Columna por: Jerohim Ortiz Menchaca
Esta semana una líder magisterial expresó a través de las redes sociales que deseaba darle un “galletazo” a la secretaria de Educación Julia Keleher en el marco del cierre de casi 300 escuelas, en su mayoría, en los pueblos más pobres de Puerto Rico.
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La titular se sintió amenazada a pesar de que la maestra no estaba frente a ella ni le era físicamente posible perpetrar la alegada amenaza.
En medio de todo esto, Julia dijo que ella lo referiría a las autoridades porque la líder magisterial debía saber que nada se resolvía con la violencia.
Por simpática y lógica que pueda parecer la expresión, viniendo de una secretaria de Educación, es francamente inexcusable. Ella debería saber que, lamentablemente, en la historia humana casi todas las grandes conquistas se han logrado a través de la violencia.
Desde procesos de independencia hasta luchas territoriales. Desde genocidios como el de los nativos americanos en Estados Unidos, el de los judíos en Alemania o el de los palestinos en la Franja de Gaza bajo Israel.
Desde alcanzar la libertad de grupos de seres humanos hasta el derecho al aborto, a un espacio de trabajo digno, al voto o a la protesta, entre tantos otros.
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En realidad, la historiografía del ser humano podría resumirse como una gran oda a la violencia.
Y claro que la reprobamos y reprochamos. Sin lugar a dudas pensamos que otras formas de resolver nuestros conflictos deberían posibles.
Pero, en la práctica, esa no ha sido la realidad. Y Puerto Rico no es la excepción.
Porque la violencia no es solo lanzar bombas a granel sobre un país como ha ordenado hacer el presidente estadounidense Donald Trump sobre Siria mientras usted lee esta columna.
Si de galletazos vamos a hablar, en este archipiélago todos tenemos los cachetes como Kiko. Y es que llevamos 500 años cogiéndolos.
Los primeros galletazos nos los dieron los españoles durante casi 400 años. Luego nos invadieron los estadounidenses prometiendo libertad y mejores condiciones de vida.
Acto seguido, también nos entraron a galletazos imponiendo un gobierno militar. Prohibieron nuestra bandera y nuestro idioma durante 50 años.
Nos explotaron hasta la muerte por fatiga en los cañaverales y fábricas, experimentaron genéticamente con las mujeres puertorriqueñas, nos masacraron cuando protestamos pacíficamente, nos negaron la estadidad y la independencia, no nos permiten comerciar con otros países y nos discriminan en el otorgamiento de los fondos por los cuales pagamos.
Nos niegan la posibilidad de irnos a quiebra, nos otorgaron y quitaron la Sección 936, nos cierran todas las posibilidades de desarrollo económico futuro, permiten que sus fondos financieros vendan bonos fraudulentos en nuestros mercados y luego nos arrebatan el gobierno limitado que teníamos y toman nuestra constitución como papel higiénico.
Pero los galletazos no solo vienen de afuera. También entre nosotros no los hemos dado.
Galletazo fue el que nos dio nuestro gobierno cuando impuso la Ley de la Mordaza en los años 1940. Persiguiendo, encarcelando, asesinando, carpeteando, quemando casas y pertenencias de puertorriqueños meramente por sus ideas políticas hasta los otros días.
Galletazo como el IVU original y el agradando. Las tres cruditas y las reformas al retiro de los pensionados de gobierno.
Galletazo fue la Ley 7, los macanazos a mansalva a los estudiantes, los nuevos impuestos en el CRIM y el primer asalto a las cooperativas.
Galletazos fue lo que nos dieron los 40 ladrones bajo el primer Rossellato, Anaudi Hernández, Miguel Sosa, Juan Bravo, el juez Ramos Saenz, KOI Americas y el hijo de Norma Burgos.
Galletazos fueron los que nos dieron nuestra clase política que, en contubernio con las casas financieras estadounidenses, nos endeudaron hasta las narices y siguen negándonos una auditoria.
Galletazos nos dan todos los días Julia Keleher, Héctor Pesquera, Walter Higgins, Brad Dean y Natalie Jaresko con sus salarios de realeza en un país en el que 300 mil personas siguen sin hogar y cientos de miles pasan hambre y gran necesidad.
Galletazo es triplicar las multas de tránsito y cerrar más de 500 escuelas.
Galletazo fue otorgar el contrato de Whitefish, que es la responsable de que tengamos un apagón general cada dos semanas.
Galletazo es vender la Autoridad de Energía Eléctrica garantizando un alza estrepitosa en los costos de energía.
Galletazo es reducir dramáticamente las pensiones de los ancianos que trabajaron por ella 30 o 40 años.
Galletazo es la reforma laboral que se pretende implementar.
Galletazo es no luchar contra las imposiciones de la Junta de Control Fiscal de verdad al no denegarle los aumentos de presupuesto casi mensuales que hacen, ni cuestionar su poder colonial.
Y antes que brinquen los fotutos que fracasaron en primer grado en la destreza básica de comprensión de lectura: no, esta columna no es un llamado a la violencia. Ni a la revolución armada, ni es un plan orquestado por los chavistas-castristas, ni por los socialistas comunistoides.
Es que, si de galletazos vamos a hablar, no lo hagamos sobre los que se desearon. Sino sobre todos los que gobiernos extranjeros y los nuestros nos han dado. Sobre los que todavía nos tienen los cachetes enconados y a los que todavía no hemos respondido.