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El reto de ser militar luego del huracán María

Estos soldados de la Guardia Nacional nos cuentan su experiencia trabajando durante la emergencia que vive Puerto Rico

Miltares Javier López

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Rostro tenso, barbilla pronunciada y nariz perfilada. Mientras mira a lo lejos, vistiendo su ropa militar camuflaje, Hamiel Irizarry Martínez habla de cómo todos los días deja a su pequeño de cinco años para salir a levantar a Puerto Rico.

Su labor, tal vez, se confunde con la de los 14,400 militares que han llegado a la isla para atender la emergencia. Para él no es un problema, pues al final lo que cuenta es “hacer el trabajo para llegar lo antes posible a lo que éramos”.

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Actualmente, Hamiel es Public Information Officer de la Guardia Nacional, se encarga de documentar todo el trabajo de la rama del ejército a la que pertenece para mantener a la población al tanto de las misiones para repartir suministros.

“Mi trabajo es importante porque tengo la tarea de llevar un récord de los diferentes pueblos que impactamos. A quiénes le repartimos alimentos, en qué trabajamos. Pero también, nos deja ver cuánto nos falta, a quién hay que llegar. Y eso lo llevamos a un récord público en las redes sociales y otros canales para que la gente lo vea”, explicó el soldado, que tiene unos 10 años de experiencia en la Guardia Nacional.

Es difícil organizarse, aceptó Hamiel a Metro. Sobre todo, porque no trabaja en la Guardia Nacional a tiempo completo, y en este caso de urgencia ha sido activado a cubrir en ocasiones turnos dobles. “Lo más difícil es que uno como civil tiene que cambiar su logística. Por ejemplo, a la hora que salimos tenemos que nosotros ir a conseguir nuestros propios suministros como agua, hielo, alimentos. Muchas veces tenemos que quedarnos con lo que sobró en los pocos lugares que queden abiertos. Además, siempre estar con mi hijo, porque como padre soltero hay un doble trabajo y responsabilidad. Es cuesta arriba, pero vale la pena”, sostuvo.

A todo esto, se suma la carga emocional que significa ver a Puerto Rico en las condiciones que quedó luego del ciclón que llegó a nuestras costas categoría cuatro. Los árboles en el piso, el tendido eléctrico casi un 100% destruido, las cerca de 250,000 de casas que hasta el momento se cuentan devastadas, así como el dolor de la gente a la que sirve ha impactado sobremanera su forma de ver la vida, soltó Hamiel.

“Todas las casas se perdieron, perdieron todos sus suministros. Están los niños afuera con poca ropa. Pareciera un Puerto Rico diferente. Hay veces que yo he sacado de mi bolsillo lo que tengo para dárselo a un niño porque es duro verlo”, sentenció.

Por su parte, Luis Ariel Caes y Damián Matos Ruíz, ambos visiblemente más jóvenes que Hamiel, trabajan como transportistas en la Guardia Nacional. Tras el huracán, las carreteras de Puerto Rico quedaron en su peor estado. Tan solo en vías de rodaje a nivel estatal, unas 27 se vieron afectadas. El pasado miércoles, el gobernador Ricardo Rosselló informó que 32 puentes del Departamento de Transportación y Obras Públicas estaban intransitables. A esto se suma la larga lista de carreteras vecinales y puentes pequeños municipales, que los grandes camiones y vehículos militares deben recorrer.

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“Como conductor mi trabajo es importante para la isla, porque nosotros nos encargamos de levantarnos día a día temprano para suplirle a la gente lo que ellos necesitan. Ha sido una experiencia bonita, pero en ocasiones estresante, porque a veces no podemos llegar a muchos sitios a llevar suministros porque no hay paso. Pero buscamos la manera, hay que buscar la manera para ayudar a la gente”, detalló Luis.

“Definitivamente, las rutas no eran las mejores en ocasiones. Había mucho desprendimiento, mucho derrumbe, árboles caídos”, contó por su parte Damián.

Pero arriesgar sus vidas a diario por las carreteras del país pos el huracán María no es problema para estos jóvenes, pues dicen que lo que sus ojos han presenciado en los lugares más recónditos de la isla les llena de fuerzas para trabajar.

“En Yabucoa me encontré que había mucha gente que perdió sus casas y eso me impactó bastante. En el área de Utuado, los derrumbes, la manera para llegar a los sitios era complicado y en Jayuya el pueblo estaba bien devastado. La gente esperaba que llegáramos allá y diéramos el support. Llegamos y la gente quedó contenta con eso”, afirmó Luis.

 

Así que, a pesar de las vicisitudes personales o contextuales, “hay que levantarse”, dijo Hamiel. “Hay que levantarse todos los días” para construir a Puerto Rico, concluyó.

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