PINAR DEL RÍO, Cuba — El tabaco de la provincia cubana de Pinar del Río es la materia prima de los puros más exclusivos del mundo. Allí, entre palmas y montañas azuladas, suele verse a hombres con botas negras y machetes en la cintura listos para el trabajo. Lo que no es común es cruzarse una mañana con un desfile de carrozas con travestis, banderas multicolores y personas ataviadas con pelucas verdes.
“Ellos deberían guardar más la forma. Nunca se vio esto en Pinar del Río”, protestó Jorge Luis Martínez, el dueño de un taller de reparación de electrodomésticos en el centro de la ciudad ubicada a unos 150 kilómetros de La Habana. “Ya estoy maduro y sé el camino, pero en los muchachos, en las escuelas, ellos son más fácil de desviar”, dijo The Associated Press.
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Encabezada por la directora del Centro de Educación Sexual Mariela Castro, hija del expresidente Raúl Castro y una de las activistas más fuertes por los derechos de la comunidad gay, la marcha por la diversidad y la lucha contra la homofobia recorrió a mediados de mayo la avenida principal de la ciudad de Pinar del Río y cerró dos semanas de jornadas a favor de la inclusión.
Mariela Castro reconoció en varias ocasiones que su estrategia, antes que lograr la aprobación de leyes que fomenten la igualdad como la del matrimonio homosexual, es generar primero la aceptación social. De lo contrario, sostuvo, las iniciativas se convertirán en letra muerta.
Las dos semanas de actividades -que incluyeron seminarios, debates y ciclos de cine- se realizan desde hace 11 años principalmente en La Habana. En 2010 comenzaron a llevarse a las provincias del interior del país como Cienfuegos, Santiago, Matanzas y ahora en Pinar del Río, predominantemente rural.
“Aunque hayamos avanzado todavía queda mucha homofobia y es necesario que se hagan este tipo de actividades. He escuchado comentarios despectivos en la calle (sobre la marcha). No es para promover la homosexualidad sino el respeto”, comentó a la AP, Mayelín Viñas, una promotora de salud y activista pinareña de 43 años que participó en el desfile que convocó a unas 400 personas.
En las aceras de la calle principal de Pinar del Río, donde la gente se paró a observar la marcha, se escucharon comentarios variopintos: desde los que pedían reflexión y respeto, a la desaprobación, la ironía y los chistes subidos de tono. En voz baja algunos sostuvieron argumentos religiosos sobre la identidad de género y no faltaron las muecas y las sonrisas burlonas.
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Aunque en la Cuba de los años 60 se perseguía abiertamente a los homosexuales e incluso se los enviaba a campos de trabajo, en las décadas posteriores comenzó una paulatina política de inclusión a nivel oficial en parte gracias al trabajo de Mariela Castro. Sin embargo, entre la población la aceptación todavía es difícil.
Algunas creencias religiosas presentes en la isla como denominaciones protestantes y afrodescendientes, entre ellas los llamados “Abacúas” -una hermandad masculina-, rechazan abiertamente a la comunidad gay.
“Es parte de la cultura del debate que hay que ganar en la sociedad cubana”, expresó Francisco Rodríguez, uno de los organizadores del desfile anual. “Este tipo de jornada aquí (en ciudades pequeñas) tiene un impacto mayor. Causa más repercusión”, agregó.
Mariela Castro se mostró satisfecha con las actividades en Pinar del Río. “En esta provincia nos han sorprendido con una gran bienvenida”, dijo con optimismo a AP antes de subirse a un convertible que acompañaba a las carrozas.
La también diputada bregó por actualizaciones legislativas como una reforma constitucional que elimine al matrimonio como la unión de “un hombre y una mujer” y hasta logró que las operaciones de reasignación sexual sean incorporadas al sistema de salud gratuito de la isla, pero todavía falta sensibilizar a sectores de población, sobre todo en las regiones más apartadas de La Habana.
“En el mundo entero hace años que hay cosas así. Nosotros poco a poco tenemos que interiorizarlo, pero en un país subdesarrollado como el nuestro no lo vemos así, la gente está con la cara perpleja”, dijo a AP Fidel Carlos Rodríguez, un técnico pinareño de 42 años que se cruzó con la marcha. “Casi todas las ciudades de Cuba son muy conservadoras… y creo que cuesta adaptarnos a la idea”.