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Las SanSe 2018: una oportunidad de olvidar a María

“La vida sigue”, “hay que pasar la página” y “hay que despejarse”, fueron algunas de las frases de los visitantes.

Sanse 2018

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Hubo un huracán que arrasó con Puerto Rico. También, hubo un sentimiento que motivó a algunos boricuas a ser resilientes, asumir el golpe y convertirlo en alegría.

Así lo expresaron algunos de los visitantes que se dieron cita hoy en la 48va edición de las Fiestas de la Calle San Sebastián en el Viejo San Juan.

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A eso de las seis de la tarde eran muy pocas las personas que se habían dado cita la ciudad amurallada.

El debate de que si era conveniente o no celebrar la tradicional festividad –rescatada a mediados de los años 70 por el historiador Ricardo Alegría y doña Rafaela Balladares de Brito– se hizo latente desde hace varios días.

Hay quienes objetan que, por “respeto” a la devastación causada el pasado 20 de septiembre por el huracán María, las SanSe no se debían celebrar este año. Otros, se negaban a dejar morir la tradición.

“Es un intento, sabiendo que el país no ha podido volver a la normalidad, de por lo menos tener un espacio de compartir en familia, de celebrar, de cantar, de bailar”, expresó el exgobernador Aníbal Acevedo Vilá en la calle San Sebastián justo después del cruce con la Tanca.

Sin embargo, aseguró que “no hay la más mínima duda que están presentes el efecto de María, el hecho de que cerca de la mitad del país todavía no tiene luz y de todas las consecuencias económicas”.

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Esta vez, Acevedo Vilá no cargaba con el vaso rojo que popularizó el año pasado en las SanSe, hoy, tenía uno negro.

 

“El vaso rojo se lo llevó María”, dijo a carcajadas.

En la casa 252 de la San Sebastián, varios residentes sacaron sillas para disfrutar de las fiestas a su manera.

“Así se celebraban antes”, exclamó la escritora Magali García Ramis frente a la puerta de la residencia donde celebraban el cumpleaños de la veterana periodista Yolanda Zabala.

Entre risas y recuerdos, entre el tema del huracán María y el servicio de la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), este grupo de residentes gozaba de la celebración de unas Fiestas que, evidentemente, tenía menos público que en años anteriores.

Más adelante, frente al negocio “Aquí se puede”, que hace esquina con la calle San Justo, una pareja conversaba sobre la situación actual del país y aseguraba que la poca asistencia este año es por la precariedad en la que se encuentran los puertorriqueños.

Al día de hoy, las cifras oficiales dictan que cerca del 40% de los abonados de la AEE todavía no cuentan con el servicio eléctrico. Además, más de un 8% de la población aún no cuenta con el servicio de agua potable.

“La realidad es que entre más nos tardemos en alcanzar la normalidad, va a ser peor la recuperación”, expresó Iván Canabal.

Seguido, un grupo de siete jóvenes se encontraba en la intersección de la San Sebastián y la calle de la Cruz.

“Hay que superar la situación”, soltó Roberto González, residente de Trujillo Alto.

A su lado, Frances Martín saltó: “para qué tumbarnos en un sofá a lamentarnos”.

Entre ellos la opinión era unánime, no existía razón para no celebrar este año luego de unos meses caóticos en los cuales no tuvieron electricidad, ni agua potable, ni Internet. Esta noche estaban alegres. Reían.

Si bien para muchos llegar a las Fiestas era un despojo, para otros –como Dorian Rivera, de Ponce– es una “tradición que no debería perderse”.

Al llegar a “La sombrilla rosa” el ambiente se tornó más festivo y se concentraba un mayor número de personas que bailaban al son de las comparsas que amenizaban al son de la plena.

“La fiesta es cultural. El hecho del huracán no es razón para que no se celebraran”, opinó Iván Avilés, residente de Carolina.

Para su compueblano Luis Arlequín las SanSe cobran este año más fuerza, pues representan el espíritu luchador de los boricuas.

“No importa la situación que haya en el país, hay que olvidarse de los problemas y levantarse. Y esto es lo que necesita Puerto Rico para levantarse. Con María cerramos un libro. ¿Quién está pensando aquí que no tiene luz? Aquí están celebrando. Hay que recordar que Puerto Rico no está en reconstrucción sino en remodelación”, destacó Arlequín.

Entonces, de la “Marisquería Bar y Tapas” se escuchó a Marc Anthony interpretando Preciosa. “Isla del Caribe, Borinquen. Preciosa te llaman los bardos que cantan tu historia. No importa el tirano te trate con negra maldad”.

Muchos de los que pasaron no pudieron contenerse y entonaron –aunque desafinaran– “Yo te quiero, Puerto Rico”.

Más adelante, frente a “La mala vida”, en esa calle que cruza y se encuentra “La taberna de Lúpulo”, un duo aseguró haber llegado a las SanSe para “despejar su mente” y “despojarse” de los traumáticos recuerdos que el fenómeno atmosférico causó en ellos.

“Si nosotros no hacíamos estas fiestas, María nos iba a dar bien duro en la moral”, destacó Edgardo Febo, de Cayey.

Ya, frente a lo que un día fue “Hijos de Borinquen” la gente se apiñaba un poco más. Algunos brincaban al ritmo de la música, otros hacían sonar los pitos. Tocaban los pleneros y la gente movía sus caderas.

“La vida sigue”, sentenció Luis Martínez.

Los negocios en el Viejo San Juan se vieron afectados económicamente tras el colapso del sistema eléctrico. Por tal razón, Winston González, de Dorado, insistió que las Fiestas inyectan el dinero necesario para que la economía florezca o, al menos, que lo intente.

Transitar por la calle San Sebastián, que le rinde honor al primer mártir de la Iglesia Católica, no fue complicado. Con facilidad se llegó hasta la Plaza Colón.

“Hay que venir porque uno se aburre de María y hay que salir”, dijo rápidamente María Sierra, vecina de Juncos.

“Hay que despejarse. María ya pasó. Hay que pasar la página”, añadió Edgardo de Jesús.

La música, cada vez, incitaba más al baile. Una familia guatemalteca se acercaba a los pleneros. Los niños sonreían y se movían al son de los panderos. Es la primera vez que celebran las SanSe.

“La fiesta es una descarga de energía. La fiesta es el opio del pueblo, la que nos mantiene tranquilos. Pero también permite que la gente hable y se organice”, resaltó Gabriela Paz.

Ella, llegó al Viejo San Juan junto a su esposo y sus dos hijos para que “ellos disfrutaran por primera vez de estas fiestas”. Parecía que lo hacían. La sonrisa se imponía en sus rostros. Los ojos de los menores eran pequeños satélites que saltaban buscando dónde ocurría la acción.

Paz, quien llegó en el verano al país y también pasó el huracán en Puerto Rico, criticó la “lentitud” con la que el gobierno ha atendido la situación.

“En cualquier otra parte del mundo estarían parando las calles, habrían manifestaciones”, aseguró.

A las 10 de la noche y ya en la Plaza del Quinto Centenario un aguacero culminó con la celebración. Sin embargo, muchos corrían entre carcajadas. Luego de María cualquier obstáculo parece fácil.

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