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Reflexiones después de la tempestad

Lea la opinión del representante independentista

Por: Denis Márquez Lebrón

Luego de semanas de ocurrido el devastador huracán María, retomamos este espacio para compartír nuestras ideas, pero sobre todo pra reflexionar desde el presente y de cara al futuro.

El huracán aniquiló nuestra débil infraestructura física, destruyó miles de viviendas, colapsó el precario sistema eléctrico, fulminó el sistema de comunicaciones que durante años estuvo sostenido sobre una burbuja de un aparente poderío. Pero sobre todo, la fuerza de la naturaleza resaltó y dejó al descubierto lo que siempre ha existido en este país: la desigualdad social, la pobreza, la injusticia manifestada en miles de familia en todo Puerto Rico. Aunque diversos sectores de la sociedad han sufrido pérdidas de diversos índoles, la ausencia de comida, la necesidad imperante de medicamentos, la inexistencia de agua potable, y sobre todo la pérdida del techo, plasman el impactante cuadro social imperante alrededor de toda la isla, pues este cuadro se vive a milllas cercanas del “glamour gubernamental “ del Centro Covenciones, en sectores como Santurce y todo San Juan. Esta realidad es especialmente palpable en el resto del país. Lo he visto en mis recorridos y visitas alrededor de toda nuestra isla en un esfuerzo por coordinar ayudas e impulsar nuestro proyecto legislativo Alegría para la Niñez en la que llevamos juguetes educativos a nuestros niños y niñas en momentos donde han visto trastocada su rutina diaria y desde la cual puedan manejar y canalizar sus emociones.

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De igual forma, los vientos huracanados resaltaron una vez más la realidad colonial del país y la quiebra económica luego de décadas de dependencia financiera y social. Además, las acciones torpes e improvisadas del gobierno son la orden del día y reflejan un inexistente orden gubernamental que atrasan los trabajos de recuperación. La patéticas visitas de los regentes del norte, sus actuaciones, más allá de sus posiciones ultra conservadoras y xenofóbicas, son indudablemente la manifestación burda y llana de la política norteamericana hacia su colonia.

A este cuadro desolador, todo los días se le dan brochazos de esperanza y solidaridad, y no el del “jingle mediático” del gobierno, sino el de la gente, las comunidades, las iglesias en acción, los grupos comunitarios, la individualidad en apoyo al grupo. Lo he visto de cerca en mi comunidad, en la unión de esfuerzos de diversos grupos en Río Piedras que todos los días brindan comidas, aguas,

medicinas, apoyo a la niñez. Esto está pasando a la largo y ancho del país. Son las contradicciones del mundo en que vivimos. Diversas organizaciones comunitarias y del tercer sector están en la calle sustituyendo al gobierno ineficacaz, tanto estatal como municipal, aun con limitadísimos fondos y recursos.

Esta crisis golpea fuerte a miles de hogares, las familias partidas, los envejecientes sin servicios, la niñez desolada, como también la incompentencia gubernamental y la “busconería” de algunos en medio de la desgracia, las pérdidas de empleos, los azotes a pequeños y medianos comercios, pero también es un gran abrazo ver a las trabajadoras y los trabajadores en diversos sectores salir a reconstruir el país.

Claro que es necesario levantar a Puerto Rico, rehacerlo, reformularlo, transformarlo. Para ello es necesario un nuevo modelo de salud donde el lucro desaparezca, un nuevo modelo energía renovable exentos de buitres y mercaderes, un desarrollo agrícola moderno pero saludable, una infraestructura física y social ordenada, un desarrollo económico impregnado de equidad, un nuevo modelo político para dejar de ser los últimos en la fila y recipientes del desprecio institucional de la metrópoli, y ser parte integral del resto del mundo.

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