A poco que se cumplan 20 años de que el escándalo que significó a finales de los 90 la relación extramarital de Bill Clinton, en ese entonces presidente de Estados Unidos, con una exbecaria de la Casa Blanca, Monica Lewinsky, la protagonista decide escribir sobre su historia en la versión estadounidense de la revista Vanity Fair.
En medio de la revolución de empoderamiento femenino que significa #MeToo, Lewinsky, ya con 44 años de edad y considerando la nueva visión que ha generado el movimiento, analiza lo que vivió y señala que, si bien fue una relación “consentida” la que mantuvo con el ex mandatario,”el camino que llevó hasta allí estaba plagado de abuso inapropiado de la autoridad, posición y privilegio (punto y final)”.
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“Dado mi trastorno de estrés postraumático y mi comprensión del trauma, es muy probable que mi pensamiento no cambiara necesariamente en este momento si no hubiera sido por el movimiento #MeToo, no sólo por la nueva lente que ha proporcionado, sino también por la forma en que ofreció nuevas avenidas hacia la seguridad que proviene de la solidaridad”, escribe en la revista.
Ahora, a los 44 años, estoy comenzando (apenas comenzando) a considerar las implicaciones de las diferencias de poder que eran tan vastas entre un presidente y un interno de la Casa Blanca”
En la época en que el escándalo arrasó con la vida privada de la ex becaria, quien fue aislada incluso profesionalmente, hablar no era una opción, sobre todo en términos legales. No existía una red de apoyo virtual, tenía apenas 24 años y estaba sola. En ese entonces, internet en manos de algunos, las figuras influyentes del caso y los medios se encargaron de contar la historia por ella y juzgarla.
“Ahora, a los 44 años, estoy comenzando (apenas comenzando) a considerar las implicaciones de las diferencias de poder que eran tan vastas entre un presidente y un interno de la Casa Blanca. Estoy comenzando a considerar la idea de que, en tal circunstancia, la idea del consentimiento podría ser irrelevante. (Aunque existen desequilibrios de poder y la posibilidad de abusar de ellos, incluso cuando el sexo ha sido consensuado)”, reflexiona.
Si bien Lewinsky reconoce que no fue bajo ningún motivo víctima de abusos sexuales, como muchas mujeres que han relatado sus historias bajo el hashtag #MeToo, si fue en todo instante víctima de abuso de poder y del juego político que vino después.
“Era mi jefe. Él era el hombre más poderoso del planeta. Él era 27 años mayor que yo, con suficiente experiencia de vida como para saber mejor. Él estaba, en ese momento, en el pináculo de su carrera, mientras yo estaba en mi primer trabajo fuera de la universidad”, señala la ex becaria.
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