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Confinados utilizan la agricultura como método de rehabilitación

Como parte de la edición Dale un Giro a Puerto Rico, Metro reseñó una iniciativa del Departamento de Corrección y Rehabilitación, en unión con el Departamento de Agricultura

Erik Rolón, secretario del Departamento de Corrección y Rehabilitación, junto a José Nieto del Toro. Ronald Ávila Claudio

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Se respira aire fresco, es un campo abierto de Arecibo, ofrece la esperanza de una pronta vida lejos de los barrotes. Allí, en los predios del Complejo Correccional de Sabana Hoyos, sus residentes trabajan a pico, asada y machete sin importar el pasado. Bajo un sol candente que les tuesta la piel, dejan atrás el expediente, las violaciones de Ley y echan mano de la rehabilitación mientras aprenden sobre agricultura.  

José Nieto del Toro, uno de los 14 confinados que labora en el programa de huertos hidropónicos –dirigido por el Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR)– que se lleva a cabo en el lugar, resaltó cómo le ha cambiado la vida mantener la mente ocupada. Y es que vivir en la cárcel, acotó, “no es muy fácil”.

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“Para mí es como una terapia porque estoy fuera de la institución. Todos los días ves el proceso de ellas [las plantas] crecer. Uno las chequea poco a poco, es bueno”, comentó.

José, de 38 años, entró al sistema correccional luego de un incidente de apropiación ilegal. Ahora, como parte de la iniciativa que se gesta junto al Departamento de Agricultura (DA), una vez salga a la calle, dijo que tendrá la ventaja de conocer una profesión para darle un giro a su vida. 

Ricardo Casiano y Roberto del Valle, otros dos participantes del programa, concordaron con su compañero sobre los resultados del proyecto.

“He aprovechado poder laborar en el [huerto] hidropónico para cuando salga a la libre comunidad superarme y hacer un negocio propio. Esto me ha ayudado mucho en mi rehabilitación”, ripostó Ricardo, quien lleva 14 años en la cárcel, pero solo le quedan ocho meses para salir.

Mientras, Roberto, cuya melena refleja la experiencia de un hombre de 61 primaveras, resaltó los beneficios personales de su labor.

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“Ha sido un alivio mental y físico. Me ha ayudado en todas partes, en todo territorio, no me quejo. [Todo] lo aprendí aquí, yo soy criado allá afuera. Fui mirando…uno pone el interés y uno aprende”, explicó.

El programa de huertos hidropónicos del complejo Sabana Hoyos es parte de otros 13 que se llevan a cabo en el DCR, junto a cuatro iniciativas de siembra de fincas. El trabajo lo realizan confinados que pertenecen a custodia mínima. O sea, en palabras del mismo José: “son aquellos que están por terminar [su condena], que no hayan tenido ningún inconveniente con ningún oficial y han cogido sus terapias, los envían a mínima en espera de un privilegio [para ser liberados]”.

Estar fuera de su celda por ratos, las herramientas punzantes y la posibilidad de trabajar la tierra significa un gran paso en la rehabilitación de estos reos. Ellos, mirando atrás, lo reconocen.

“Por la situación que yo entré fue por agresión y Ley de Armas. Tenía una probatoria por los mismos derechos y ahí me los revocaron y entré a la institución. El estar tú ahora mismo, fuera de la institución en una zona boscosa, que la transitan carros, te deja dicho –de acuerdo a las evaluaciones del sistema– que usted está apto para ir dando pasos poco a poco. Te encuentras un poco más libre y te sientes que en cualquier momento te pueden dar el beneficio de la libertad”, soltó William Sierra, de 42 años, y quien lleva confinado una década.  

El proyecto emblemático del hurto hidropónico son las lechugas, que pueden tardar unos 45 días en crecer. Foto: Ronald Ávila Claudio

Ahora son expertos

Con la ayuda del agrónomo Mariano Ramis, líder de las iniciativas agrícolas del DCR y quien visita el complejo cerca de dos veces a la semana para aconsejar al grupo sobre los trabajos, los residentes de Sabana Hoyos se han convertido en “expertos” del cultivo hidropónico.

“Dependiendo de las deficiencias que vemos en las plantas se les explica. Básicamente ellos están ready to go”, confirmó Ramís y así lo demostraron a Metro los participantes.

José, por ejemplo, nos explicó que la siembra hidropónica es una técnica de cultivo que no requiere tierra, sino que la semilla se coloca en canales hechos por tubos en los que el agua corre constantemente repleta de nutrientes. 

Pero antes de colocarlas en el “huerto”, agregó Roberto, las semillas deben permanecer en un “germinador” o espacio controlado para que retoñen, solo entonces se pueden traspasar al canal con agua. Dicho germinador “hay que mantenerlo limpio, para que las bacterias no dañen la planta”.

El proceso para que una planta crezca en el huerto hidropónico podría tomar, según los confinados, unos 45 días. Al momento tienen siembras de lechuga, ajíes y cilantrillo. Sin embargo, en los predios –aunque en tierra– hay papaya, aguacates, limón y hasta berenjena.

Volver a empezar

El grupo no estuvo ajeno a los estragos que dejó el huracán María, pues devastó por completo sus cultivos, tiró al suelo la estructura que protegía los huertos y se llevó la verja del espacio.

Pero a dos meses del temporal, ya tienen una cosecha entera de lechugas y varias otras están en proceso. Aun así, la experiencia fue dolorosa, pues el fruto de sus meses de trabajo se perdió en 12 horas.

 “Para ser honesto contigo, hasta lágrimas se me salieron al ver esto perdido”, reaccionó Roberto.  

El día de la visita de Metro al complejo correccional, los confinados ya tenían la verja levantada y estaban de pintándola. 

“Esto es ganar, ganar”

 Según Erik Rolón, secretario del DCR, uno de los principales problemas que enfrentan los confinados una vez salen a la libre comunidad es la búsqueda de trabajo. Así que, el programa de agricultura de la agencia, es una herramienta para alejarlos del ocio, fortalecer su salud mental y prepararlos para el empleo una vez salgan del sistema.

Al tiempo, subrayó, es una forma de adelantar la economía del país. De acuerdo a Rolón, una cadena de supermercados está interesada en la cosecha, así que en los próximos días establecerán el acuerdo. De hecho, la venta de productos como la lechuga es mucho más barata que en los comercios comunes; puede ser vendida de $0.50 a un $1.00 la libra.

“El programa de agricultura está desde el 2010 en Corrección […] Desde el punto de herramienta de rehabilitación es idónea porque una vez se reintegren a la libre comunidad hay empleo en la agricultura”, sostuvo Rolón. “Esto es ganar, ganar”, añadió.

Tras el éxito del programa, el DCR se unió al DA para en un futuro iniciar otros proyectos, como será la producción de miel.

 “Carlos Flores {secretario de DA) me ha ayudado en la gestión de rehabilitación. No ha dejado atrás a la población correccional, tenemos otro proyecto que es el asunto de crear cajas para capturar abejas para producir miel. Es importante porque Agricultura costeó los materiales, Corrección proveyó la mano de obra”, finalizó el funcionario.

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