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Justicia para Carlos Severino Valdez

Lea la opinión de Hiram Guadalupe

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En un ordenamiento social, democrático y justo, no habría espacio para pensar que alguien se ensañara en utilizar el sistema de justicia para agredir a ciudadanos honestos que han dedicado su vida a actuar con responsabilidad ante el país.

Mucho menos pensaríamos que, en el ejercicio de la comunicación pública, hubiera quienes, a cuenta tener acceso a un micrófono, utilizaran los medios informativos para difamar, ofender y cizañar contra funcionarios públicos por consideraciones estrictamente personalistas.

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Sin embargo, existe. Todos los días leemos y escuchamos cómo se arman acusaciones y se degradan figuras públicas construyendo “noticias” colmadas de vendettas, con imprudencia y sin escrúpulos, matizadas de calumnias con tonos ofensivos que mancillan reputaciones sin piedad.

Esto es, tristemente, lo que ha acontecido en el caso del doctor Carlos Severino Valdez, exrector del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR), destacado geógrafo y especialista en asuntos internacionales, con más de dos décadas de trabajo académico e intelectual, a quien se ha querido implicar en una actuación alegadamente indebida por haber recomendado a varios estudiantes a ser considerados para una beca de estudios posuniversitarios.

Por tal acción, y ante el ruido mediático que se disparó contra la integridad del funcionario, las autoridades universitarias forzaron la salida de Severino Valdez de la rectoría, y luego apareció el Departamento de Justicia (DJ) radicando cargos en su contra sin justificación.

El DJ arremetió contra el renombrado académico, aun cuando las autoridades universitarias habían hecho suya la recomendación de la licenciada Mercedes Bauermeister, nombrada como oficial examinadora luego que Severino Valdez radicara ante la Junta de Gobierno de la UPR un documento de refutación que puso en evidencia las falsedades, evasiones y acusaciones sin base en hechos ni en derecho que se incluyeron en una amañada primera investigación del caso.

Solo basta revisar los informes que se han presentado sobre este asunto, todos, para percatarse cómo se fue construyendo una imputación contra Severino Valdez sin evidencia alguna; cómo se levantaron inculpaciones pasándole por encima a las reglamentaciones universitarias; cómo se azuzó a un paredón de fusilamiento a un funcionario honesto a quien se le negó la mínima oportunidad de defenderse.

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Un vistazo a todo lo acontecido desde el primer día devela que, tras este caso, hay un abuso del derecho. Una acusación que tiene matices de persecución política, con visos racistas y clasistas. Es, además, uno de esos pleitos que se asoma a la discusión pública arrojando una grave sombra sobre la confianza y la credibilidad que la ciudadanía puede otorgarle a nuestro sistema de justicia.

Lo peor de todo es que tras los señalamientos que pesan contra el destacado geógrafo y profesor universitario está la confabulación del abuso de poder de algunos medios de comunicación, responsables de fomentar un vil acoso contra la integridad del exrector, al permitirse para humillar y fabricar cargos con visos de total anarquía. Porque, lamentablemente, algunos informativos de nuestro país consienten y fomentan la presencia de voces inquisidoras que abusan de su acceso al micrófono mientras alimentan su ego disparando a mansalva.

Y de eso también se trata el caso que se orquesta en contra de Severino Valdez. Es el alzamiento de acusaciones infundadas desde el poder mediático, donde la “verdad” se mercadea con autoproclamaciones de fiscalización. Eso es bullying, acecho, persecución.

Habrá quienes pretendan insistir en darle valor al arreglado informe que originó esta pesquisa, mas la apuesta está en que el tribunal haga lo que en ley le corresponde: hacer justicia. Que se evalúe la prueba a la luz de la normativa universitaria vigente, lo que, sin duda, arrojará la verdad sobre la inocencia del profesor.

Severino Valdez es un hombre honesto, vertical e insobornable. La ruta que ha seguido su carrera profesional atestigua su apego al trabajo digno y sacrificado a favor de la universidad, la educación, el deporte, la cultura y la acción comunitaria. Un ciudadano decente que le ha servido bien a su país y que es ejemplo del gran talento que ocultan las calles del sector santurcino de Barrio Obrero.

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