MONTICELLO, Nueva York, EE.UU. (AP) — Con sus 78 años y demencia senil, no recuerda muchas cosas. Pero reconoció con una sonrisa la muchacha de cabello oscuro de la década de 1970 que le mostraron los policías.
“Yo”, dijo la anciana en un tono apenas audible.
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La foto ayudó a los investigadores a confirmar que la anciana que encontraron en un asilo cerca de Boston era realmente Flora Stevens. Había trabajado como mucama en el hotel más suntuoso de la región de Catskills en el estado de Nueva York, cobrando 2.25 dólares la hora, hasta el día de 1975 en que fue a un hospital y nunca más se tuvo noticias de ella.
El hallazgo de la mujer desaparecida hace 42 años generó bastante revuelo en la zona y cobertura de medios de prensa, acompañada por una foto que tenía la policía que mostraba a una mujer sonriente en una silla de ruedas, con un osito peluche en su falda y acompañada por dos detectives.
La alegría por el hallazgo estuvo acompañada por un manto de misterio. ¿Adónde estuvo y qué hizo todos estos años? ¿Le escapó a algo? ¿A qué? Los investigadores lograron atar algunos cabos y descubrieron que pasó períodos en otros asilos. Pero dada la edad de la mujer y su estado, es probable que nunca se conozca toda la historia.
“Para ser honesto, sospecho que ella no quería ser encontrada”, dijo Festus Mbuva, ex empleado del asilo de ancianos de los alrededores de Boston que ayudó a cuidarla por una década. “Da la impresión de que algo le pasó y que no quiere saber nada de eso”.
Florence Stevens, conocida como “Flora”, fue una de cientos trabajadores que venían a esta región al norte de la ciudad de Nueva York para la temporada de verano. Trabajó varios años en The Concord, un enorme resort de más de 1,200 habitaciones.
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Una solicitud de empleo de 1975 firmada por “Mrs. Flora Stevens” en prolija letra cursiva dice que estudió la secundaria en una escuela de Yonkers, a menos de dos horas de allí.
El hombre que aparece como su esposo, Robert Stevens, también trabajó allí, aunque no está claro qué hacía. La policía no confirmó si estuvieron casados realmente. No hay un número de teléfono ni una dirección de la zona en su solicitud. Figura una dirección en Seattle.
La tarde del domingo 3 de agosto de 1975, Flora Stevens, de 36 años, fue llevada por Stevens a un pequeño hospital a unos tres kilómetros (dos millas) de Monticello, que por entonces era un importante centro turístico.
Dos horas después él fue a recogerla, y ella ya se había ido.
Las autoridades dijeron que no podían revelar a qué fue al hospital porque violarían las leyes que protegen la privacidad y que no sabían qué hizo cuando llegó allí. Cerca del lugar había una terminal de autobuses y no se descarta que haya tomado uno.
“Le acababan de pagar y probablemente tenía las propinas del fin de semana”, comentó el detective Rich Morgan.
Robert Stevens denunció su desaparición al día siguiente. Era común que los empleados temporales del verano desapareciesen de la noche a la mañana y nadie vio nada raro en la partida de Stevens. Pero Art Hawker, joven detective de la zona, dijo que le prestó particular atención al caso porque el hecho de que hubiera sido vista por última vez por un compañero hacía “sonar las alarmas”.
No hubo novedades hasta septiembre de este año, tras el hallazgo de restos de un esqueleto al este de Monticello que en términos generales coincidían con las características de Flora Stevens.
Al final de cuentas no eran los de ella, pero Morgan y el detective Ed Clouse revisaron los datos más recientes de los archivos policiales y comprobaron que había alguien en Lowell, Massachusetts, con el mismo número de Seguro Social de Flora Stevens y un nombre parecido, Flora Harris.
Flora Harris estaba en el asilo CareOne de Lowell desde el 2001. Tenía un custodio legal que pagaba sus cuentas. No se sabe mucho de su pasado, aunque las autoridades dicen que había tenido otro custodio a partir de 1987 y que pasó al menos temporadas en asilos de la ciudad de Nueva York y de New Hampshire.
Mbuva, quien dejó de trabajar para CareOne en diciembre, dijo que la mujer rara vez hablaba de su familia y que se limitaba a decir que no le había ido bien con su marido, quien abusaba de ella. La policía de Nueva York no habló de ese tema.
A lo largo de los años Mbuva le arrancó otros datos sueltos: Stevens pasó su infancia en Yonkers, fue peluquera y asistió al concierto de Woodstock en 1969, el cual se hizo muy cerca de The Concord.
Pero Mbuva dice que ella nunca habló demasiado de sí misma. “Su frase favorita era ‘no es asunto tuyo’”.
El mes pasado los detectives Morgan y Clouse fueron a Lowell. No encontraron parientes vivos. Pero consiguieron fotos que esperaban la hiciesen recordar cosas de su pasado.
Este, aparentemente, había sido un buen día. Ella reconoció una foto de ella misma y de Robert Stevens. Pronunció la palabra “Robert” al ver a su presunto marido. También le mostraron una foto de una tarjeta postal de The Concord y ella se entusiasmó y “no la quería soltar”, según Morgan.
Si bien la policía encontró la persona que buscaba desde hacía 42 años, no está claro qué perspectivas hay de que descubra lo que fue de la vida de esta mujer.
Robert Stevens murió en 1985. El Concord cerró en 1998. El hospital donde fue Flora Stevens en 1975 está abandonado. Y ella misma no dice mucho.
Los administradores del asilo de Lowell no permitieron a la Associated Press entrevistar a Flora Stevens.
“La mayoría de los secretos los tiene Flora”, dijo Morgan. “Y no creo que nos los cuente”.