias a un hospital en la ciudad de Chiang Rai.
Los equipos de rescate los sacaron en tres tandas de tres días, ya que necesitaron tiempo para reponer los tanques de aire colocados en el recorrido.
Para el momento en que salió el último grupo de niños y el entrenador, los niveles de agua comenzaron a crecer de nuevo, tan rápido como 30cm en una hora, según el rescatista de las fuerzas de élite Supachai Tanasansakorn.
Era el martes 10 de julio, el día en que los lugareños dijeron que la cueva se inundaría por completo.
Mientras lo niños estaban afuera, todavía quedaban personas en el interior de Tham Luang, los buzos de la Marina tailandesa y el médico que había cuidado de los Jabalíes Salvajes, así como Richard Harris, doctor y famoso experto australiano en buceo en cuevas.
Salieron poco después de que el último niño fuera rescatado. Momentos después, una bomba de agua dejó de funcionar repentinamente: algunos dijeron que falló, otros, que la apagaron.
Las aguas se precipitaron y los trabajadores que limpiaban la zona huyeron del sitio.
Hooyah!
Fue una hazaña asombrosa: después de dos agonizantes semanas, los niños de las cuevas tailandesas y su entrenador finalmente salieron sanos y salvos.
En Facebook, el equipo de élite de la Marina publicó: "No estamos seguros de si esto fue un milagro, ciencia o qué".
En Chiang Rai, multitudes se alinearon en las calles que conducían al hospital, animando a las ambulancias. Las bocinas de los autos sonaban incesantemente.
Las redes sociales tailandesas fueron inundadas con mensajes de amor y alegría.
En todo el mundo, millones de personas que habían seguido ansiosamente la historia celebraron el regreso de los Jabalíes Salvajes.
Pero fue una noche agridulce para una persona: Richard Harris. El doctor desinteresado que interrumpió sus vacaciones en Tailandia para salvar la vida de los niños recibió la terrible noticia de que su padre acababa de morir.
Reunidos otra vez
Vestidos con batas, con máscaras y sentados en sus camas de hospital, los chicos de las cuevas tailandesas saludaron al mundo.
El miércoles 11 de julio, los medios tuvieron su primer vistazo posterior al rescate de los Jabalíes Salvajes en un videode l a marina tailandesa. Algunos hicieron señales de victoria a la cámara.
Sus padres, que habían esperado tanto tiempo para tener a sus hijos otra vez, no estaban a su lado, pero sí detrás de una ventana de observación, algunos llorando de alegría.
El gobierno dijo que era necesario poner en cuarentena a los niños para protegerlos a ellos y a otros de infecciones, aunque esto no impidió que el primer ministro Prayuth Chan-ocha los visitara en persona. Los padres no se opusieron públicamente a las reglas estrictas.
En el hospital, los niños y el entrenador fueron sometidos a una serie de controles de salud. Los antifaces fueron obligatorios al principio: sus ojos, acostumbrados a dos semanas de oscuridad, no podían soportar la luz.
Las autoridades del hospital dijeron que algunos tenían infecciones menores en los ojos y los pulmones y que necesitaban antibióticos. Aparte de eso, parecían estar bien.
Los padres finalmente pudieron ver brevemente a los niños, aunque tenían que mantener una distancia de 2 metros con batas y máscaras.
Algunos de los niños incluso pudieron empezar a comer alimentos normales de nuevo, después de días de antojo de chocolate y sus comidas favoritas.
En cuanto a los rescatistas, todavía están digiriendo la hazaña sin precedentes que llevaron a cabo.
"No pensamos que la misión sería así de exitosa", dijo el líder del equipo de élite de la Masrina, Rear Adm Arpakorn Yuukongkaew.
Cuando comenzaron las operaciones de rescate, su equipo solo tenía "un poco de esperanza de que estuviesen vivos".
"Al final, esa pequeña esperanza se convirtió en realidad".
Muchos creían que la historia de los Jabalíes Salvajes perdidos terminaría en tragedia. Pero se convirtió en una historia de esperanza y supervivencia, y de padres e hijos reunidos.
Es una historia de gente común de todas partes del mundo que se reúne en un pueblo remoto del norte de Tailandia con una misión: salvar a 12 niños y a su entrenador.
"Si pudieras hacer lo mismo por el hijo de otra persona, lo harías", dijo John a los periodistas a su regreso al Reino Unido.
¿Ahora qué le espera a Mae Sai?
El distrito y la cueva de Tham Luang se convirtieron en famosos.
Las autoridades locales ya están planeando transformar el complejo de cuevas en un museo y atracción turística.
Al menos dos productoras de Hollywood están considerando llevar a la pantalla grande la historia.
En cuanto a los Javalíes Salvajes y el entrenador Ake, hay planes para que se afeiten la cabeza y pasen unos días en un monasterio. Sus familias creen que esta tradición budista tailandesa bendecirá sus vidas y los limpiará de una experiencia desafortunada.
"Es por su protección", dijo el abuelo de Night, Seewad Sompiangjai. "Es como si hubieran muerto (después de entrar a la cueva), y ahora han renacido".
Para los niños y el entrenador Ake su primera prioridad una vez que abandonen el hospital seguramente será pasar tiempo con sus familias.
Después de todo, Night todavía tiene que celebrar su 17º cumpleaños y sus padres le han prometido una fiesta.
Informes adicionales BBC News, BBC Thai en Chiang Rai y BBC Bristol. Animación de Davies Surya. Agradecemos a la población local de Chiang Rai y a otras partes de Tailandia que hicieron posible nuestra cobertura.
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