Muchas de las jugadas que Isabella Torres hace en la cancha de fútbol las ha aprendido por internet, observando a sus ídolos Neymar, James Rodríguez y Ronaldo. Por eso sus padres no se afanan cuando la ven tantas horas frente a la pantalla del celular: saben que en el próximo partido los sorprenderá con alguna de esas hazañas, antesala de los goles que nunca deja de marcar.
Con 15 años, volante lateral y parte de la selección sub-20 del América de Cali femenino, Isabella juega de una manera que deja boquiabiertos a quienes la observan. Incluso a sus entrenadores. Miguel Ángel ‘El niche’ Guerrero, exjugador del equipo escarlata, no dudó en decirles a los papás de la joven que ella sería la mejor jugadora de Colombia y del mundo.
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Lo que no saben quienes por primera vez se sorprenden con su juego es que Isabella tiene una condición especial además de la magia que se resbala entre sus pies con el balón: una dificultad respiratoria a las pocas horas de nacida la obligó a quedarse casi un mes en cuidados intensivos. En esos días, sus pulmones se llenaron de líquido, presentó fallas en el corazón, sufrió de neumonía y tuvo daños en el hígado.
Se recuperó, aunque los médicos decían que viviría pocos días. La consecuencia fue una sordera bilateral que sus padres descubrieron un año más tarde, cuando empezaron a notar que la niña no respondía a los llamados. Durante la infancia, en las calles de su barrio en Jamundí empezó a hacer amigos y con ellos descubrió las habilidades que tenía para el deporte que hoy se ha convertido en su proyecto de vida.
“El año pasado, cuando hubo la primera convocatoria para el América, ella metió siete goles en el partido y la seleccionaron de inmediato… pero luego el técnico renunció y el proyecto quedó frenado. En enero hubo una nueva convocatoria y volvió a participar. De todas sus compañeras del club de Jamundí, ella fue la única que pasó. Desde niña, el fútbol ha sido su pasión”, cuenta Catherine Gordillo, la mamá.
Los días de Isabella se reparten entre los entrenos de fútbol, sus exploraciones en Internet y sus clases en el colegio, donde cursa quinto de primaria pues antes estuvo varios años en el Instituto para Niños Ciegos y Sordos, en Cali. También le gusta dibujar, bailar y es la evaluadora del arte en madera que hace su mamá: no duda en decirle que algo le quedó feo cuando así lo considera.
La historia de Santiago Medina, otro jamundeño, tiene algunas similitudes. A los 14 años, el chico fortalecía su carrera futbolística en el Club Atlético Boca Junior de Cali. Una raspadura permitió la entrada de una bacteria que no le causó lesiones cutáneas sino medulares. Cuando se enteró del daño ya tenía una meningitis bacteriana que lo dejó con movilidad reducida en sus extremidades inferiores.
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Dos años más tarde, en su recuperación, una terapeuta le habló de las ligas vallecaucanas de discapacidad. Después de conocer todos los deportes que podía practicar en su silla de ruedas se inclinó por el tenis. Y tardó pocos meses en convertirse en el campeón nacional en la categoría juvenil, título que mantuvo hasta que su edad no le permitió continuar en ese rango. Esta semana está representando al Valle en un torneo internacional, en Barranquilla.
Hoy, a sus 20 años, Santiago estudia un pregrado para ser profesional en deporte y con el tenis en silla de ruedas ha podido participar en campeonatos en Estados Unidos, Ecuador y Perú, además de los nacionales en los que es común que se traiga los primeros lugares. La familia ha sido el principal apoyo, cuenta. Su padre decidió renunciar al trabajo para dedicarse a transportarlo y a ayudarle en todo lo que necesite.
Aunque el fútbol y el tenis son deportes muy distintos, Santiago insiste en que la emoción que siente al practicarlos es la misma: “En todas las competencias tengo la misma adrenalina. Lo que me motiva es eso, la competencia: demostrar mis capacidades y los frutos de todo el entrenamiento y el esfuerzo”, dice el joven. Después de Barranquilla participará en los clasificatorios para los Juegos Deportivos Nacionales 2019.
Isabella no habla mucho. Aún le falta avanzar en sus terapias para aprender a pronunciar las palabras que entiende leyendo los labios. Su sonrisa siempre es la mejor comunicación. Y para preguntarle algo, lo más efectivo es escribírselo en una hoja. A la pregunta sobre qué siente cuando juega fútbol respondió, escrito, “Me siento feliz”. Eso quizá todos lo puedan notar en su rostro si necesidad de que lo explique en palabras.
Santiago, por su parte, ha entendido que la discapacidad tuvo un sentido para su vida: “Los límites y las barreras se los pone uno mismo. Cada quien es capaz de lograr todo lo que se proponga mientras lo haga con amor y se esfuerce. Eso no aplica solo para el deporte sino para todo”, dice.